Rueda de molino
La estrepitosa derrota que el pueblo bueno y sabio le propinó a Andrés Manuel López Obrador y Morena, no se puede esconder detrás de excusas vanas, ni lances de heroicidad tan falsos como los millones de votos que nunca llegaron a su destino y pegaron de lleno en el ego del opresor, quien ahora luce maltrecho y empachado por el derrame del líquido biliar que se le vino en cantidades industriales.
El fracaso no tiene paternidades, y las excusas para disfrazarlo suelen llegar a lo patético, sin dejar de ser grotesco y no menos insultante a cualquier inteligencia por frágil que parezca.
Así vemos cómo se devanan los sesos, Morena y su dueño para tratar de ocultar la realidad que los lacera y tiene fuera de sus cabales, con la rabia echa espuma que no los deja respirar bien, mucho menos tomar aire y hacer uso de la sensatez.
De lo ridículo y patético con que aparecieron en su noche triste dominical, con el vano intento de auto confortarse y mandar señas de aliento a su mentor, gurú, patrón, padrino, mandamás. Mediante un manejo de cifras amañadas y salidas poco inteligentes que en vano clamaron vivas a la democracia que según sus pobres resultados, era la que finalmente había triunfado en la farsa del circo en que convirtieron la consulta popular.
Destinado al fracaso desde su concepción, el ejercicio no varió ninguna de las expectativas. Este ardid cuya concepción expropió a otros dictadores, lo ubicó en su triste realidad.
Porque con la consulta amañada buscó demostrar a propios y extraños que sigue teniendo de su lado a las mayorías en el país, ese mismo país que ha destrozado en los escasos 40 meses que lleva de mandato, recibiendo el revés más sonoro que le tiene con las fauces ensangrentadas.
Las mayorías que han puesto en su exacta y pobre dimensión a un siniestro personaje pagado de sí mismo quien se creyó imbatible y hoy arrastran el peso de su ambición hecha trizas, por el mismo pueblo bueno y sabio que dejó de creer en él.
No hay explicación alguna que pueda convencer el rechazo que dieron al menos 50 por ciento de los mexicanos que en el 2018, lo llevaron a ser el Presidente más votado de toda la historia de México.
Ninguna mascota o florero que intente vender como exitoso el ejercicio de ratificación de mandato que promovieron primero y después desvirtuaron con sus atropellos a la ley, podrá decir con precisión cómo es que a 3 años y 4 meses de distancia, ni los millones de pordioseros que reciben las limosnas clientelares, acudieran a dar su apoyo para que culmine su sexenio.
Quién de sus cercanos o no tanto, tiene la argumentación seria y convincente para defender que sin oponentes enfrente, sin ningún otro nombre que apareciera en las papeletas, López Obrador haya alcanzado menos de la mitad de los votos que logró, teniendo como oponentes a José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez “El Bronco”.
Cómo engañar a los cada vez más despiertos mexicanos que sin liderazgos políticos que pudieran aprovechar los abusos y atropellos cometidos desde la presidencia imperial, no sea López Obrador el gran triunfador de una competencia en donde sólo él fue único protagonista.
Pero si se trata de ilustrar con hechos y no con falacias, entonces podríamos mencionar por igual que el vapuleado huésped de Palacio Nacional tendría que buscar adentro, las causas de su traspié. Porque nadie de fuera le ha hecho el daño que por sí mismo se ha provocado quien se consideró imbatible y ya no lo es.
Dentro de Morena tendría que buscar a los causantes de su tropiezo. Porque en los malos gobernantes que impuso al frente de importantes entidades, están los causantes de esta reacción silenciosa pero ejemplar, de un abstencionismo que golpeó inmisericorde el ego del alicaído opresor.
Ni fuerzas para seguir el hostigamiento y persecución contra consejeros del Instituto Nacional Electoral que hoy sonrientes, saben que aguantaron los embates a pie firme y el tiempo les dio la razón.
