Discurso del miedo
La fractura de la Alianza por México supone para algunos el triunfo inminente de Morena en la próxima elección federal. Esa narrativa, auspiciada desde el oficialismo soslaya sin embargo la realidad política, social y económica del país. Nuevamente se deja fuera de esa ecuación la fuerza y determinación final de los ciudadanos.
Sin duda la jugarreta que ha realizado Alejandro Moreno, de apoyar la adhesión de la Guardia Nacional a la esfera de control y administración de la Secretaría de la Defensa Nacional y con ello “tronar” la Alianza por México, abre mayores posibilidades de un triunfo de Morena en el 2024, pero es prematuro asumirlo como un hecho irreversible.
Se escuchan voces desde la misma oposición de que el resquebrajamiento de la Alianza -PRI, PAN y PRD- deja solo al morenismo en la arena política. Coloquialmente se afirma que “ya no hay nada que hacer”. Esa narrativa es frágil, incluso equívoca.
Con sorna y triunfalismo se dice que Morena y toda su estructura ganó antes de las elecciones. Se agrega que una oposición extraviada y sin proyecto se quedó una vez más “chiflando en la loma” por los intereses personales que antepuso el exgobernador de Campeche y presidente nacional del PRI.
Una primera y muy general interpretación de los hechos recientes parece afianzar esa conclusión, sin embargo el error que advierten muchos analistas del acontecer nacional, es que en ese análisis sólo se consideró el papel de los partidos, o mejor dicho el papelón, sin analizar de fondo la fuerza creciente que, incluso a raíz de esos mismos acontecimientos, ha adquirido la sociedad, es decir los individuos de carne y hueso, aquellos que de hecho ya no apostaban desde hace mucho tiempo por ninguna de las fuerzas políticas institucionalizadas.
Hoy queda en evidencia que los partidos y sus respectivos lideres siguen viendo por sus propios intereses, económicos y políticos; ha quedado en evidencia de que no estaban ni están preparados para asumir los desafíos de la transición y, lo más grave, exhibieron su nula capacidad para liderar un cambio fuera de los espacios de negociación y cooptación del poder.
Solo los ingenuos al interior de la Alianza por México creyeron en “Alito” Moreno -algunos ya lo llaman AMlito Moreno- y nunca se imaginaron que el campechano podría ser el punto de quiebre de ese proyecto opositor. Sabían de las andanzas del priista, pero como en la fábula de la rana y el alacrán, creyeron que no ocurriría el piquete mortal…hasta que ocurrió.
Lo que suceda a partir de ahora, una vez que el presidente formal del PRI nacional se encargó de romper acuerdos clave y poner fin a la veda legislativa promovida por el Gobierno de la 4T, especialmente en lo que se refiere a dar aval para la militarización del país, coloca a la oposición más débil de lo que de por sí ya estaba.
Precisamente esa debilidad y extravío político de la oposición, a todas luces manifiesta, es lo que ha provocado que en los últimos 12 meses haya aumentado el papel crítico y activo de muchos grupos sociales y de miles y miles de ciudadanos que ya no creen en la propuesta de cambio de los lideres partidistas, ya sea de Morena o de la mal llamada oposición.
Para mayor claridad, los partidos políticos se han encerrado en su círculo de politiquería con los resultados funestos de todos conocidos, mientras que frente a los grandes problemas del país han sido los liderazgos sociales, colectivos y miles de individuos anónimos, los que se han encargado de poner en su lugar a MORENA y sus gobiernos.
Por citar algunos ejemplos, frente al tema del combate a la corrupción han sido los colectivos de la sociedad civil los que han hecho investigaciones y denuncia tras denuncia. En materia de protección a la infancia o combate al crimen organizado, la sociedad civil ha sido la punta de lanza, lejos de la tibia o nula respuesta del gobierno y los partidos.
Argumentar, por tanto, que el resquebrajamiento de la Alianza por México y el papelón de Alejandro Moreno prácticamente despejó el camino para el triunfo, en automático, del morenismo en los comicios del 2024, no solo es superficial, acelerado, sino profundamente equivocado el planteamiento.
En los tiempos por venir seguiremos viendo como los partidos políticos, todos, se mantienen en esta diatriba incansable, el circo político para ser más exacto, mientras que desde los diversos frentes ciudadanos surgen cada vez más propuestas, iniciativas y, sobre todo acciones, enfocadas en proponer una alternativa de proyecto para México.
En los sectores económico y social, en lo general, y en rubros como la educación, salud, medio ambiente, derechos humanos, seguridad pública y combate a la delincuencia organizada, los que han estado presentes, han sido los grupos sociales, y en ellos sigue descansando el principal trabajo para un cambio en el 2024.
La narrativa de que la oposición ha fracasado no es la narrativa sustancial, insisto, porque ello ya se sabía. Lo novedoso, lo real, es que hoy mas que nunca la sociedad civil tiene claramente un papel central en el reto de la corrección del rumbo del país.