Tigres de arena
Ataque al Estado
La cuenta regresiva hacia lo que se configurará como la destrucción del Estado mexicano sigue y no hay voluntad humana que hasta ahora haya logrado hacer entrar en razón al enfermizo oficialismo.
No importa cuántos foros sobre el Poder Judicial se realicen, los apóstoles de la farsesca transformación están convencidos que ellos pueden reiniciar el sistema político y lanzar a México hacia un despotismo popular que arrasará con todo aquel destello de razón y oposición.
El futuro del sistema político mexicano pende de la entereza de algunos cuantos magistrados y la ceguera del partido mayoritario empuja ferviente la carroza de la nación hacia el precipicio. No existe una sola justificación razonable para convertir al Poder Judicial de la Federación en una estructura sumisa al proyecto político de un partido que solamente tiene 56% de la votación efectiva de su lado.
Desafortunadamente, la discusión en los círculos rojos del país se ha enfocado en la defenestración y reprobación de los partidos opositores, quienes reciben tras su derrota toda clase de ataques y críticas, como si ellos hubiesen sido los culpables de dejar al país en el actual estado de cosas.
Los intelectuales de este país están más preocupados por expedir actas de defunción a los partidos tradicionales pero durante un sexenio callaron ante las atrocidades del partido en el poder. Si bien hay una responsabilidad histórica por los errores cometidos por PAN y PRI en lo que va del siglo XXI, la administración federal que concluye en octubre de este año deja a un país ensangrentado y en manos del crimen organizado, cuestión que nunca sucedió con los partidos aquí en mención.
La sumisión de la intelectualidad mexicana y parte de la prensa ante el oficialismo es más que evidente y hasta cierto punto comprensible en función de los intereses —profesionales y personales— que deben proteger. Aún y con dicho contexto, el silencio de las que en otro tiempo fueron voces críticas y lacerantes con el antiguo régimen hoy callan ante la crisis de inseguridad, económica y de salud que azota a prácticamente toda la población.
Hay que remarcar, en este sexenio murieron 38 periodistas asesinados por omisión del gobierno en su combate al crimen organizado, más que en cualquier otro periodo gubernamental.
Asimismo, esta administración deja un millón de mexicanos fallecidos; deja un sector salud sin medicamentos y deja una clase media humillada, reducida y perseguida.
No, no es culpa del PRI el abominable y artificial “auge” de la falsa transformación, ni tampoco es su responsabilidad el infame “voto oculto” que hoy los especialistas “elevan” a objeto de estudio. Sí, infame, porque lo que ha hecho el oficialismo es convertir a los mexicanos en rehenes electorales y su marea de represión no se vislumbra cuándo vaya a terminar. No fue “voto oculto”, fue, “voto rehén”.
El PRI ha hecho autocrítica de lo sucedido el pasado 02 de junio y seguirá una ruta para replantearse objetivos como instituto político. Sobre hechos consumados habrá que aceptar los análisis y los apuntes pertinentes pero hasta que ello suceda los ataques y las descalificaciones de quienes nunca han sido priistas ni han votado por el PRI quedarán en segundo o tercer plano. La crítica siempre es bienvenida pero la agresión se rechaza al momento.
Finalmente, la república mexicana está en juego y hay que llamar a las cosas y circunstancias por su nombre. Si el silencio vence y se impone perderemos esta nación. La arena del reloj sigue cayendo.
Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI
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