Punto de encuentro/Julio Ibarrola
NO VIVAS “MUERTO”
Es natural que los problemas de la vida nos provoquen desaliento, mengüen nuestras fuerzas y deseos de seguir viviendo o de salir adelante. Y esto se ha acentuado más a raíz de los problemas ocasionados por la pandemia, no sólo en materia económica sino en la salud mental de las personas sin distingo de género, preferencia, edad ni posición social. Y peor porque luego, cuanto más mal nos sentimos y/o cuando traemos un desgaste sumo ya acumulado, parece que todo lo malo o todos los problemas se ponen de acuerdo y se nos echan encima, sin sacar turno.
Sentimos acuestas una loza más pesada que la del mismo Pípila, aunado a los distractores de la vida (placeres, materialismo, estrés, etc.) hacen que nos confundamos o desviemos de lo que es verdaderamente importante o que de plano nos rindamos.
Cuando uno termina rindiéndose es cuando uno termina “viviendo” muerto, es cuando uno se deja llevar por los torrentes de la vida y hasta donde el impulso alcance. Es cuando hay que sacar fuerzas de las flaquezas y de las experiencias vividas y retomar ese entusiasmo y sentido por la vida para no vivir zombi.
Hay que fijarnos un sueño, un ideal que anhelemos y que sea éste el que nos mueva, el que nos impulse a emprender acciones para conseguirlo. Ayuda mucho tan sólo el pensar la satisfacción o el placer que se obtendrá al lograrlo o hacerlo o el mejorar uno mismo. Y si somos creyentes y devotos de un ser superior y espiritual: Dios, pues que mejor para hacer oración y meditar y pedirle su ayuda, que nos fortalecerá y reconfortará.
Que la vida no nos pase de noche, debemos de ir creciendo a través de ésta; hacerse viejo (físicamente) no requiere talento o habilidad alguna; es, biológicamente algo natural. Pero hacerlo por dejar de jugar, reír y soñar ya es otra cosa; es un suicidio mental.
No hay que dejar que la vida se nos vaya como el agua entre las manos. No hay que dejar de “reinventarse”. Término muy usual hoy en día, que tanto lo escuchamos que ya nos pasa desapercibido o no sabemos concretarlo y llevarlo a cabo por no encontrar una idea clara de su significado.
Reflexionando en ello, yo lo disgregaría en tres etapas o momentos por tratar de explicarlo de alguna manera:
- Hay que aprender a desaprender: es decir, para poder crecer en ocasiones tenemos que romper con prejuicios o estructuras y moldes mentales o conductuales que nos han sido impuestas o “enseñadas”; hay que buscar hacer y pensar las cosas de manera distinta a las aprendidas susceptibles de mejorarse.
- Hay que saber aprender a no aprender: es decir, a no apegarse o aferrarse a que ahora lo que pienso o como hago las cosas son ley.
- Hay que aprender a aprender: es decir, hay que cuidar en no caer ahora en el extremo de las anteriores y encontrar el punto justo de equilibrio e ir aprendiendo a vivir nuestra vida como uno se la vaya fijando y no como se la vayan imponiendo a uno. La directriz es simple: auxíliate de los principios y valores universales del ser humano y acepta consejos o al menos escúchalos.
El 2023, apenas comienza y nunca es buen momento para reflexionar y emprender. No claudiques y persigue tus sueños, mientras más alto vueles, más lejos llegarás y verás; no apuntes ni mires al suelo sino al cielo. Muchas veces lo urgente no es lo más importante, no vaya a ser que se te vaya la vida en buscar una “mejor” ; sino prioriza y organízate para que aprendas y disfrutes la vida que ahorita tienes, degústala. Dale vida a tus momentos, a tus años y no más años a tu vida que se te irá de las manos y luego te arrepientas.
Nunca es demasiado tarde para intentar aquello que probablemente pueda ser: si lo intentas e ideas nuevas estrategias; no esperes cosas nuevas y diferentes, haciendo lo que ya has probado y no ha funcionado.
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