Altares de ocochal: tradición mazahua en riesgo de perderse
MORELIA, Mich., 20 de octubre de 2022.- Con la llegada de la Mariposa Monarca, el gusano de agua y la araña de muerto, las comunidades originarias mazahuas se preparan para recibir en sus hogares a sus difuntos; tradición ancestral que está en riesgo ante la institucionalización del imperio purépecha que no ha cesado en la conquista cultural de los pueblos.
A más de 500 años de que el caltzontzin Tzintzinpandicuare comenzó la unión de los pueblos originarios de Michoacán bajo el imperio Tarasco, no ha cesado la absorción de las comunidades, cada día es más común en pueblos indígenas, comunidades campesinas y afromexicanas, retomar como propia la costumbre purépecha de celebrar a los muertos.
Esta conquista cultural de los pueblos ha dejado vulneradas a las comunidades mazahuas de Crescencio Morales, Donaciano Ojeda y Francisco Serrato, hoy autónomas de Zitácuaro, donde ya convergen ambas tradiciones: la purépecha y la mazahua; la primera entre las nuevas generaciones y la segunda entre los adultos mayores.
Armando Huerta Velázquez, secretario de Comunicaciones en el Concejo de Crescencio Morales y antropólogo, relató a esta agencia que dentro de las poblaciones con dominio de la cultura mazahua ahora conviven dos manifestaciones a la hora de celebrar estas fechas. “La de los abuelos y la de los jóvenes, las nuevas generaciones; la primera se ha ido perdiendo, porque hay platillos de la gastronomía local que ya no se preparan”, dijo.
“Con la llegada de la Mariposa Monarca la presencia de ciertos insectos y arácnidos; el gusano de agua y la araña de muerto; el nacimiento de la flor de muerto en el campo, indica, la flora y la fauna, que ha llegado la vuelta de los difuntos. Entonces la gente va a los panteones a hacer faena a sus tumbas”, explicó.
En estas poblaciones no es común ver los altares de diversos pisos ni los grandes arcos con caminos interminables, repletos de pétalos de cempasúchil. Al ser un reflejo de su visión del cosmos, pero también de su vida cotidiana, de su capacidad adquisitiva y entorno natural, los altares son menos abigarrados, pero llenos de bosque, ese que los rodea y da forma a sus comunidades.
Los altares de ocochal…
Llegado el momento, las familias suben a los bosques y de entre la diversidad de pinos y árboles es la hoja perfumada del ocotillo la que se corta.
Desarmado, las hojas sirven para formar un gran tapete en el pasillo principal de la casa, popularmente conocido como: el corredor. Utilizado generalmente como lugar para recibir a las visitas.
Los altares de ocochal están llenos de tradición; para recibir a sus familiares, los “mayores”, como los llama el antropólogo, preparan los alimentos propios: tamales de ceniza, te de monte -para los niños-, pan de muerto casero con formas de hombres, mujeres y niños; atole de masa, caldo de hongos de clavo en chile guajillo, guajes en vaina, tenshá y mangú, platillos que hoy están en riesgo de desaparecer ante el embate de la cultura purépecha, así como de los productos comerciales, galletas, refrescos y otros.
Junto a los alimentos preparados, se dispone de bebidas tradicionales: pulque, aguardiente y también postres. Todo a gusto de los difuntos, así como sus velas y veladoras, que van a ras de suelo.
Esta costumbre de las velas a ras de suelo y celebración de la muerte se asemeja a la que se hacía en la región del medio Balsas: los altares de canchire, otra tradición casi extinta en Michoacán, sin documentar y que solo queda en la memoria de las personas mayores.