Bastón de mando
¿Qué quiere decir el presidente con eso de pasar el “Bastón de mando”? Durante muchos años, varias décadas, México buscó de muchas formas despojarse del caudillismo revolucionario que significaba concentrar todo el poder en una sola persona. A esos caudillos de hace 100 años les quitaban el poder matándolos y por eso fue la época de mayor violencia política en nuestro país. Eran caudillos políticos y había también caciques regionales. Después de eso se logró crear la “institucionalidad” y entonces la transferencia del poder se comenzó a dar mediante procesos legales, bien establecidos en la constitución y todas sus leyes, con la participación cada vez más abierta de la población y por periodos claramente definidos.
Pero la tentación del caudillismo/caciquismo siempre va incluida en la llegada al poder. El poder marea, engaña y crea ilusiones que casi siempre los que rodean al empoderado se encargan de hacer crecer. Como si fuera realmente un cetro monárquico, quien tiene el “poder” asume que ahí lo tiene todo, que lo puede todo y que su absolutismo es eterno y heredable. Encima de todo, dan por cierto que lo saben todo, que poseen la verdad y que todo lo que dicen y hacen es lo correcto y lo mejor que se puede hacer. Y nadie puede decir lo contrario, todos los beneficiados por ese espejismo del poder no tienen otra opción más que confirmar la ilusión de la falsa sabiduría del poder. Y hay un espejismo más que acompaña la intoxicación del poder, además de el de la eternidad y el de la sabiduría, que es el de la belleza. Se sienten guapos o guapas y ahí termina de descomponerse todo, pero esa es otra historia de la cual hay muchos tristes ejemplos, familias destruidas y carreras políticas acabadas. Se les descompone el espejo y con él la brújula de la responsabilidad que conlleva el cargo. Esa es otra historia.
Volviendo al tema, en las democracias, la responsabilidad del poder ejecutivo no radica en otra cosa sino en la voluntad popular de las mayorías representada a través del sufragio. Es intransferible, es finito, es limitado y es permanentemente evaluado. El liderazgo es una condición distinta, necesaria para lograr conquistar voluntades, pero de igual forma acotado como el poder. Luego entonces, no existe como tal un bastón de mando a manera de cetro que se pueda transferir, ni en el cargo, ni en la responsabilidad, ni en el liderazgo, ni en la misión final dentro de una democracia. Eso sí, la tentación siempre ha existido, pero se ha disfrazado de una enredosa labia que decía que era la “voluntad popular” o la “decisión de las bases”. Ahora dicen que es “el pueblo sabio y bueno”, pero acompañado con total descaro de una figura retórica y analogía imperial donde le llama el presidente “pasar el bastón de mando” a quien quiere ungir como su sucesora.
La sucesión presidencial no podía ser de otra manera y menos cuando el presidente de la república se asume como un redentor de todas las causas de la democracia y de todas las aspiraciones del pueblo. Sería muy difícil reelegirse en un país con tanto arraigo antirreeleccionista, así que la única posibilidad cercana a la perpetuación del poder es transmitirlo al elegido o elegida por él mismo. Asumiendo siempre que la mayor virtud de quien recibe la bendición presidencial es ser agradecida, leal y sumisa a los mandatos de quien la elige, que no es el pueblo sino el predecesor. Pero el poder es así y la ilusión termina cuando termina el periodo. Entonces los tres espejismos acaban para quien deja la silla y se transfieren para quien la asume. Vuelve a comenzar la historia y se vuelve a reinventar todo. Es inevitable. Ahora lo veremos en una mujer, ya sea la oficial o la opositora, pero no cabe duda de que quien tenga la responsabilidad del poder ejecutivo pensará que esa magia todopoderosa será eterna, que tiene la razón absoluta e incuestionable y, aunque usted no lo crea, el espejo y el graderío le dirán que es espectacularmente bella.
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