Tigres de arena
A la Luz de Hidalgo
“Rompamos americanos estos lazos de ignominia con que nos han tenido ligados tanto tiempo; para conseguirlo no necesitamos sino de unirnos. Si nosotros no peleamos contra nosotros mismos, la guerra está concluida y nuestros derechos a salvo.”
Miguel Hidalgo y Costilla.
Se cumplen esta semana 213 años del inicio de la gesta por la independencia de México en un contexto nacional crítico, enrarecido y polarizado desde palacio y por el partido del accidente histórico. Quienes clamaron ser los vicarios de los ciclos transformadores hoy se encuentran en un escenario tan aciago como adverso y la retórica de la inquina se les ha agotado.
A un año de concluir el sexenio más oscuro de la historia vale la pena recuperar algunos eventos del pasado para rememorar al lector de algunas nociones que en apariencia resultan obvias pero que con frecuencia se olvidan.
A Miguel Hidalgo y Costilla, figura fundacional de México, se le han dedicado un sinnúmero de efigies, monumentos, obras pictóricas y literarias a lo largo de la extensión del territorio nacional y en el desarrollo del tiempo, sin embargo, su vida y la primera oleada independentista persiste como una etapa cuyos detalles no han terminado de ser abordados en su totalidad por los científicos de la historia.
Por un primer dato a mencionar, no hay retratos del prócer —de la época— porque todos fueron destruidos posterior a su fusilamiento y sólo quedan testimonios indirectos de su apariencia física que se han plasmado en obras gráficas. Sus evocaciones con alzacuellos, sotanas o con uniforme y botas militares son producto del imaginario colectivo. Lo anterior, aunado a una prohibición que duró poco más de una década para hablar sobre él.
Más allá de las corrientes ideológicas que lo han intentado definir a lo largo de 213 años, Miguel Hidalgo y Costilla demostró durante su trayectoria académica y militar una sapiencia y liderazgo que fue reconocido tanto por simpatizantes como detractores miembros de su generación y de las subsecuentes.
El Padre de la Patria y ex rector del colegio de San Nicolás fue un hombre ilustrado de su tiempo que dominó el español, el francés, el italiano, el latín y el náhuatl; también, fue autor de diversos textos tanto en su etapa como académico como la de brigadier, destacándose la Disertación sobre el verdadero método para estudiar teología y varios de los bandos expedidos durante su campaña militar, donde plasmó su ideología política y concepto de nación moderna. Los documentos públicos y bandos generados durante su campaña acreditan sus bases ideológicas con lo cual las teorías que descalifican los cimientos intelectuales de la insurgencia quedan sin sustento.
Asimismo, con la modernización de los estudios históricos hoy sabemos: que el rector Hidalgo nunca gritó por Fernando VII; que del trayecto posterior al grito entre Dolores y Guanajuato sumó 20 mil hombres a la insurrección y en Acámbaro eran más de 80 mil cuando se le vota y nombra Generalísimo de América; que su lucha fue por abolir la esclavitud y el tributo a las castas —en armonía con los derechos del hombre y del ciudadano de 1789— y que siempre buscó la autodeterminación de nación americana, por mencionar sólo algunos de los hechos verificados y divulgados acerca del Zorro nicolaita.
Más allá de la desmitificación de la figura del héroe bajo la óptica del equívoco contraste moral o del estudio académico de sus decisiones y acciones tanto privadas como públicas, Miguel Hidalgo y Costilla permanecerá como el padre fundador de nuestro país y coincidiendo con el poeta José López Bermúdez ha de recordarse que: Nuestro primer abanderado fue un rector. México puede confesar al mundo que su libertad no es hija de la luz de los cañones sino fruto universal de la cultura.
Bajo esta tesitura, la libertad fue obtenida a costa de sangre por el anhelo de lograr la unidad nacional, no se puede borrar ni olvidar por causa de la incompetencia y la banalidad de una ignominiosa minoría. La libertad está siendo amenazada desde diversos frentes y la situación demanda fortaleza y entereza, el tesoro logrado por Miguel Hidalgo no ha de ser arrebatado de las manos quienes habitan esta tierra.
Finalmente, a la luz de Hidalgo nos hemos de contrastar los mexicanos de todas las épocas y sólo así estaremos, tal vez, en condición de aceptarnos sin odios ni rencores mirando hacia un mismo horizonte esplendoroso en un futuro no tan lejano.
Fuente consultada: “Una Nación, un pueblo, un hombre: Miguel Hidalgo y Costilla” de José Herrera Peña, 2010.
Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI
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