Tras bambalinas
El huevo de la serpiente y el proyecto transexenal.
Por el tono de las conversaciones, las palabras que se usan, los temas que se esgrimen y la ausencia o violación de mecanismos legales para someter a todas las partes al orden, México se encamina a una de las contiendas electorales más violentas de su historia.
Vivimos uno de los momentos más tenebrosos de la política nacional, porque incluso el magnicidio más reciente de un líder político, Luis Donaldo Colosio, sólo ha servido para recalentar el odio y no para hacer un llamado a la unidad ante la acechanza del crimen organizado.
Al tema de un posible asesinato político, hay que añadir el asunto de un presunto golpe de Estado, que “cuatroteístas” y “conservadores” manejan desde el año pasado, como tesis para argumentar que los resultados de los comicios del 2024 no serán respetados.
Eso, más la percepción cada vez más generalizada de que el país se encamina hacia un sistema autoritario, nos colocan en ese ambiente tenebroso que mencionamos al principio, porque no se ve cercana ninguna ruta de reconciliación nacional.
Aunque parezca increíble, las familias mexicanas se han dividido. Para quien lea esto fuera del país, le parecerá exagerado, pero créame, hablar de política ya está prohibido en los convivios, incluso con amigos. Las pláticas terminan en agrias discusiones que no llevan a ninguna conclusión.
Las élites, de todos los signos ideológicos, han puesto en las mesas de las familias, esos elementos nocivos que hemos señalado, que enrarecen más y más el ambiente y que sólo abonan a la histeria colectiva, al odio, la división y la separación. Hoy se habla de un racismo entre blancos e indígenas, que antes no existía.
Igualmente, se ha incubado la idea de que México se encamina hacia un proyecto transexenal, basado en un decálogo que, según los hechos tangibles, pareciera tener todos los visos de realidad, por la serie de declaraciones, actos, acciones y omisiones en que ha incurrido el actual régimen.
PROYECTO TRANSEXENAL
De hecho, el primero en manejar esta tesis fue el famoso subcomandante “Marcos”, hoy “Galeano”, en el 2004, cuando acusó a Andrés Manuel López Obrador de incubar “el huevo de la serpiente”. Desde entonces empezó la confrontación con uno de los movimientos indígenas más representativos de México.
Un lustro antes, el EZLN había sorprendido y conmovido al mundo con una insurrección, más romántica que militar. Fueron los primeros en oponerse a la puesta en marcha del TLC, el Tratado más neoliberal y capitalista que exista actualmente en el planeta.
El Subcomandante “Marcos” emprendía, lo que llamó “La Otra Campaña”, mermado de salud, convencido desde entonces de que el país entraba a una época oscura, dominado por los apetitos de poder de una clase política profundamente corrupta, forjada dentro del PRI, pero con la colusión de los demás partidos.
En sus acusaciones no dejó títere con cabeza. Desde entonces dijo que AMLO era, dentro de la disputa de partidos y grupos, “el huevo de la serpiente”. Lo consideraba producto del mismo sistema corrupto y cabeza visible de la entronización de un régimen totalitario.
Lo comparó entonces con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari: "Nosotros hemos visto y analizado de cerca el gobierno de AMLO (...) Creemos que hay ahí el germen de un autoritarismo y un proyecto personal transexenal", señaló el subcomandante en un comunicado en 2005.
Así, fue el primero en visualizar ese “proyecto personal transexenal” y, por ello, calificó a López Obrador como "el huevo de la serpiente"; un "espejo" del ex presidente neoliberal Carlos Salinas, dijo en una de las etapas de su recorrido por el país, dentro de “La Otra Campaña”.
"Sólo no lo ven quienes no quieren verlo (o no les conviene verlo) y se siguen esforzando por verlo y presentarlo como un hombre de izquierda". "Consideramos nuestro deber advertir, definir y definirnos", dijo Marcos en aquel entonces, cuando la confrontación con el movimiento indígena había tomado tonos violentos.
Su premonición se extendió al famoso Tren Maya y cuestionó la presunta “consulta” popular que escenificó el gobierno federal. Los zapatistas advirtieron: “Está consultando a que (…) vengan a enfrentarnos, a nosotros los pueblos originarios y en especial a nosotros, al EZLN, con esa su porquería Tren Maya…”
“No lo aceptamos”, dijo desde entonces el subcomandante Moisés. “No, nosotras, nosotros, zapatistas, NO nos sumamos a la campaña ‘por el bien de todos, primero los huesos’. Podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”.
En 2019, sin mencionarlo por su nombre, en el mensaje de año nuevo, el Ejército Zapatista se refirió a López Obrador como “tramposo”, “mañoso”, “loco”. Los nietos de Emiliano Zapata, en Morelos, también se distanciaron del actual presidente de México y lo consideraron “traidor” por permitir la construcción de una presa.
EL HUEVO DE LA SERPIENTE
Toda esta historia viene a cuento, porque el mismo que ha promovido el odio, la confrontación y el abuso de poder, hoy se queja de una “campaña en su contra”. El mismo que dijo: “solo a los ricos los secuestran”, dice que lo quieren acusar de un posible “magnicidio”, o de un intento de agresión a candidatos y periodistas.
El mismo que ha satanizado a las clases medias por querer tener una mejor vida, mejor ropa y estudios fuera del país, hoy se victimiza y dice que hay una campaña en su contra, un complot para desprestigiarlo a él, a su familia y a su “movimiento” a favor de los pobres.
