Real política
Periodismo o difamación
La ignorancia manda y en su despotismo contrailustrado desdeña el sentido de las cosas, hechos, actos y artes. Se erige en dogma que al uso abusivo de la deshonestidad y la mentira, emite la nueva doctrina dominante de las impresiones y las emociones que desdeña al rigor y a la debida probanza sustentada en la correcta refutación, que no se engaña aceptando que todos los cisnes son blancos.
Por pereza se ignora a la historia dejando de lado el sentido original de las cosas. El periodismo de chisme dista mucho del originario en la antigua Roma, donde se publicaban actas oficiales y noticias en diarios llamados "Acta Diurna" que se exhibían en lugares públicos para que los ciudadanos las pudieran leer.
Tampoco se asume en el periodismo moderno practicado durante el siglo XVII con la proliferación de periódicos en Europa, especialmente en Inglaterra y Francia, y nada que ver con el primer periódico impreso regularmente que fue el "Relation aller Fürnemmen und gedenckwürdigen Historien" (Relación de todas las noticias importantes y memorables), en Estrasburgo en 1605.
En México el supuesto periodismo de investigación no es otra cosa periodismo partidario y con interés político, nada que ver con el practicado por los auténticos periodistas que han dejado historia y ejemplaridad como Joseph Pulitzer, Manuel Buendía, Bob Woodward, Carl Bernstein, Nellie Bly, Walter Cronkite, Ida B. Wells, Christiane Amanpour o Ryszard Kapuściński.
Lejos muy lejos estamos de la reivindicación de los valores éticos fundamentales que son esenciales para mantener la integridad, la objetividad y la responsabilidad del periodismo, como veracidad y precisión, por la que se debe buscar la verdad y presentarla de manera precisa y equilibrada, basándose en hechos verificables; o la independencia, que obliga a que los periodistas mantengan su autonomía editorial y no estén influenciados por intereses comerciales, políticos o personales.
¿Dónde queda hoy la objetividad por la que el periodista presenta la información de forma imparcial, evitando sesgos y opiniones personales; y la integridad que impone actuar con honestidad y transparencia evitando el sensacionalismo y la manipulación? ¿qué pasa con el respeto a la privacidad y la dignidad humana de las personas involucradas en las noticias, evitando la intrusión injustificada el sensacionalismo innecesario?
La responsabilidad social del periodista brilla por su ausencia, nada hay que muestre el sentido de servir al interés público y de contribuir al debate democrático informando de manera precisa y equilibrada sobre cuestiones de importancia pública. Por el contrario, lo que hay es la práctica cotidiana del chisme, la fábula o la historieta fantasiosa que se toma por verdad a las mentiras construidas desde fuentes misteriosas, oscuras, secretas, metafísicas, mágicas, encubiertas, noctambulas, abstractas o simplemente inexistentes. La nueva regla de esta fatua sociedad de la “transparencia” (Byung-Chul Han) es hacer del o la periodista el influencer de moda que el la radio, televisión, redes sociales y libros calumnie sin pudor alguno a cuanto personaje político se le dé la gana. Primero la efímera fama de un libelo y muy pero muy lejos la dignidad a la que la verdad obliga.