Un michoacano en Panamá
EL FASCINANTE MUNDO DE LAS MULAS
II de V partes
Aquí, en la capital panameña, la gran mayoría de los habitantes presumen con un insospechado orgullo, a primera vista, la fascinación de recorrer por el Caribe una parte de 80 de las 365 pequeñas islas del archipiélago de Gula Yala o de San Blas o de Las Mulas.
Y no es para menos; para arribar al rústico, bullicioso y atrabancado puerto de Carti, el inevitable paso hacia el paradisiaco lugar, son más de tres intensas horas de trayecto en vehículos todoterreno, algunas distancias accidentadamente zigzagueantes, haciendo dos recesos, en dos garitas, una migrante y otra étnica.
Al menos, en domingo, en los muelles de madera vetusta hay un acalorado y, a veces, pareciera un anarquista ir y venir de los indígenas gunas, quienes conforman un pueblo con un pasado guerrero y un presente capaz de volver a las batallas armadas para defender sus orígenes, su identidad.
La mañana no es calurosa ni fría, al llegar los de aquí son abundantes, numéricamente hablando, pero media hora más tarde son desplazados por decenas hasta formar centenas de visitantes extranjeros, en donde los mochileros suelen ser los más aspavientos, algunos con estragos nocturnos.
En el sitio no hay ni tiendas de abarrotes ni tianguis ni fondas, apenas a lo lejos unos mal olientes sanitarios, eso sí una marabunta – de más de quince nacionalidades, mucho más- con cargamentos de alimentos a cuestas, en las manos, bajo el brazo, en la espalda…
La espera, para abordar una lancha, desespera; hay tantas embarcaciones de ida y vuelta que casi es imposible contarlas, lo cual también sería ocioso, aunque hace menos tedioso el permanecer mirando hacia los cuatro vientos esperando algo, un guiño de un no sé qué, para entretenerse.
Por fin, tras casi una hora, abordamos lo más parecido a una barcaza que rápidamente, y en un poco más de dos mil minutos se adentró hacia incontables pequeñas islas, pero, literalmente, hermosas, de blanca arena y aguas templadas, de color turquesa, que, a veces, jugueteaban con el andar de las diminutas canoas.
Si, un mágico viaje, inimaginable…
La historia, el origen
El archipiélago de Guna Yala (también conocido antes como archipiélago de San Blas o archipiélago de las Mulatas) es un conjunto de 365 pequeñas islas e islotes pertenecientes a Panamá situadas frente a la costa norte del istmo, al este del canal de Panamá, de las que solamente unas 80 están habitadas. Es el hogar de los indígenas guna, que forman parte de la comarca Guna Yala a lo largo de la costa caribeña oriental de Panamá.
Los indígenas guna son conocidos por su arte decorativo, por ejemplo, en las molas. Las molas suelen ser muy brillantes y coloridas y a menudo son usadas como ropa. Antes de que los indígenas se convirtieran al cristianismo traído por los misioneros, la mayoría se vestía con ropa típica pintando además sus cuerpos, y utilizando diseños coloridos. Cuando llegaron los primeros europeos muchos indígenas empezaron a reemplazar sus vestimentas por la ropa traída por ellos, abandonando muchos sus diseños de pintura corporal.
Los guna rendían culto a un dios llamado ibe orgun. El jefe de todas las islas vive en una isla llamada Acuadup, lo que significa Isla roca. Los gunas son cazadores y pescadores, son un pueblo muy limpio y en algunas de las islas tienen la oportunidad de asistir a la escuela. La mayoría de los hombres hablan español y las mujeres son las que cuidan más sus tradiciones.