El derecho a disentir
Los gestos, indirectas y los tratos de segregación no han sido suficientes para descarrilar a Ricardo Monreal del juego presidencial del 2024. A eso hay que sumarle que existe, desde hace más de un año, una descarada y desatada guerra sucia en contra del zacatecano surgida- en la medida que se percibe- como un mecanismo de presión para tratar de someterlo, incluso lo hacen cuestionando las determinaciones o decisiones legislativas.
Pese a toda la guerra sucia el senador Ricardo Monreal ha sorteado cualquier obstáculo y ha salido adelante desde el inicio de la hostilidad. Fue hace más de un año desde que el juego sucesorio se puso en marcha. De hecho, esa confrontación curiosamente se da después de que Claudia Sheinbaum no fue capaz de refrendar el gran paso de Morena en la capital del país.
Desde ese tiempo el mandatario cambió la actitud hacia Ricardo Monreal. No me quiero ni imaginar el grado de conspiración e intrigas que sembraron en contra de él porque la narrativa del presidente- en ocasiones- se exalta y sube de nivel a través de indirectas. Por ejemplo, estas acciones que realiza constantemente el mandatario de nombrar solo a tres aspirantes a la presidencia y llamarlos “hermanos” es un acto que deja mucho a la imaginación, sobre todo viniendo de manos de López Obrador ya que ha creado una atmósfera de división que promueve fricciones puesto que abre paso a la segregación impulsada desde la propia sede de Palacio Nacional.
Es una pena que- el propio presidente- centre la narrativa en tres aspirantes cuando- en los hechos- son cuatro presidenciables de Morena reconocidos por las propias bases del partido. Sin embargo, la lingüística del presidente Obrador nos obliga a pensar que, en esta coyuntura, hay discriminación y exclusión. De hecho, durante más de un año y medio esa ha sido la tónica del proceso sucesorio anticipado; es mucha la influencia que ejerce el mandatario sobre el desarrollo de definiciones tales como impulso y publicidad desde la máxima tribuna, lo mismo que halagos con términos de hermandad.
Eso es, aquí y en cualquier parte del mundo, un acto de segregación para Ricardo Monreal que se ha enfrentado a todo tipo de mecanismos e instrumentos de hostilidad. Es semejante a lo que vivió el propio presidente Obrador en períodos presidenciales del 2006 y 2012. Y, con esa misma habilidad, el zacatecano ha sabido esquivar y sobreponerse a pesar de lo complejo que ha sido sortear un trato a rajatabla por ser dueño de su propia voluntad.
Es eso: a Ricardo Monreal lo han tratado de golpear porque no se somete a los designios presidenciales. La mayoría de los legisladores lo ha hecho por temor a ser estigmatizados o señalados por el dedo todopoderoso de Palacio Nacional; sin embargo, después de haber vivido en carne propia un proceso que ha estado marcado por la exclusión el zacatecano abre paso galopante a través de una identidad misma que es, en términos políticos, la de un hombre libre e independiente que no niega ni muchos menos esconde su personalidad.
Ricardo Monreal es un aliado de la transformación, pero no un siervo de los intereses unilaterales que han tratado de pasar por encima, incluso de la propia constitución política como lo que pasó con la aprobación del proyecto en materia electoral. En este caso, el zacatecano, y otro senador, fueron los únicos legisladores coherentes y conscientes del grado de inconstitucionalidad que contenía un bosquejo plagado de irregularidades y, en una conducta consecuente a lo que piensas y haces en la práctica, el coordinador de los senadores de Morena se guió por los principios.
Por ello, el derecho a disentir no está haciendo una conducta tolerable y respetable; al contrario: se convirtió en un mecanismo de linchamiento mediático. Piensan, erróneamente, que haber votado en contra es un acto de deslealtad al movimiento. Aunque no sea así- porque se supone hay tolerancia y respeto a las decisiones- el culto excesivo a una imagen nubla o impide ser flexibles con quienes tienen un punto de vista distinto solo por el hecho de no compaginar con un punto.
De hecho, el propio presidente es quien se encarga de etiquetar o estigmatizar, sin embargo, el propio Tribunal Popular juzgó y manifestó- a través de muchos sectores- la buena determinación de Ricardo Monreal después de votar en contra del proyecto electoral.
Se creó, desde ese momento, una especie de juicio positivo a favor del zacatecano posterior a la determinación del pleno. A partir de entonces, se endureció la narrativa indirecta de Palacio Nacional, pero se ganó credibilidad del colectivo que es, en política, el mayor juez y aquel que califica los atributos de la clase política del país.
Y, lo que hizo Ricardo Monreal, fue calificado por la sociedad como una buena determinación y el respeto al derecho a disentir.