Tras bambalinas
Repercusiones de la marcha y el juicio de la historia.
Por Jorge Octavio Ochoa. Los seguidores de López Obrador no han entendido. La marcha realizada este domingo no fue para compulsar simpatías, popularidades o volúmenes de asistentes.
Es, simplemente, la primera gran reacción de millones de mexicanos que han visto, con desilusión, cómo se desmorona la esperanza de un verdadero cambio. Quedan menos de 700 días al régimen y la situación va de mal a peor.
Sale sobrando si los voceros del régimen quieren reconocer la presencia de mas de 300 mil almas recorriendo el centro de la Ciudad de México, o si la quisieron boicotear con una contingencia que les vino “como anillo al dedo” en domingo.
El juicio de la historia ya vendrá y no parece ser nada halagüeño para la llamada 4T. Lo delicado es el juicio político y jurídico que tarde o temprano se tendrá que discutir, porque el presidente de México una y otra vez se apartó de la ley.
El presidente se enfrenta, desde ahora, no sólo ante el inminente juicio de la historia, sino también de un muy factible juicio político o judicial por actos y omisiones. Además, esas clases medias a las que tanto desprecia ya salieron a las calles.
¿Ahora, cómo las regresará a sus casas? Es el dilema, a la inversa, de lo que ocurrió con el Ejército: dijo que los regresaría a sus cuarteles, pero los dejará en las calles al terminar su mandato, con aerolíneas y hoteles incluidos.
NO GOBIERNA PARA TODOS.
El primer acto jurídico que tenía que acatar, al emitir su juramento como Primer Mandatario de la nación, era cumplir y hacer cumplir la Constitución y sus leyes y, sobre todo, gobernar para todos los mexicanos. No lo hizo.
Así quedó plasmado hace unos días, cuando públicamente admitió que unos 30 millones de compatriotas no están de acuerdo con él. Aún así, no frenó sus epítetos. Durante 5 días seguidos los llamó, entre otros calificativos: rateros y deshonestos.
Esto cae en los rangos de la difamación porque, en millones de casos, lo único que hubo fue un cambio de opinión, como él dice, y esos millones de mexicanos no merecían las ofensas de aquel a quien concedieron su voto en el 2018.
López Obrador no gobierna para ellos, sólo para sus fanáticos y con ello viola la Constitución y el juramento que hizo al iniciar su mandato. Vistas así las cosas, lo ocurrido este domingo 13 de noviembre del 2022, es el inicio de la fractura.
Esta fecha marca un parteaguas. La desesperación y la furia del Presidente, se debe al hecho de que su movimiento no cuaja: Morena se desmorona, no alcanza a convertirse en el partido del cambio.
Peor aún, se empieza a sumir poco a poco en las aguas fangosas de las pugnas y la división. Incluso sus otrora ideólogos hoy son sus más furibundos críticos y otros leales, reconocen que se le ha pasado la mano con su estrategia de polarización.
Como dijo José Woldenberg: ciudadanos de diferente orientación política, extracción social; militantes de partidos, integrantes de organizaciones sociales, personas sin filiación específica se dieron cita y entonaron el himno nacional.
“Solo desde el autoritarismo más ciego se puede aspirar a homogeneizar esa riqueza de expresiones”, advirtió desde el Monumento a la Revolución, el que fuera el primer presidente del antiguo IFE.
Todos esos ya no se sienten representados. Él dice que son 30 millones, podrían ser menos, podrían ser más, pero él, ha abjurado. Tal y como lo señalamos aquí la semana pasada: desde Palacio Nacional se quiere dar un golpe al Estado.
Woldenberg recordó que entre 1977 y 2014 se llevaron a cabo 8 reformas político-electorales. Se crearon autoridades electorales autónomas y tribunales autónomos, para desahogar la aguda conflictividad.
Se construyeron condiciones equitativas de competencia. “De manera paulatina, pero sistemática nos acostumbramos a la diversidad, a las contiendas competidas, a las alternancias en los ejecutivos, a los congresos plurales…”
Woldenberg lo plantea claramente: “lo edificado se quiere destruir desde el gobierno”. Esto significa una regresión a los tiempos de partido único y presidencialismo omnímodo.
“México no puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno, incapaz de garantizar la necesaria imparcialidad en todo el proceso electoral. Nuestro país no merece regresar al pasado…” advirtió Woldenberg.
Puso al descubierto las verdaderas intenciones de López Obrador: centralizar todos los procesos electorales en dos instituciones descomunales que suplan a los institutos electorales y tribunales estatales.
“México no merece una reforma constitucional en materia electoral impulsada por una sola voluntad por más relevante que sea”.
“México no puede ni debe trasladar el padrón electoral a otra institución porque el INE ha cumplido con creces en la elaboración de un listado confiable, cuyas credenciales se han convertido de facto en cédulas de identidad ciudadana”.
La pugna está abierta y, a la luz de la pretendida reforma electoral de López Obrador, nada garantiza que sean confiables. Sólo buscan entronizar a su partido, Morena, con todo y su cauda de corrupción.
Está en riesgo:
- Un padrón confiable
- Equidad en las condiciones de competencia.
- Imparcialidad de los funcionarios profesionales.
- Conteo pulcro de los votos.
- Resultados preliminares en la noche de la elección.
- Que ganadores y perdedores sean definidos por el voto.
En las imágenes y en los hechos, quedará de manifiesto el intento del régimen de boicotear la marcha de la Ciudad de México implementando una contingencia. Pese a ello, hubo alrededor de 300 mil asistentes.
Tampoco pudo ocultar las marchas y manifestaciones de protesta en más de 20 estados de la república. Por eso sale sobrando la cifra dada a conocer por Martí Batres, aquel que alguna vez repartió leche contaminada, para repartirla a los pobres. Así son ellos.