Ricardo Monreal en el tablero
“Quiero Mucho a Claudia” (Sheinbaum), fue la expresión del presidente Andrés Manuel López Obrador, de gran significado de cara a la sucesión presidencial, porque el apoyo explícito y directo no necesariamente se traducirá en un respaldo automático hacia la Jefa de Gobierno para que sea la candidata presidencial de Morena. No hay que descartar una intención contraria.
Parece lejano en el tiempo, pero cuando a principios de 1994 el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, citó el ya histórico: “No se hagan bolas”, el candidato (presidencial) será Luis Donaldo Colosio Murrieta, el apoyo hacia el sonorense no sólo no significó claridad y apoyo unánime, sino que lo puso en el centro de los ataques y su fuerza y presencia quedó resquebrajada, por la amenaza de un maximato salinista. Luego vinieron los sucesos que todos conocen.
El apoyo que hoy recibe del Estado y del propio Presidente López Obrador representa, en el fondo, el “beso del diablo” para Sheinbaum Pardo, y la debilita políticamente más que fortalecerla, porque la dibuja como un personaje sin luz propia, como una sombra del mandatario en turno. Una especie de “Maximato” tropical a la vista.
La poca fuerza que lograba construir la gobernante capitalina se difumina con el apoyo del Presidente, porque la coloca como una pieza personal del mandatario, no como una figura con la estura política propia para encabezar el relevo presidencial.
No se puede descartar, sin embargo, que ese sea el juego que quiere establecer el propio presidente, en una nueva versión del “tapado”, cuyo origen data de 1957 pero que, por los hechos a la luz de todos, sólo actualiza y aplica con nuevas versiones. Quiere hacer creer que Claudia Sheinbaum es la “tapada” principal, aunque la realidad de la sucesión esté, quizá, en otros personajes.
En los últimos días López Obrador incorporó, finalmente, el nombre del líder del Senado, Ricardo Monreal Ávila, como uno más de los aspirantes a la sucesión presidencial para el 2024 por parte de Morena, no sólo como parte del juego de distracción del presidente, sino como una necesidad ante una realidad inevitable.
Veamos:
La jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, no termina de despuntar, por más apoyos que se le brindan desde la mismísima esfera gubernamental; por lo contrario su perfil político se ha estancado, se le ve como una “mala copia” de AMLO, mientras que otros personajes emergen con contundencia irreversible.
La más reciente encuesta de Alejandro Moreno, que realiza ejercicios demoscópicos para El Financiero, indica que Sheinbaum y el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, se ubican en un empate técnico en cuanto a preferencias electorales, con un rango de 30 y 29 puntos de apoyo, respectivamente, mientras que en un muy cuarto lugar se ubica el “paisano favorito”, Adán Augusto López, Secretario de Gobernación, con un raquítico 5 por ciento de apoyo.
Empero, llaman la atención diversos acontecimientos recientes generados en torno a la figura del Coordinador de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Senadores, Ricardo Monreal Ávila, quien ya está en la contienda interna con más positivos que negativos. Arrancó con un 10 por ciento de preferencias, así, en automático, según la encuesta de Alejandro Moreno.
Primero y altamente significativo en la lectura política, es que el propio Presidente López Obrador incorporó a Monreal en la lista de prospectos presidenciales en un momento clave de debilitamiento de sus principales fichas, a pesar de que se había negado a citarlo en la lista de presidenciables, incluso de que se abstenía de citarlo por su nombre.
Hoy esa situación ha cambiado.
En días recientes AMLO, a pregunta expresa, dijo que el líder senatorial Ricardo Monreal también tiene “derechos” de estar en la justa interna para la nominación de Morena como candidato presidencial.
A diferencia de Sheinbaum y de Adán Augusto López, Ricardo Monreal Ávila navega en el juego de la sucesión con méritos propios, con una gran capacidad de diálogo y concertación con sectores internos y externos al gobierno y, lo más importante, con una agenda morenista de amplio espectro -diálogo abierto con “todos” los sectores”- que hasta ahora ninguno de sus contrincantes ha logrado construir.
La incorporación de Monreal en el juego de la sucesión no es casuística.
Su encarte en la lista de presidenciables mueve las piezas del ajedrez.
No hay que descartar una jugada maestra en esta nueva versión del tapadísimo a la 4T: engañar con la verdad.
Monreal está ya en el tablero.