Precampaña en tiempos de crispación
Es un hecho que la población en México viva uno de los mayores niveles de crispación política-social. Mal augurio, en consecuencia, para un proceso electoral federal en el que estarán en juego no solo las Cámaras del Congreso, de diputados y senadores, nueve gubernaturas, sino además la presidencia de la República.
Aún más riesgoso para este entorno es que vivimos una sucesión adelantada, en donde los tiempos oficiales para realizar proselitismo no solo no están siendo respetados, sino que las normas que regulan ese tipo de actos, hasta hoy ilegales, pueden desaparecer en el marco de la reforma electoral en curso, lo que daría un toque de mayor corrosividad de la que se vive hoy.
Hoy la disputa es por el manejo y control del INE, así de sencillo. Porque quien controle el INE tiene ventaja en las elecciones del 2024. Es por ello por lo que el nivel de crispación que se vive llega a grados en que muchos de los actores políticos, sobre todo del Ejecutivo, traspasan las delgadas líneas divisorias entre lo legal y lo ilegal.
Ya nadie duda de que hay un política oficial de venganza hacia los grupos, organizaciones y personajes contrarios al gobierno y al morenismo, o mejor dicho al llamado “humanismo mexicano”, como se dio en llamar al estilo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Venganza porque detrás de decisiones de carácter nacional en las que la voz y la decisión presidencial se ha topado con pared, es decir con una oposición o rechazo, ha sobrevenido una respuesta tajante, contundente, incluso amenazante.
La presencia del secretario de Gobernación en las Cámaras del Congreso, cabildeando personalmente con legisladores federales el Plan “B de la Reforma Electoral, es una pequeña muestra de la intolerancia con que se piensa y actúa.
Podemos citar casos recientes. La determinación, finalmente lograda, para que el Ejército mexicano amplíe su injerencia en asuntos de seguridad pública, obligó al oficialismo, léase Presidencia y las representaciones de MORENA en las Cámaras del Congreso, a acorralar a todo opositor, al costo y con las formas que fuera.
Ese oficialismo logró vencer y dominar al todavía líder nacional del PRI, Alejandro “alito” Moreno, quien un día salió muy empoderado a rechazar la militarización de la seguridad pública y otro a justificar el por qué su partido había votado a favor de esas esas reformas.
El Mensaje era claro. “Alito” intentó ser opositor y todos los trapos sucios y cuentas pendientes que tenía salieron a relucir coincidentemente en momentos claves de una votación. Lo que ocurrió al dirigente nacional priísta provocó un mensaje claro a otros, que mejor optaron por la no oposición.
Más recientemente, con la celebración de la marcha a favor del INE –“El INE no se toca”, corearon miles y miles de mexicanos en su caminata del Ángel de la Independencia a la Plaza de la República- y el fallido intento de aprobar reformas constitucionales en materia electoral, el presidente López Obrador y toda la estructura oficial, salen a aplastar, literalmente, a toda expresión de rechazo, al costo y por las formas que sean, como lo podremos ver.
Toda la estructura oficial de MORENA, desde el presidente mismo, hasta los cuadros porriles de ese partido, no solo salieron a desacreditar una expresión de inconformidad de miles de mexicanos, que no ven conveniente ni necesario reformas el actual sistema electoral y menos “amputar” brazos y piernas al INE actual, sino a burlarse de ellos tachándolos casi casi de insurrectos.
Hoy el país está frente a un nuevo intento de intolerancia. A 72 horas de que venza el periodo ordinario de sesiones del Congreso, el Ejecutivo hace todo y más para que sea aprobado el “Plan B” de la Reforma Electoral sin dar paso a un debate plural, responsable, abierto y democrático, como amerita ese tipo de modificaciones a la norma que regula los procesos electorales en el país.
La consigna es que salga ya, que salga lo más apegado a lo que propuso y que las voces opositores, aún así sean de casa, como lo es la del coordinador senatorial Ricardo Monreal Ávila, sean acalladas con el uso de la fuerza del Estado.
Con la no aprobación de una reforma constitucional en materia electoral, la situación no ha sido distinta, sino por el contrario, reavivó aún más la sed de imposición del oficialismo.
Es por ello que el multicitado “Plan B” de la reforma electoral deberá quedar finiquitado antes de que termine el actual periodo ordinario de sesiones, el próximo día 15 de este mes, porque se requiere que, al comenzar el nuevo año, el actual INE no solo carezca de recursos -cabe recordar que para el ejercicio fiscal 2023 le recortaron al INE casi 7 mil millones de pesos- sino que sus facultades sean recortadas al máximo.
El operador de esta reforma es, por lo que se sabe, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, pero en lo real, en los hechos, la concreción de la reforma electoral está en manos del líder senatorial Ricardo Monreal Ávila.
Poco a poco se va tejiendo la red de hechos políticos que definirán el rumbo de la política electoral de cara al 2024, la sucesión, y de cara a nuevos proyectos transexenales.
Ricardo Monreal ha dicho en las últimas horas que él y sus correligionarios en el Senado de la República trabajarán analizarán y, en su caso, discutirán con prudencia, responsabilidad y respeto a la Constitución la minuta aprobada en Cámara de Diputados sobre las 6 leyes modificadas que integran el llamado “Plan B” de la reforma electoral.
El líder de Morena en el Senado Ricardo Monreal Ávila no se ha comprometido a aprobar esa reforma, ni le ha ofrecido al presiente que tendrá lista esa reforma a como dé lugar y al costo que sea. Por el contrario, el zacatecano se comprometió, contrario al estilo vengativo promovido desde el oficialismo, a que no habrá fast track ni albazos, sino debate serio, profundo y responsable.
Si sale la reforma electoral, como lo pide, el presidente restregará su logro en la cara de sus adversarios y los pondrá en contra de la sociedad para que los suyos los devoren, con sus críticas y ofensas. Pero si no se logra esa reforma, todo el oficialismo, comenzando por el presidente, tratará no de acabar o atarles las manos a sus opositores, sino que buscará aplastarlos.
Tiempos de crispación. Lo que suceda en las próximas horas en el Senado de la República, generará una ola de confrontación mayor a la actual, pero sobre todo redefinirá el juego de la sucesión adelantada.