Tras bambalinas
¿Cuál es el proyecto sexenal? ¿Continuismo?
Dicen que “la forma es fondo” y, aunque a algunos les parezca poca cosa, habrá que recordar cómo empezaron las aspirantes presidenciales sus precampañas y cuáles fueron sus prioridades. Cuestión de enfoques.
También recordaremos, hasta el cansancio, la actitud asumida por el presidente de la República, que antepuso la “investidura”, para no reunirse con los verdaderos damnificados de Acapulco y Coyuca. Sólo llegó a la zona naval para proponer un programa de ¡auto reconstrucción” porque, dijo, “no es cosa de otro mundo”.
Literalmente encapsulado, acorralado por temor a las protestas ciudadanas, así lo describieron las crónicas periodísticas. Y no fue mentira, aunque él diga que se trata de una campaña de “los medios conservadores”. Los hechos están a la vista, no se reunió con ningún damnificado.
No alertó con oportunidad sobre la magnitud del huracán, ni previno adecuadamente a la población. En tan sólo 7 días declaró el fin de la emergencia y dejó sin apoyo a 45 municipios. Sólo quedaron Acapulco y Coyuca, pero la devastación económica es general en Guerrero. Aun así, él terminó por decreto la emergencia.
A manera de burla, la Cámara de Diputados designó a Félix Salgado Macedonio, papá de la Gobernadora de Guerrero, presidente de la comisión del Congreso de la Unión que se encargará de vigilar los trabajos de reconstrucción, como si ella hubiera hecho un gran trabajo durante la catástrofe.
Lo más grave, es que esta manera de responder a los problemas empieza a ser imitada por la aspirante presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, quien “omitió” referirse a los damnificados en su discurso inicial como abanderada, y hoy sólo habla de “continuidad”, que algunos ven como “continuismo”
“Vamos a conservar la manera en que gobierna el presidente López Obrador”, dijo desde Veracruz, lejos, muy lejos de Guerrero, y con un tono y un discurso que no mueve ni un punto, ni una coma, el discurso del creador de Morena, por lo que ya muchos se preguntan si ella acaso tiene alguna idea propia.
En contraste, Xóchitl Gálvez decidió arrancar su precampaña, justo en una de las zonas devastadas por el huracán Otis: Coyuca de Benítez. Sin prensa para que nadie acuse de “uso mediático” de la desgracia. Así, el arranque marca un mar de diferencia.
No se sabe si el dislate de Sheinbaum sobre la tragedia de Acapulco y Coyuca, fue premeditado, como aviso para aquellos grupos que quieran protestar, o si fue un mero olvido involuntario. Cualquiera que sea la razón, refleja una profunda falta de empatía con los grupos vulnerables, tal y como lo ha hecho López Obrador.
No es difamación, son hechos. El presidente de la República no se reunió nunca con las madres buscadoras; no quiso recibir a los padres de niños con cáncer; no se reunió con los grupos de mujeres que han protestado por el incremento de los feminicidios en México; nunca se reunió con la familia Le Barón.
El país sigue sumido en por lo menos tres grandes crisis: 1.- Violencia e inseguridad, causada por el crimen organizado y el narcotráfico. 2.- De salud, derivado de una pandemia que mató a 800 mil mexicanos y que amenaza con regresar en esta época de invierno. 3.- Una grave crisis de rezago educativo.
Es cierto, el país necesita apoyo, no discursos, pero Morena ha decidido privilegiar el uso del dinero del erario, llenándose de compromisos que no podrá cumplir. Empieza a caer en una pésima tentación: usar dinero de Afores y pensiones, para fondear el presupuesto del último año de AMLO.
De hecho, los ínclitos diputados de Morena, esos que ahora buscan la reelección como si la merecieran, pretenden meter mano el año próximo, al dinero de las Afores y los fondos de pensiones y vivienda a través de una reforma a la Ley de Presupuesto.
Plantean usar esos activos financieros para complementar el gasto del gobierno; fundamentalmente para rellenar el Fondo de Estabilización, según trascendió la semana pasada en el Senado de la República. Además, buscarán incrementar la tasa impositiva sobre los ahorros de quienes invierten en ello.
El hecho es que la 4T va de entrada, por los Fondos de Estabilización, que es dinero líquido de protección para tapar posibles hoyos fiscales por mala recaudación. La cuestión es que AMLO se acabó ya más de 200 mil millones de pesos de dichos fondos. Sus obras estelares ya se sobregiraron en más de 400 mil millones.
Esa es la razón por la que va como maniático tras el dinero de los fideicomisos, incluidos los del Poder Judicial. Precisamente para rellenar los boquetes que ha causado. Ahora va por los fondos de pensiones, los fondos de vivienda y las sociedades de inversión de las Afores.
La iniciativa ya fue aprobada en la Cámara de Diputados, sin corchetes, y espera sólo el aval de la de Senadores. Por ningún lado, dicho proyecto aclara que no tocarán los activos de las Afores, de las pensiones o de los fondos de vivienda, según denunció el senador Damián Zepeda.
Muchos de los que todavía hoy apoyan a López Obrador, no han comprendido que, aunque les parezca un “negocio redondo” tener ingresos propios y además cobrar su pensión del “bienestar”, tarde o temprano terminarán pagando esos recursos vía impuesto sobre la renta.
Dentro de la clase media “pudiente”, se ha sembrado la perniciosa idea de que tramitar la pensión del bienestar, aunque no se requiera de ella, no es un acto de corrupción, sino un derecho. Lo dicen incluso quienes tienen 2 o 3 departamentos en renta u otro tipo de ingresos, pero aun así la pedirán
Actualmente, el grueso de la población asalariada o con actividad empresarial, tiene que pagar más del 35% de sus ingresos en ISR. En Europa alcanza ya el 40%, pero allá los servicios generales de salud son gratuitos, cosa que en México no se ha logrado.
Que conste, no es que estemos pidiendo que la futura presidenta, quien quiera que sea de las dos, dé marcha atrás a las “obras estelares” de López Obrador, como él lo hizo con el aeropuerto de Texcoco. Lo que se pide es que aporten otro contexto con el que se buscará un nuevo desarrollo para el país.
Tan sólo el Corredor Transístmico es un proyecto de infraestructura que ilusiona, pues a través de él se puede establecer una poderosísima conexión logística entre el Océano Pacífico y el Golfo de México que, trasado de manera estratégica, lograría detonar turismo, fuentes de empleo y crecimiento económico permanente.
En toda esa ruta pueden levantarse parte de las universidades que requiere el país, con claridad en el tipo de especialidades y capacitación profesional que se necesita. Sin embargo, esto no se logrará mientras los cárteles criminales sigan libres. Ese tipo de desarrollos requieren estabilidad y unidad nacional.
Hoy por hoy, México no tiene nada de eso. Los factores de convivencia están rotos, los canales de comunicación también. La ciudadanía no confía ni cree en sus políticos. Éstos, sólo han abusado y han profundizado la polarización. Se necesita poner punto final a la división y una líder que realmente convoque a la unidad.
Durante sus cinco años de gobierno, AMLO nunca hizo un llamado de esa naturaleza. Claudia ha empezado a reescribir el discurso rupturista, que concita a la venganza, a mirar un pasado que, curiosamente les atañe, pues esa izquierda que ellos representan, es la que ha gobernado durante 20 años la capital del país.