Educar en la era del cambio climático
Decir que habrá educación mientras la humanidad exista parece una obviedad porque la educación es consustancial a la especie humana. La educación es un rasgo evolutivo que le ha permitido al homo sapiens adaptarse con inteligencia a las circunstancias sociales y naturales que ajenas a su voluntad ha tenido que superar.
Tal vez sin las habilidades, los valores y las creencias, adquiridas para cada etapa evolutiva la humanidad no habría llegado hasta la actualidad. La adaptación biológica no lo ha sido todo; abandonar las cuevas y construir habitaciones a modo nos ha marcado; la cacería con piedras al desarrollo de la domesticación de especies ha sido fundamental para la alimentación y la evolución biológica; crear dioses para llenar el espacio de las grandes dudas a pensar en un solo dios nos llevó de la diversidad de saberes a la compleja especialidad del saber científico, y nos ha disparado en una carrera tecnológica de resultados inimaginables.
La invención de la agricultura ha sido uno de los momentos más revolucionarios para la vida de la humanidad. En esa revolución no sólo coincidieron la domesticación de los cereales sino el fin de la última glaciación que significó una modificación de la temperatura global. La humanidad tuvo que ajustar su sistema de adaptación para sobrevivir.
Es obligado pensar que debieron sufrir un cambio dramático, pero imprescindible, las habilidades, los valores y las creencias que les habrían de permitir sobrevivir a la transformación planetaria en ese momento en curso. Sobra decir que la adaptación fue exitosa y que la humanidad pudo fincar pilares esenciales para su posterior desarrollo, las ciudades, la escritura y las matemáticas, que incluyó la generación masiva de alimentos y la constitución de formas de gobierno para poblaciones de decenas de miles.
La Revolución Industrial en el siglo XVIII vino a modificar de igual manera la economía, los valores educativos, las creencias, los modelos de gobierno y significó una zancada enorme de la ciencia y la tecnología. Si esa revolución está impactando la evolución biológica tal vez se podrá saber al paso de muchos años.
Pero lo que sí ya es aceptado por la comunidad científica es que ciertos usos tecnológicos de la Revolución Industrial, sobre todo los relacionados con el uso de energías fósiles han modificado la temperatura promedio del planeta. Ha venido de la mano del homo sapiens lo que hoy todos sabemos se denomina el Cambio Climático ocasionado por el efecto invernadero no causado por factores naturales.
La responsabilidad que en ello tiene nuestra civilización por la permanente expansión y el obligado consumo voraz de energía está fuera de dudas. La gran incógnita que todos tenemos es con qué acciones la civilización contemporánea remediará el daño ocasionado y detendrá la hecatombe climática que se está dejando sentir.
De lo que no podemos dudar es de que será desde la educación (en todos los ámbitos) de donde provendrán los esfuerzos cotidianos, primero para resistir los embates climáticos y luego para desarrollar inéditas habilidades civilizatorias para modificar la ruta que ha seguido la humanidad en su relación con el planeta.
Como en la era de la Revolución Agrícola tendremos que llegar a comprender y a dominar los nuevos saberes que son imprescindibles para enfrentar los retos de la nueva era, la del Calentamiento Global, frente al que tendremos que aprender a sobrevivir a sus embates, a generar y preservar las fuentes alimentarias, innovar las energías, identificar nuevas enfermedades, aprender una nueva geografía general y local de riesgos, fortalecer los valores de respeto a la naturaleza y fortificar espiritualidades que nos lleven a empatizar con toda la vida planetaria y a replantearnos la ruta civilizatoria.
La puesta al día de los sistemas educativos de las naciones con los retos de la nueva era, la del Cambio Climático en desarrollo, sólo deberá distinguirse en la calidad y pertinencia con la que se aborde la acción educativa y no por su ausencia o presencia en los planes educativos. Los contenidos ambientales en la escuela deben dejar de ser complementarios para figurar como principales, fundamentales, vitales e imprescindibles.
La educación para esta nueva era de Cambio Climático debe plantearse como la educación para la sobrevivencia civilizatoria. Y debe abordarse tanto desde la perspectiva científica como desde la Ética, la cultura y la Ecosofía (incluye visión filosófica y espiritualidad).
Sin una educación con esta perspectiva seguiremos alentando la normalización de los ecocidios, la inacción gubernamental y el espíritu de fatalidad y derrota que pronto quebrantará la producción económica y dejará vulnerables a las generaciones que están emergiendo.
No hay opción, tenemos que educar para encarar el Cambio Climático que el propio homo sapiens ha propiciado.