Mucha vida con la Santa Muerte
ERONGARÍCUARO, Mich., 4 de mayo de 2022.- A la Santa Muerte, uno de sus benefactores le había prometido una capilla, pero la vida lo abandonó antes de tiempo. Como quiera, sus descendientes han cumplido el encargo, al hacer que el santuario mortuorio luzca cada vez más imponente, a pesar del nulo impacto en la comunidad de Santa Ana Chapitiro, de la que no asiste nadie.
Aquí, dice Humberto Anaya Vásquez, a cargo del santuario desde hace 17 años, “a nadie se le pregunta a qué se dedica”, pues eso no es su asunto; lo subraya como queja de algunas publicaciones que han resaltado que se trata de un culto de prostitutas, homosexuales y delincuentes de toda calaña, lo que no corresponde a la verdad, o en todo caso, a la verdad de que a nadie se le pregunta origen ni destino, ni si son buenos o malos.
A casi 10 años de la muerte del “patrón”, originario como Humberto y sus familias, de Ciudad de México, el encargado recuerda la última instrucción: si algo me pasa, no vayas a cerrar la casa por nada. Quedó de regresar un domingo, pero la muerte se le atravesó. A cambio le hicieron su propia estatua.
De ahí siguió una crisis interna de organización del adoratorio. Incluso, espiritistas dijeron que habían contactado al benefactor y que éste pedía que les entregaran las imágenes; también, gente cercana al difunto opinaba lo mismo, y apostaban por cerrar el sitio, pero “a mí, el patrón me había dado otra orden, y me aferré, y aquí está su casa, creciendo”, dice orgullosos Humberto.
El culto empezó hace tres décadas, con un grupo de foráneos dedicados a localizar en diversos templos mexicanos a la imagen descarnada. Descubrieron al esqueleto pétreo, y desde ahí arrancó la que para entonces era una extraña adoración en el pueblo rivereño. El fervor llegó de fuera y creció pronto. Los adeptos a la calavera ataviada con ropajes femeninos empezaron a llegar de varias partes del país, con lo que se convirtió en culto externo a la comunidad que, por lo demás, ha dado, y sigue dando, excelentes muestras de tolerancia.
La Muerte cuida la vida, dicen
Al clásico espectro descarnado de la iconografía de la muerte, le dicen santa, niña blanca, comadre, jefa, madrina, chida, flaca, huesuda… la que 24 años atrás, cuando fue expulsada del viejo templo católico de San Pedro Pareo, en el propio Lago, fue reinstalada en un pequeño altar desde donde creció hasta alcanzar, hoy por hoy, el estatus de uno de los santuarios más importantes para su adoración en México.
Y aunque su fiesta mayor es en septiembre, no faltan visitantes necrófilos en mayo y el resto del año; especialmente, no faltan el primer domingo de cada mes, cuando realizan un ceremonial especial.
Cualquier tarde, es posible mirar que se persignan, lloran, oran, tocan y se untan la imagen; ver que le entregan un trozo de pelo, una foto, una carta, otra imagen; y por supuesto que no faltan las alcancías, y hasta una urna que solo recibe dólares. Muchos presumen su adhesión en tatuajes, para siempre y por siempre con la muerte, hasta que los abandone la vida, de cuyo mal manejo se alimenta la tal “niña”.
En patios y paredes de la casa de dos plantas se exhibe una abigarrada muestra gráfica: la calaca en bronce, cobre, madera, plumas, barro, papel, cantera o yeso; esculpida o pintada en acuarela, óleo o pastel; o bordada en punto de cruz. Aparece con ojos de cuarzo o canicas; con semblante tradicional o grotesco. Son cientos de piezas que se han ido multiplicando al grado de que muchas de ellas se embodegan o revenden.
Por su valor estético sobresalen algunas piezas, como dos monumentales del patio principal, y otras hechas de plumas de águila, papel o, incluso, de dólares o barro. Una muy impactante, con ojos de cuarzo, recibe a unos metros de la entrada al visitante.
Así, aunque el cura local del pueblo sea el único que habla mal del santuario, y advierta “que esto no es bueno, que esto es malo, y que no vengan”, la adoración seguirá creciendo, sencillamente porque en ella encuentran consuelo, “porque nos cuida en nuestro andar por la vida”… por mucho que para otros solo sea un costal de huesos.