Tras bambalinas
¿Confusión mental o esquizofrenia?
Por Jorge Octavio Ochoa. Los criterios que sobre el término Seguridad Nacional tiene el presidente de México son, más que kafkianos, esquizofrénicos, por decirlo de alguna manera decente.
El combate a los cárteles de la droga que inició Felipe Calderón le parece a López Obrador una “guerra sin sentido” pese a que, por los niveles de violencia y la cantidad de ejecuciones y asesinatos, alcanzaban ya una amenaza a la nación.
Ahora, más del 67% de los mexicanos se siente inseguro en sus ciudades, pero eso no le parece un asunto de seguridad nacional; ni el volumen de desplazados de sus comunidades que engrosan las filas de migrantes a los Estados Unidos.
Sin embargo, una obra suntuaria y por demás neoliberal como un tren turístico, sí adquiere para él ese carácter desorbitado, por el volumen de recursos que se gastan mientras está detenida.
Para él, no es escandaloso gastar 40 millones de dólares diarios en buques cargados con gasolina, que permanecen anclados en nuestros puertos por no existir capacidad de almacenaje.
Criterios disímbolos y demenciales se muestran también, por ejemplo, con el tema del agua pues, como destacó el diario Reforma, se gasta más agua para surtir a la refinería de Cadereyta que para surtir a 10 mil familias en Nuevo León.
Dice que “Primero los Pobres”, pero prefiere mantener un subsidio a gasolinas que en su mayoría beneficia a clases medias y altas que se transportan en vehículos, lejos de subsidiar primero el transporte de alimentos o pasajeros.
Deficiente en toda su vida académica, el presidente confunde el término “Utilidad Pública” con el de Seguridad Nacional. El primero está amparado por el artículo 27 de la constitución; el segundo por el artículo 4º
La causa de utilidad pública forma uno de los requisitos que por disposición del artículo 27 constitucional se deberá observar en toda expropiación y uso del territorio. Esto es lo que ocurre con el Tren Maya.
En todo caso, el argumento de AMLO va en contra sentido de lo que establece el artículo 4º sobre seguridad nacional, pues debiera tutelar antes que nada la paz y los derechos humanos de los pobladores en dichas zonas.
Si los vestigios y zonas arqueológicas forman parte del patrimonio de la humanidad hay, por tanto, una violación de derechos humanos y por ende, a tratados internacionales. Pero esto, como se ve, le importa un bledo al Presidente.
Puede ser o será una obra de gran impacto turístico, pero muy alejado del interés popular. Los precios para viajar en ese transporte seguramente serán inalcanzables para más del 60% de la población.
¿Detonará la producción en el campo? ¿Mejorará la infraestructura de comercialización de productos del agro y de primera necesidad para todo el país? No. El Presidente de la República está en desacato, pero de todo raciocinio.
Su gobierno es ya todo un mosaico de soberbia, violaciones a la ley, abuso de poder e incluso corrupción. Los niveles de opacidad y ocultamiento de datos son ya escandalosos. El costo del tren ya pasó de 31 mil a 59 mil millones de pesos.
Al igual que sus segundos pisos, estas obras también estarán bajo reserva, y la información de las concesiones se conocerán dentro de 10 años, cuando muchos de los involucrados ya ni existan. El legado Echeverría sigue vivo.
Por lo pronto, desde hace una semana dejó de funcionar el sistema de registro y difusión de los contratos del gobierno, CompraNet. En 26 años no había pasado. Hoy no podemos saber cómo están contratando y gastando nuestro dinero.
LOS AMIGOS Y LOS ENEMIGOS
Quizá no lo quiso mencionar como un caso de “utilidad pública”, porque las expropiaciones ya se dieron, y el pago de propiedad privada también. Se dice que Salinas Pliego, por ejemplo, obtuvo el tripe del valor del terreno que poseía.
Fue un jugoso negocio: Banco Azteca vendió a Fonatur un terreno de 179 hectáreas contiguo al aeropuerto de Cancún para construir un centro logístico del Tren Maya en mil 300 millones de dólares, ocho veces más que el monto en que lo compró.
¿De cuáles corruptos habla entonces el Presidente? Lo más grave, es que ha quedado en evidencia que el Poder Judicial en México está secuestrado. Además de su mala reputación, ahora está sometido. El fallo de un juez no tiene valor.
Así, en medio de una demencial toma de decisiones, con decretazos de última hora y en lo oscurito, López Obrador se empieza a meter lentamente en un torbellino jurídico que, a la larga, le puede costar muy caro.
Llama traidores a millones que no concuerdan con sus criterios de defensa a la CFE y PEMEX pero se olvida que fue él quien firmó eufóricamente un tratado trilateral que, desde su origen, parecía lesivo para México.
¿Qué no lo leyó antes? ¿Sus asesores no le explicaron el trasfondo de los articulados? En las fotos él se ve tan, pero tan sonriente con Trump, tan aquiescente.
Tenemos un Presidente que ha confundido el Poder con el Derecho. Tener lo primero no le permite arrogarse lo segundo para hacer lo que se le pega la gana. Pero él ya emitió un decreto que nadie vio en el Diario Oficial.
