El plan B de López Obrador/Javier Lozano Gamiño
El Plan B de López Obrador
Javier Lozano Gamiño
La carta sigue trascendiendo en los temas dominantes de la agenda pública. Es claro el efecto que generó la misiva que mandó el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, a los gobernadores de las entidades donde gobierna el lopezobradorismo. Eso, no sólo reconfiguró el plano electoral de cara al proceso del 2024, sino rompió con la especulación o la percepción que se tenía.
Este mismo fin de semana el presidente López Obrador puso en marcha el plan B. Quitó a Claudia Sheinbaum el título de favorita y dotó a todos los aspirantes a la silla presidencial en igualdad de condiciones dejando, atrás, el Cenit que durante muchos meses perteneció a la jefa de gobierno de la Ciudad de México, al menos eso se notaba en la cargada y los elogios que recibía en Palacio Nacional.
Tal vez Claudia Sheinbaum no fue capaz de equilibrar tanta presión y mantenerse como jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Quiso realizar campaña y gobernar; eso le acarreó desgaste en la lucha interna por la candidatura de Morena, incluso la propia encuesta de hoy- en el Financiero- muestra el descenso acelerado que tarde que temprano tenía que suceder porque la regenta se lanzó a promocionarse por todo el territorio nacional al grado de olvidar completamente su responsabilidad.
Eso provocó una erosión en la gobernabilidad de la capital del país. Sólo así podemos explicar la lectura de la carta que envió el dirigente nacional que fue, en ese sentido, el interlocutor del presidente Obrador. Por tal motivo, AMLO puso en la cancha al cuadro titular de la contienda, es decir, a los cuatro aspirantes que jugarán por la sucesión presidencial para que arrecien el calentamiento pues el panorama estaba pintando inestable.
Con esas condiciones en contra el presidente no tuvo de otra más que corregir la estrategia presidencial. De hecho, el propio Mario Delgado, en su calidad de dirigente nacional fue el encargado de oficializar la competencia interna que jugarán Marcelo, Adán Augusto, Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal. Este último, por cierto, un elemento clave para modificar el plano sucesorio dado el reclamo que cargó sobre sus hombros.
Recuerdo que, esa consigna, ha sido la bandera de Ricardo Monreal que defendió, en todo momento, el derecho legítimo de participación. Tanto él, como un inmenso porcentaje de militantes y simpatizantes que todo el tiempo pidieron tomarlo en cuenta, son un factor determinante para equilibrar la balanza. De hecho, cargaron siempre el enorme peso de la segregación y la exclusión que padeció el coordinador de los senadores de Morena por más de 17 meses consecutivos.
Pese a eso el senador Ricardo Monreal no bajó la guardia, ni mucho menos dio tregua para bajarse de la aspiración legítima que, hoy en día, ha oficializado el partido de Morena a través de su imagen más visible, la de Mario Delgado. Incluso, en conferencia de prensa en el Estado de México, volvió a reconocer el derecho desde que se sumó al zacatecano.
Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Todavía falta que los fragmentos que alientan la narrativa de una misiva se cumplan al pie de la letra. Es un buen comienzo; falta esperar las reacciones o el propio comportamiento del presidente López Obrador. Él, en ese sentido, debe estar dispuesto a mostrar voluntad y apertura democrática a quienes han manifestado la intención de competir pues una división interna puede desencadenar una degradación que ponga en riesgo el triunfo del 2024.
Gracias a Ricardo Monreal, que empujó con firmeza, el mandatario federal consideró enmendar el camino sucesorio. Era mucha presión, porque el mismo presidente fue quien ocasionó que la situación comenzara a salirse de control desde el momento que abrió el juego de las corcholatas. De hecho, no sólo creció la fiebre electoral en la clase política, sino también acrecentó la tensión que provocó el arranque en Palacio Nacional.
El solo hecho de nombrarlo, en conferencia matutina, el presidente López Obrador despertó el interés. El problema es que, con ello, se calentaron los ánimos de los equipos de las corcholatas al grado de llegar a la manipulación, como el caso de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores.
Seguramente el presidente reflexionó sobre el costo político que estaba provocando sostener la cargada a favor de Claudia Sheinbaum. Por tal motivo, el mandatario federal rectificó la estrategia y ha decidido, todo parece indicar, que la sucesión se juegue en una cancha neutral y bajo las mismas reglas de participación. Siendo una situación de esa naturaleza, dependerá de la habilidad y la sagacidad para posicionarse en el mapa electoral.
De entrada, noto más fresco y relajado al senador Ricardo Monreal que ha sabido jugar en distintas canchas y bajo cualquier circunstancia. Tiene experiencia en procesos de elección y sabe remar a contracorriente. En otras palabras, cuenta con las características idóneas para ganar el proceso interno de Morena porque ya es, desde el fin de semana, una corcholata oficial de Morena.