Poca pujanza con qué burlarse más de los “moralmente derrotados” de la oposición a cuyos actores ya no amenaza sino busca prostituir, comprar como mercancía promiscua, para alcanzar los votos que le dejen salir avante en las reformas caprichosas y obsesivas, que aún están en lista de espera en el Congreso de la Unión.
Una derrota dolorosa que, sin embargo, no ha movido al mínimo ejercicio de autocrítica y sí en cambio, hizo aflorar lo más perverso que suelen demostrar los actores de Morena y sus gobernantes: la mentira con disfraz de veracidad.
Arrogante y con escasa visión analítica, el propio López Obrador alardeó obtener poco más de 15 millones de votos sin recapacitar que son producto de prácticas ilegales y violatorias a sus propios “ideales”.
Y ahí están como pruebas indelebles la nula observancia de reglas por él mismo promovidas, derroche de recursos en propaganda, espectaculares que plagaron ciudades y carreteras, staciones del metro, activismo de funcionarios para amagar o convencer con los instrumentos a su alcance, amén del acoso a autoridades opositoras para llevar votantes a la consulta amañada.
Y qué decir de la compra de conciencias, acarreo, urnas embarazadas, suplantación de funcionarios de centros de votación… y todas las triquiñuelas que finalmente cayeron derrumbadas por el abstencionismo, el desinterés ciudadano de prestarse a este juego perverso y tramposo, diseñado por un ambicioso de poder que ahora sabe bien cómo el pueblo da y el pueblo quita.
Les queda relamerse las heridas con gastadas argucias como la de que participó mucha gente, como es el caso de Michoacán que ha hecho a los más deslenguados afirmar que hubo un respaldo multitudinario a favor de la permanencia de un presidente, a quien por cierto, nadie buscó se le revocara el mandato.
Es así que a oportunistas y matraqueros que no faltan en las filas de Morena, se les ha escuchado alardear los casi 500 mil votos que según sus cifras apoyaron a López Obrador en esta ocasión, sin recapitular que apenas medio año y meses atrás, con todas las prácticas fraudulentas y narco apoyos que son del dominio público, los michoacanos dejaron en las urnas 685 mil 121 sufragios a favor de Alfredo Ramírez Bedolla, gobernador hoy más reprobado que un vándalo disfrazado de normalista.
Perder en menos de un año más de 185 mil votos con todo y los aliados que al menos en el papel siguen apareciendo en este juego de destruir a Michoacán, debe tener alguna explicación a rendirle a quien hoy carga con todo el peso de la derrota y recorre los pasillos de su ostentoso palacio virreinal como ánima en pena.
No es casual que el gerente de Palacio Nacional que cobra como mandatario en Michoacán, sea el penúltimo en la lista de gobernadores peor calificados en el ámbito nacional.
Tampoco lo es que Morena en Michoacán, mantenga su pleito intestino y luzca muy orondo dos dirigencias estatales en las personas de Giulianna Bugarini y Ana Lilia Guillén, quienes se pelean como aves de carroña, la representación ante la ausencia de liderazgos en lo nacional y nulo respeto a la autoridad estatal surgida de esas filas.
Ese mismo partido que se destroza a mordiscos rabiosos en el Congreso del Estado donde una parte de la bancada encabezada por Juan Carlos Barragán Vélez, amaga con desconocer al coordinador Fidel Calderón Torreblanca, y hasta desligarse de la misma, por malos manejos en la conducción que le señalan al también presidente de la Junta de Coordinación Política.
Por todo esto, en el recuento de los daños, las represalias que haga el enfurruñado López Obrador deberán comenzar por sus mascotas y floreros. Pedir cuentas, pulsar quienes lo engañaron y actuar en consecuencia, pero no contra los mexicanos que le dieron la espalda porque en el 2024 deberá pasar la valla más difícil, donde por lo visto, se le van a cobrar todas las afrentas cometidas y por cometer, en su atropellado y abusivo ejercicio del mandato.
Vale…