Pensamiento único
PENSAMIENTO ÚNICO, ¿NUEVO PARADIGMA?
En 1819 el filósofo alemán Arthur Schopenhauer creó el concepto conocido como “pensamiento único”; lo hizo público como una forma de advertir, al presente y futuro, del riesgo en que podrían caer las sociedades y los ciudadanos en caso de que normalizaran y aceptaran formas de pensar, analizar, discernir y determinar basadas en la imposición de una sola idea y de un solo hombre o de unos solos grupo de hombres.
El filósofo alemán definió el pensamiento único como aquel que se sostiene a sí mismo, de modo que constituye una unidad lógica independiente, sin tener que hacer referencia a otros componentes de un sistema de pensamiento.
Dicho de otra forma, el pensamiento único es la imposición de una idea, pensamiento, ideología o decisión que no admite contrapesos o disensos.
En tiempos más recientes el periodista y catedrático español Ignacio Ramonet, escribió que las sociedades contemporáneas viven bajo asecho constante de la imposición del pensamiento único, no solo de gobernantes, estadistas y líderes de opinión, sino por parte de ese ese intangible que es el cambio cultural, que busca dominar a los individuos y convertirlos en mentes anestesiadas, sin palabra, sin razón, asumiendo la verdades única que se les dicta desde la política, la cultura, la economía o en lo social, como dogma, sin atisbo de cuestionamientos de ningún tipo.
El panorama es claro y los riesgos evidentes.
No solo la imposición, sino la dominación por parte de un pensamiento único, nos dice la historia, han costado caro a la humanidad. Desde el establecimiento del socialismo o el capitalismo, hasta la búsqueda de la raza pura o la imposición de un sistema de gobierno religioso. Sectarismo y fundamentalismo asoman su rostro claramente bajo esa línea de pensamiento.
Trasladado toda esa amenaza a un terreno más terrenal y prosaico, la imposición del pensamiento único es la vieja tentación que anhelan políticos y gobernantes, al amparo de la representación popular que adquieren o del poder de influencia y empatía que aducen tener frente a los ciudadanos y las masas.
El pensamiento único siempre está a un paso de la autocracia y quienes la ejercen o los define, dan paso al fundamentalismo y al dogmatismo, elementos, ambos, que frenan la evolución de toda sociedad y de todo individuo.
México enfrenta en el presente ese riesgo: la imposición de un pensamiento único, a costa de todo y de todos, sin importar nada, ni la ley ni la Constitución, sin admitir divergencias, contrapesos o críticas constructivas.
Recientemente los intentos por imponer ese pensamiento único han sido cada vez más frecuentes.
De lo más reciente está la decisión gubernamental de trasladar un órgano civil, como lo es la Guardia Nacional, al control, operación y mando de la Secretaría de la Defensa Nacional. Para el gobierno el tema esta cerrado y los críticos de la medida sencillamente no tienen razón.
Más allá de si ese acto en sí mismo representa o no la militarización del país, con sus riesgos inherentes, el fondo del tema radica en que un cambio de esa trascendencia, para la nación y el Estado mexicano, requiere un cambio constitucional, no la aprobación de una simple reforma a una ley secundaria.
Lo que está en juego va mucho más allá de una política pública; es la definición de un Estado aliándose a los militares.
En el fondo está la imposición de un criterio por encima de la misma Constitución.
Hay otros ejemplos recientes: La necesaria revisión del trazo de rutas del Tren Maya; el replanteamiento de la operación de la Refinería de dos Bocas; la permanencia del sistema asistencialista y electoral que día a día cobra fuerza; el cambio de estrategia de combate a la delincuencia y el crimen organizado; la política educativa, de salud o la necesaria reconciliación nacional, son temas en los que se intenta hacer prevalecer el pensamiento único. Las voces discordantes se vuelven enemigas del progreso, de la historia, de la sociedad y de la nación, según la narrativa del gobierno actual.
Y las personas que critican, los que ostentan una representación social legislativa, social, económica, civil, , que cuestionan con legítimo derecho y al amparo de las leyes que nos rigen hoy, son tratados como enemigos de la nación, como parias intratables, como escoria de la sociedad.
El pasado día 13 el secretario de la Defensa Nacional, general Luis Crescencio Sandoval, pronunció uno de los discursos más importantes por ser, a fin de cuentas, la voz del gobierno, del gobierno de la 4T.
Dijo.
“Quienes integramos las instituciones tenemos el compromiso de velar por la unión nacional y debemos discernir de aquellos que, con comentarios tendenciosos generados por sus intereses y ambiciones personales, antes que los intereses nacionales, pretender apartar a las Fuerzas Armadas de la confianza y respeto que deposita la ciudadanía en las mujeres y hombres que tienen la delicada tarea de servir a su país”.
La ausencia de pluralidad y contrapesos frena a toda sociedad, concluyen los estudiosos de la ciencias social y política. Imponer la visión de un solo hombre puede provocar que los errores en la historia del país se repitan.