Tras bambalinas
Elecciones 2024, juego de traidores
Por JORGE OCTAVIO OCHOA. Los políticos en México, y quizá en todo el mundo, se distinguen por tener dos caras, un doble juego y llevar siempre en la bolsa, el naipe de la traición, que ellos llaman eufemísticamente “Plan C”.
Cambiar o “bajar” candidatos es “el pan de cada día” de los poderosos que controlan a los partidos. Así ocurrió con Luis Donaldo Colosio y todo un país se fue con la verdad histórica del “asesino solitario”.
Así fue ejecutado José Francisco Ruiz Massieu, el 2º en importancia dentro del círculo colosista, pero millones aceptaron como válidas las teorías fantasiosas de videntes y cadáveres enterrados.
En ese imaginario se mueve también la elección del 2024 y bajo esa óptica, hoy se manejan opciones de una “sustitución” de candidata de la oposición tras el “golpazo” a Xóchitl Gálvez por el tema del plagio.
Lo que hace unos meses parecía un “escándalo mediático”, el caso de la ministra Jazmín Esquivel, hoy es motivo de quema en leña verde, contra la senadora hidalguense.
“La oposición ya está derrotada, reducida a su mínima expresión”. Es la versión que impulsan los comentaristas -a sueldo, como siempre- del nuevo régimen porque, según ellos, así influyen en las encuestas.
¡Qué más quisiera el sujeto del Palacio! Pero, a la luz de los hechos, para noviembre este tema estará más que enterrado y olvidado. Quizá, lo más destacable ahora, es la cobardía mostrada por PRD y PRI. Simplemente, se hicieron a un lado.
En perspectiva, parecería más saludable para el país en general, que la oposición estuviera debilitada al extremo. Así no habría necesidad de mantener la polarización, la división y la violencia que priva en México.
Tendríamos un régimen dedicado a combatir a los criminales. Pero no. Lejos de las desgracias que ocurren en Guerrero y Chiapas, con el mar de desplazados y migrantes, AMLO y Claudia se fueron a Sinaloa, a una especie de conciliábulo.
No hay razones de peso, que ubiquen a Sinaloa como sitio de arranque de una campaña presidencial -con todo respeto para los sinaloenses-. Menos aun, cuando la pareja sentimental de una de las candidatas está bajo sospecha por narco.
Tras la extradición de Ovidio, el primer anuncio de AMLO fue un quinto recorrido por Badiraguato y mientras, el Cártel del Pacífico, entra triunfante por territorio chiapaneco, entre inexplicables vítores y aplausos de la población en Comalapa.
El desorden es la divisa el día de la contienda del 2024. Los estrategas del régimen en el poder, saben perfectamente que el objetivo central es la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, pues ellos piensan que la Presidencia la tienen ganada.
Sin esa mayoría, no habrá manera de manipular al tercer poder, por más que López Obrador los amenace y los insulte. Por ello, el grado de visceralidad del mandatario es inversamente proporcional, al grado de su preocupación.
Esto también lo tienen claro los tres principales partidos de oposición. Por eso, insistimos, cobardemente PRD y PRI se hicieron a un lado y dejaron sola a su candidata. Finalmente, ella es la víctima propiciatoria.
Entregarían la presidencia, sin ambages, si mantienen sus escaños y curules en el Congreso federal. Permitirán la carnicería en la medida que esto les garantice tener más diputad@s federales.
El negocio de los partidos está en la propiedad de las siglas, los derechos adquiridos por el membrete, pues ello garantiza prerrogativas. Ahí están de muestra PT, PVEM, Nueva Alianza, eternos partidos esquiroles o rémoras.
Sin embargo, contra todo lo que dicen los “opinadores”, los mexicanos no han decidido, no sólo a quien entregan sus simpatías sino, si saldrán a votar o no. Millones están hartos de los políticos. A eso, habrá que sumar el miedo.
El hecho es que, en estos momentos, el abstencionismo sigue siendo el fragmento más grande del pastel electoral. El 47% del padrón no acude a las urnas. ¿Flojera, hartazgo? Quizá una combinación.
El hecho es que la gente no cree en los políticos. Es más: el 90% de los mexicanos piensa que su clase política es corrupta y que los partidos son franquicias en las que la sociedad civil no puede entrar.
Las crisis del PRI, PAN y PRD devienen de ese fenómeno: tienen exiguas militancias. Cerraron sus puertas a la verdadera sociedad civil y crearon cúpulas infranqueables, con las que es muy difícil dialogar.
Luego, los otros pequeños como el PT, PVEM, el extinto Nueva Alianza, de Elba Esther, o el cristiano Encuentro Social, son vistos como aparatos comerciales que se especializan en el acarreo colectivo a cambio de dinero.
Así las cosas, podemos entender el por qué de la permanente actitud de AMLO para polarizar. Caos, violencia, abstencionismo, fragmentación, fanatismo ideológico, dan lo necesario para mantenerse en el poder.
En el 2018, Morena ganó con el 44% de los votos emitidos. OJO. Es necesario tener clara esta diferencia. En esa elección, el 37% de los mexicanos no votó, pese al innegable arrastre que traían las siglas AMLO. El resto lo hizo por los partiditos.
Luego, en las elecciones intermedias del 2021, ya en el poder la 4T, el volumen del abstencionismo ¡Creció! ¡Sí! ¡Creció 10 puntos! 47% de los mexicanos no votó. Es decir, la credibilidad en AMLO se desplomó.
Morena alcanzó sólo el 18%. PAN y PRI tuvieron el 9% cada uno. Tan sólo en la Ciudad de México los efectos fueron demoledores. Se fracturó justo a la mitad y la furia Lópezobradorista aumentó. De ahí sus ataques a las clases medias.
Fue entonces cuando dijo que éstas son “aspiracionistas, egoístas, quieren triunfar a toda costa”. Admitió que sería muy difícil de convencer los sectores de la clase media-media y media-alta. Aquellos con licenciatura, maestrías, doctorados, dijo.
“¡No, está muy difícil de convencer!”, gritó a los cuatro vientos en su mañanera. “Es para decirle, siga usted su camino, va usted muy bien, porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante”.
Incluso dijo que en la CDMX hubo un avance “hacia el conservadurismo”. Porque esa masa intelectual se dejó influir por quejas como la responsabilidad sobre la desgracia de la Línea 12 del Metro.
Hay, pues, una visión esquizofrénica de ese sector “clasemediero”. Son inteligentes pero estúpidos ¿o cómo? Sea como sea, el dato es que el abstencionismo es la gran incógnita y, por ende, el enemigo a vencer.
Pero, desde cualquier ángulo que se le quiera ver, Morena no es la aplanadora que pretenden hacer creer a través de encuestas pagadas. En junio del 2021, al menos 44 de 99 millones no fue a las urnas.
Del 2018 al 2021, se registró una caída de 12 millones de votantes más, que ya no quisieron saber nada de nadie. En el 2021, ocho de cada diez ciudadanos no eligieron a Morena y 9 de cada 10 no votaron ni por el PAN ni el PRI.
Ese es el tamaño del fantasma. La abstención supera a Morena 2 a 1. Por eso la batahola, el ruido, el caos que se quiere inyectar. Para que esos apáticos sigan en la hamaca, viendo el fut y no arriesguen sus traseros.
Morena concentrará su esfuerzo en el Estado de México, CDMX, Veracruz, Puebla, Chiapas y Oaxaca. Ahí estará el crimen organizado, igual que hoy en Chilpancingo, Guerrero o en San Gregorio Chamic, Chiapas.