Teléfono rojo
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Marcelo Ebrard lucha con sus ambiciones desde hace mucho tiempo
En 2012 metieron números extraños para eliminarlo y él, disciplinado, cedió la candidatura presidencial a Andrés Manuel López Obrador.
Luego lo persiguieron desde Los Pinos y desde e Antiguo Palacio del Ayuntamiento, donde despachaban Enrique Peña y Miguel Mancera.
Huyó.
Se refugió en Francia al amparo de su genealogía y mantuvo la comunicación con López Obrador, quien le recomendó en 2017 acercarse al equipo de Hillary Clinton.
Hizo campaña por ella y contra Donald Trump con llamados al paisanaje a votar a favor de la demócrata y contra el republicano, pero perdió.
En 2017 había recompuesto la relación con Washington y, siempre a las órdenes del tabasqueño y como anunciamos aquí en 2016, estaba listo para su incorporación a la campaña.
El cargo era natural: secretario de Relaciones Exteriores.
Desde ahí le sirvió, lo representó a múltiples foros internacionales, le acerco a Trump, con quien consiguió una cita para su reelección, y hasta lo llevó a la ONU.
CERO AUTONOMÍA
Con tanto mérito creía segura la candidatura, el dedazo.
Justamente al regreso de la ONU, el jueves 10 de noviembre de 2021, decidió apostar como le enseñó su maestro Manuel Camacho:
-¿Voy a ser o no voy a ser?
Tal vez no encontró respuesta, pues a continuación expresó deseos de abandonar el cargo de canciller y pidió autorización.
Ni eso le fue permitido.
-Déjame renunciar, Andrés. Si no soy yo juego contigo, pero por fuera.
En varias ocasiones se habló de ese posible relevo, sin llegar a conclusiones porque, lo dice la canción con aquello de ¿qué dices, Catalina: te quedas o te vas? Yo no me mando sola me manda Nicolás.
A la enésima plática:
-Espera el estado de México, Marcelo.
Llegó el plazo y con él la victoria soñada, consumada lo cual, el lunes 5 de junio pasado, vino la última consulta:
-¿Renuncio?
-Espérate.
De aquella plática surgió la cena en el El Mayor y parte de las reglas acordadas durante la mañana y signadas en la noche por las cuatro corcholatas reales -las entenadas no figuraban- y luego hechas reglas por Alfonso Durazo y Mario Delgado.
Todas menos los debates, rechazados abiertamente por Claudia Sheinbaum.
LA OPCIÓN DE CDMX
Un compromiso era separar de sus cargos a todas las corcholatas.
Como no hay equidad en la contienda y no nos vengan con que la ley es la ley, Marcelo Ebrard ha tensado las cosas en el oficialismo con denuncias por el uso de programas, estructuras y dinero públicos.
¿Cuál es su apuesta ahora?
Sin él en la ecuación, no ganaría el nuevo partido de Estado ni la corcholata lópezobradorista y por lo tanto es necesario hacer ajustes.
El obvio: si a pesar de sus flancos débiles López Obrador opta por Sheinbaum, será necesario acomodar bien y darle suficientes garantías a Ebrard.
Dos opciones: líder morenista en el Senado o la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Sí, la capital una vez más.
Ya se analizan los aspectos legales y, si es la instrucción presidencial, allá él si acepta lo que antes fue con un matiz: su cargo era titular del GDF y ahora sería de la Ciudad de México con nueva Constitución.
Tal vez desde ahí podría construir solo su candidatura presidencial.