Layda en América
El martes del Jaguar fue creado, sin duda, como una especie de espectáculo televisivo donde su conductora, la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, aprovecha los reflectores y el espacio de comunicación para intentar golpear a la clase política del país. Con el pretexto ensalzado de poner por delante su “valentía” para hablar de temas, según ella de interés público, quiere sacar provecho a través de una estrategia de golpeteo.
Lo hizo con Alejandro Moreno, presidente nacional del PRI. De esa forma le sirvió la estrategia para someter al dirigente del tricolor. De hecho, ese mismo método lo quiso aplicar con el coordinador de los Senadores de Morena, Ricardo Monreal cuando lo acusó, sin fundamento, de haber tenido una conversación vía WhatsApp con el líder del Revolucionario Institucional.
Y Layda se esforzó, pero hizo el ridículo con una conservación manipulada. De hecho, hasta donde sabemos, hay una serie de inconsistencias en las capturas de WhatsApp que fueron presentadas como prueba de la maquinación. El mejor ejemplo son las posiciones claves de hora y fecha debido a que- la propia presentación que realizó Sansores- no mostraba características que van implícitas en la aplicación.
Algo totalmente fuera de la realidad con voces recreadas para dirigirse a los televidentes como una especie de drama o espectáculo para intentar causar morbo o intriga del desenlace. Incluso, este mismo mecanismo lo comparé- hace unos días- con los melodramas que presentaba la conductora Sudamericana, Laura Bozzo, que siempre llevó a la pantalla un lenguaje o narrativa de engaño haciéndonos creer que las historias eran reales.
A juicio de la una inmensa mayoría, se hizo algo semejante con el Martes del Jaguar que es, sin duda, una emulación del pasado programa televisivo de Laura en América. Éste es un caso parecido pues los protagonistas del espectáculo ofrecen un pobre melodrama que no influye, ni mucho menos genera impacto porque de ninguna manera es creíble desde cualquier punto de vista.
Un tema que resulta muy evidente en la actuación porque no hay diferencias, sino similitudes con el personaje de Laura en América que intenta centrar la atención en la intriga y el desenlace de la confabulación fabricada.
Y eso trajo, hace unos días, una reacción natural. De hecho, Ricardo Monreal recurrió al recurso jurídico dado la gravedad del asunto pues la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, incurrió en varios delitos y violaciones a la constitución. Dada la magnitud de la falta, el coordinador de los Senadores hizo muy bien en presentar su denuncia penal. Así, será la propia Fiscalía General de la República la que haga la investigación y evaluación correspondiente.
Incluso, el artículo 16 de la Constitución establece que las comunicaciones privadas son inviolables, que la ley sancionará penalmente cualquier acto que atente contra la libertad y privacía de las mismas, excepto cuando sean aportadas de forma voluntaria por alguno de los particulares que participen en ellas. Entonces, contemplado qué la falta es grave, las sanciones que podrían llegar aplicarse, según el Código Penal Federal, son de seis a doce años de prisión y de trescientos a seiscientos días de multa.
A propósito de ello, y teniendo en cuenta que eso fue un acto premeditado para golpear políticamente a Ricardo Monreal a través del programa Layda en América, hay confianza de la población civil de que la autoridad haga su labor de algo tan notable qué confabularon desde la entidad de Campeche para intentar debilitar a Ricardo Monreal del juego presidencial; aunque también existe la sospecha de que, esta acción, es una estrategia para favorecer a Claudia Sheinbaum- pues su cariño- juega en la cancha de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México porque la elogia, la posiciona y le hace, a todas luces, el trabajo de choque para allanar el camino.
Con lo que hizo en el Martes del jaguar está más que comprobado que la gobernadora de Campeche, en definitiva, trató de engañarnos con un programa emulado, eso sí, de la pobre narrativa que presentaba Laura en América en la pantalla televisiva porque, a menudo, se notaba la fabricación de los participantes. Era como si los personajes se conocieran desde antes, sin embargo, se notó el melodrama ensayado y estudiado para acaparar la atención del público.
Una farsa.