¡Viva la Independencia!
27 de septiembre, ¡Viva la Independencia!
Por: Arturo Alejandro Bribiesca Gil
Mis condolencias a la familia
del amigo Martínez Pasalagua,
en esta mala hora
Lo que hoy llamamos Estados Unidos Mexicanos formalmente, y cariñosamente México, nuestra patria, nace el 27 de septiembre de 1821, bajo el nombre de Imperio Mexicano, con la entrada del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México; fecha que debería ser motivo de júbilo para todos las y los mexicanos, con la misma intensidad de la celebración de la gesta independentista. Pero no es así, celebramos la concepción y no el cumpleaños. Caso curioso.
Como sea, largo trecho en el tiempo hemos recorrido desde entonces y la fecha sigue pulsante en la memoria patria y en la agenda de nuestras autoridades, sin embargo, cada 27 de septiembre, me embarga la sensación de que colectivamente no ponderamos en su justa dimensión el valor histórico del acto de consumación; como si hacerlo demeritara los comienzos del movimiento insurgente y las hazañas de once años de lucha.
Y no debe verse así, porque reconocer y ensalzar los acontecimientos del 27 de septiembre de 1821, contribuye a seguir rindiendo respeto y honor a todos los que, durante la guerra de independencia iniciada por Hidalgo en 1810, dieron su vida, su sangre, su oro y sus letras por esa noble y justa causa.
Debemos dejar la historia de bronce de lado. Alejémonos de fetichismos históricos y, sin perder de vista el pasado, centremos nuestro enfoque, energía y esfuerzos en el futuro, que mañana es presente y así hasta el infinito.
En ese lejano 27 de septiembre, tiene un lugar especial el Ejército de las Tres Garantías; esas garantías eran: religión, independencia y unión.
201 años después, en un mundo completamente distinto al de principios del siglo XIX, esencialmente por los avances tecnológicos, la globalización y la evolución social, aún tenemos como país grandes retos, los cuales requieren de nuevas garantías para hacerles frente.
La laicidad y la diversidad de credos hicieron que el tema religioso pasara a ser algo del ámbito privado, por lo que hoy, el credo público nacional es y debe ser: la democracia.
Independientes somos, así que la separación de poderes tiene un valor comparable al que, en aquella época, concedíamos a la obtención de libertad nacional.
Unión se requería entonces y se requiere ahora, solo que antes era unión ante el extranjero y actualmente la unidad nacional la requerimos como forma de no dañarnos entre nosotros mismos.
Lo que antes fue religión, independencia y unión, hoy debe ser: democracia, separación de poderes y unidad nacional.
En aras de esas garantías actualizadas, así como en Acatempan, muchos años atrás, tirios y troyanos pusieron sus diferencias, enormes y aparentemente irreconciliables, a un lado, para abrazar juntos una causa justa y común, es que hoy todas y todos los mexicanos deberíamos acoger ejemplos como ese, para abonar sustancialmente a la consolidación interna de esta gran nación.
En fin, poco más de dos siglos han pasado desde entonces, tres grandes transformaciones previas nos han moldeado y una cuarta está en proceso, por lo que considero que es nuestro turno de ser parte activa en la constante y nunca acabada construcción de nuestra mexicanidad, no hacerlo nos debilita colectivamente y en lo individual nos quita el derecho a quejarnos. Si queremos una sociedad saludable, debemos ser patriotas de tiempo completo y jamás patrioteros.
¡Democracia, separación de poderes y unidad nacional!
Viva México.
Otrosí: ¿Nunca le daremos su justo lugar histórico a Don Agustín de Iturbide?, ilustre paisano al que hemos juzgado por sus hechos del siglo XIX con la óptica del siglo XX, lo cual seguimos haciendo en el XXI; y de quien en esta misma fecha es el 239 aniversario de su natalicio.