Como ha ocurrido durante todo su mandato, tarde o temprano la realidad lo pondrá en su lugar y, como dice el tango: “contra el destino nadie la talla”. A la luz del recién renovado T-MEC, López Obrador tendrá que tragar pinole.
EL T-MEC QUE FIRMÓ AMLO, UNA BURLA
Insistimos: el presidente de México parecía el más feliz de haber renovado con Donald Trump un tratado tan… “tan Salinas de Gortari”, y tan asimétrico. López Obrador nunca nos dijo cuáles eran los puntos en contra y hoy nos los escupe.
Fue él quien volvió a imponer a los mexicanos el T-MEC, y hoy él mismo tendrá que cumplirlo, so pena de pagar altos costos que, a la larga, serán pagados por sus connacionales.
Nunca se sometió a consulta pública este asunto, que hoy lo quiere ver como un tema estratégico para la nación. Puestas así las cosas, vemos que el primer mandatario ha cometido dos errores graves:
1.- Viola la constitución al desacatar el mandato de un juez federal que suspendió definitivamente las obras del tramo 5 del Tren Maya. Al menos no hay un documento jurídico que abrogue o derogue la decisión judicial.
2.- Viola un tratado internacional, instrumento jurídico que está en segundo nivel de prelación después de la constitución. Abjura su compromiso de cumplir y hacer cumplir las leyes cuando asumió la Presidencia de la República.
Estamos ante hechos graves, que bastarían para someter a López Obrador a Juicio Político, pero los otros dos Poderes están tan débiles y tan doblados, que pronto avalarán estos actos y decisiones que costarán muy caro al país.
Como jefe de pandilla o de barriada, Andrés Manuel López Obrador se atreve a usar expresiones tan burdas como “¡Uy que miedo, mira como estoy temblando!”; o llamar “traidores” a quienes no comulgamos con él.
En el extremo de la polarización, nos dice: “No nos vamos a dejar”. ¿A quiénes se refiere? ¿Contra quién va esa expresión? Contra Estados Unidos y Canadá, no. Ellos simplemente aplicarán lo estipulado en el tratado.
No actúa como jefe de Estado, ni se ha dado cuenta de que al menos 30 millones de mexicanos no están de acuerdo con su manera tosca, burda e irrespetuosa de hacer política.
Es evidente que él ya no representa al menos al 40% de la población. A todos los convierte en adversarios. Lo mismo hizo recientemente con el caso de los médicos mexicanos.
OTRA VEZ ABUCHEADO, AHORA POR MÉDICOS
Así lo vimos en Nayarit el viernes pasado, donde AMLO fue abucheado por decenas de médicos, que siguen consternados por el asesinato de Eric David Andrade, médico pasante que prestaba sus servicios en una comunidad apartada.
La Universidad Autónoma de Durango tuvo que retirar a casi 200 alumnos que prestaban sus servicios en consultorios y hospitales del estado, hasta que los gobiernos federal y estatal den garantías de seguridad.
Por toda respuesta, López Obrador anuncia la llegada de los primeros médicos cubanos, como reproche velado a la presunta “falta de vocación” de galenos, que no quieren acudir a zonas apartadas o de alta inseguridad y violencia.
La indignación en el gremio de salud es ya creciente, pero el presidente de la República asegura que todo es parte de una campaña de “los conservadores” en su contra.
Si nos vamos a los índices de popularidad, esa es la proporción: 56 vs 44, con el agravante de que el porcentaje de positivos, lo consideran un hombre “bien intencionado”, pero con nulos resultados.
Rubro por rubro, el primer mandatario está literalmente reprobado y dejará un país en verdadera convulsión. Por eso recurre a extremismos. Pero el falso patrioterismo o chovinismo no vienen ahora al caso. Él firmó el T-MEC.
Sin embargo, sigue convencido de que la sola asunción al poder le permite cometer estos abusos y violaciones legales. Tuerce la Constitución, menosprecia los tratados internacionales y todo lo sume en un hoyo de opacidad.
Se porta como “los de antes”; asume que los recursos del erario, y las instituciones, son suyas, y se rodea de gente impresentable o bajo sospecha, a quienes, por si fuera poco, los premia.
Ahí está el caso de la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, sobre quien pesa una demanda legal por el desvío de recursos de los trabajadores de la alcaldía de Texcoco, que utilizó para campañas ulteriores de Morena.
Defiende a un Fiscal General señalado por enriquecimiento ilícito y uso faccioso de su cargo para litigar asuntos personales; ha dado protección a políticos pederastas y violadores porque, no le vengan con que “la ley es la ley”.
Y sí, señor Presidente. Usted se comportó como un pelele de Trump cuando firmó ese tratado y cuando puso 28 mil elementos de la Guardia Nacional para reforzar el muro contra migrantes.
Ahora, su jugada es utilizar a esos miles de migrantes, ponerlos en la frontera con Estados Unidos y lanzarlos como carne de cañón para torpedear las elecciones de noviembre en el vecino del norte. Pero, en el ínter, pasarán muchas cosas.