Tigres de arena
“Aplausos” a la regresión
Las semanas y las discusiones siguen transcurriendo en torno a la reforma del Poder Judicial de la Federación y éstas no llegan a buen término.
Hace algunos días veía en las redes sociales un video subido por un destacado ex compañero de carrera que labora en juzgados federales, en el cual él realizaba la entrega de propuestas a un par de muy conocidos legisladores oficialistas. Los diputados federales al recibir el legajo de hojas miraban a la cámara luciéndose como grandes demócratas señalando que ellos necesitaban propuestas y no ataques, reiterando su apertura al diálogo.
Me llamó la atención dicha secuencia videográfica porque el oficialismo tiene muy bien proyectados las causas y los efectos que se desenvolverán con su agenda política previo a la toma de protesta de la presidenta electa. A los adeptos del sótano de la historia les importan poco o nada las opiniones de terceros.
No se habla sobre la elección de Estado todavía —acreditada ante órganos jurisdiccionales— ni acerca de la no tan ingenua aprobación del avasallamiento autoritario que no deja de manifestarse en medios masivos de comunicación. Resulta irrisorio que las fallas del antiguo régimen —que crearon una narrativa de vida a los que gobiernan— hoy sean toleradas e inclusive “analizadas” desde una supuesta objetividad que más bien oculta una justificación, ya sea por miedo o por interés.
El partido en el poder, el partido de los 36 millones —que confrontan diariamente a los 90 restantes que no votaron por ellos— ha creado una relación de violencia-dependencia con clases intelectuales, académicas y población en general, en función de su sencilla agenda que se resume en: estás conmigo o en contra mía. Para los que estén con ellos, la purificación y la gloria transformadora; para los que estén contra ellos, el yugo de las carpetas de investigación y la propaganda negra.
La dialéctica en cita coloca a quienes quieran participar del peligroso fenómeno político mexicano en una situación de irremediable vulnerabilidad y hasta cierto punto de abandono. Con el verdugo no se dialoga ni se razona, no hay que olvidarlo.
Lo hasta ahora aquí reflexionado se comparte únicamente con la finalidad de remarcar la represión cotidiana que fomenta el gobierno federal y que ha llegado al punto de ser aplaudida por diversos sectores de la población.
Si cumplen alguna promesa autoritaria nadie puede salir a evidenciarlos; si retroceden en alguna decisión hay que festejar como si fuesen los más grandes patriotas. La transición democrática mexicana ha quedado borrada del imaginario nacional.
A nadie le hace un favor si la bancada transformadora “le perdona la vida” al Poder Judicial de la Federación. Ni a los jueces, ni a los magistrados, ni al escribiente más alejado del centro de la república. La carrera judicial desde la fundación de México se defiende por sí misma con hechos pero los juristas del presente deben plantar cara al autoritarismo. El peso de esta defensa no sólo recae sobre sus ministros sino en cada uno de los elementos que constituyen este poder de la federación.
A los apóstoles de la transformación debe recordárseles que los insurgentes Hidalgo y Morelos fundaron la América Mexicana con base en un proyecto nacional con tres poderes constituidos y equilibrados. Ellos siempre concibieron un poder judicial fuerte y autónomo. México vivió pasajes oscuros de su historia cuando se intentó imponer algún poder por encima de otro.
Finalmente, todos aquellos que aplauden y justifican cualquier regresión autoritaria no tardarán mucho en arrepentirse. En este país del segundo piso hacia el sótano ya no hay lugar donde uno esté a salvo y la sombra del señor de Macuspana no se avizora se disipe en el corto plazo; por el contrario, la noche de su sombra no quedará atrás.
Tiempos complicados en el avenir.
Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI
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