Lo peligroso en el discurso de AMLO, es que no sólo se victimiza; pone nombre, apellido y datos fiscales de sus enemigos. Viola una y otra vez las leyes electorales, el código fiscal, la Constitución, al desacatar fallos judiciales, desaparecer instituciones y filtrar documentos privados.
Lejos de convocar a los mexicanos a la unidad, los vuelve a llamar a la división, a la polarización y al enfrentamiento. Da valor y peso a las palabras de “los adversarios”, cuando aquellos hablan de magnicidio o Golpe de Estado, pero no parece dimensionar el peligro de sus propias palabras.
Sin embargo, a contracorriente de la realidad, en estos momentos ha perdido la primera batalla mediática. Ha visto que, a veces, las palabras tienen más peso que el más poderoso batallón de tanques y metralletas. Por eso, hoy es más evidente que está en marcha el Decálogo del autoritarismo en México.
Después de “la guerra de castas”, en Yucatán, que se levantó contra los grupos privilegiados de “blancos” (criollos y mestizos), hace 175 años, hoy el EZLN se convierte en la nueva conciencia crítica, que visualiza la falsedad con que se han movido uno y otro bando. Analice usted los hechos y diga si no es el decálogo.
Crea un enemigo. Es el primer punto con que inicia el manual para obtener el poder total. Es indiscutible que esto empezó desde el momento mismo en que se creó la acepción de “conservas, fifís, aspiracionistas”, contra “Primero los pobres”.
Erige a un salvador. Esto se generó desde hace 18 años, bajo esa consigna de “primero los pobres”, slogan que la ciudadanía adoptó con facilidad, ante la evidencia de un sistema que, a lo largo de 70 años, sólo enriqueció a una élite política y a una casta de ricos que han multiplicado sus negocios hasta ahora.
Levanta una ideología. Por ello inició un “movimiento”, que hoy se denomina Cuarta Transformación. Se habla de un cambio de paradigmas en educación, salud, asistencia social, economía, sindicalismo, empleo y trabajo; comunicación. Se habla de terminar con el control mediático y político de unos cuantos.
Violencia, poder y control. Es incuestionable que actualmente, México vive uno de los momentos de mayor violencia en toda su historia desde la Revolución. Bajo el lema “Abrazos, no balazos”, se ha desatado una era criminal con más de 160 mil asesinatos violentos, incluidas ejecuciones, fusilamientos, linchamientos.
Exterminar al enemigo. Pese a dicho ambiente de absoluta inseguridad y nula garantía de los derechos individuales, desde Palacio Nacional se inauguró un sistema de ataque directo, personal, contra adversarios políticos, medios, columnistas, pese a que han muerto más de 150 periodistas en este régimen.
Destrucción de los Poderes Democráticos. Nos guste o no, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es el referente institucional del Poder Judicial. Junto con el Legislativo y el Ejecutivo establecen el necesario “equilibrio de Poderes” que debe haber en toda nación democrática. Hoy está roto ese equilibrio.
Adoctrinamiento. A través de sus millones de seguidores, el régimen emprendió, desde el año pasado, una verdadera campaña de desprestigio y ataques contra los ministros de la Corte, que incluso han puesto en riesgo su integridad física. Hoy la amenaza todavía se ve a las puertas de dicho Poder.
Usa la propaganda de partido. Para atacar a los otros poderes, a las instituciones y a los críticos, Morena ha hecho uso de este instrumento, apuntalado por una ilegal campaña de apoyo a sus “corcholatas”, en especial de Claudia Sheinbaum, que acumula bardas con su nombre.
Inicia culto e inmortalización de la imagen del líder. Como es evidente que, sin AMLO, Morena es una estructura hueca, todos sus militantes no dan un paso ni pronuncian un discurso, sin traer a cuento la figura de López Obrador. Es un Dios, el más bueno, el que vino a doblar a todos los corruptos.
Propicia el paternalismo o populismo. Finalmente, para engrandecer esa figura y esa imagen, se subraya los apoyos sociales que el régimen ha creado, como son las pensiones, las becas para estudiantes. Se esparce la versión de que esto terminará si la 4T pierde el poder.
Por todo esto, podemos advertir que México se encuentra en un momento crítico de su historia. Podría confundir la idea del gran benefactor. No entender por qué, el mismo que les habla de “autosuficiencia” alimentaria o energética, es el mismo empeñado en mantener el tratado comercial más neoliberal del mundo.
Se promueve la ausencia de Estado, con el debilitamiento de los otros poderes. Por eso algunos decimos que se promueve un “autogolpe de Estado”. Se empieza a crear un ambiente de terror, tortura, ejecuciones del crimen organizado, que el Estado no puede o no quiere combatir.
La propaganda de las dictaduras se inculca a toda la población. Los niños son adoctrinados desde la educación básica, para evitar que haya células que se opongan al régimen establecido. Esto les garantiza perpetuidad. Para ello va la creación de “Comités de Defensa de la 4T”, como si fuera una guerra.
En cierta forma lo es. Los viejos de hoy están de cara al pragmatismo, aunque el futuro de sus hijos y nietos se encuentre en riesgo. Los Comités en colonias y barrios, luego pueden convertirse en células, controladas por intereses no legales, como ya ocurre en muchas regiones del país. Véase Chiapas y Michoacán.