Nudos de la vida común
¡Crucifícalo!
Donde hay luz, también existe sombra
¿dejaré de amar la luz porque produce sombras?
- Heinrich Lübke
Ha iniciado la Semana Santa, días de profundo misticismo en la fe cristiana, la cual constituye un eje muy importante en la cultura mexicana, y quizás uno de los últimos bastiones que nos quedan para el reencuentro en una sociedad herida por la división.
Sin pretender quitar ni un ápice del significado piadoso de los eventos históricos que se conmemoran, quiero compartirles, amables lectores, algunas reflexiones sobre las fuerzas humanas que posiblemente nos hacen experimentar una honda conexión con estos hechos.
La Semana Mayor inicia con una entrada triunfal a Jerusalén, ciudad que hasta nuestros días vive en disputa entre tres religiones: judaísmo, islamismo y cristianismo. La incursión de Jesús de Nazaret sucede entre aclamaciones y alabanzas populares, con un fervor encendido entre los habitantes del lugar. Seis días después, esas mismas voces se alzan, ahora quizás con mayor fuerza, para pedir su crucifixión. Entre la ovación devota y el oprobioso desprecio, solo media la condición humana.
Esa gente, es el pueblo: un conjunto de vidas, sedientas de reconciliar su propia historia para poder confiar plenamente en sí mismas y tener esperanza en el futuro. Ahí las loas y la devoción.
Este mismo grupo humano, días después, es arrastrado por su falibilidad humana, su infidelidad, sus dudas y sus temores, por todo eso que nos duele de nuestra propia vida y que no quisiéramos que existiera en nosotros, o al menos, que nadie lo vea. Proyecta su oscuridad en el otro. Ahí, el ultraje despiadado.
Se demanda la muerte del otro, para no tener que enfrentarse a uno mismo. Pedimos la crucifixión, con la ilusión de que ahí morirán también nuestras sombras antes de que alguien las note. Cualquier parecido con los discursos antagónicos que hoy nos dividen como sociedad, no es mera coincidencia. Es vulnerabilidad humana.
Ver un pueblo con contradicciones tan drásticas y dramáticas, con un desenlace de redención gloriosa, enciende sin duda, la confianza de que esas luces y sombras que conviven en nuestro interior, en algún momento, se fusionarán trayendo paz.
La experiencia de un amor superior e infinito, capaz de perdonar hasta la más dolorosa traición, nos abre la puerta a la reconciliación con nosotros mismos y a la esperanza de que podemos ser plenamente comprendidos y totalmente aceptados como somos. Sentirnos dignos de amor a pesar de nuestras sombras, hace que la luz del otro magnifique nuestra propia luz. Al final del día, todos vamos por la vida, en búsqueda del amor, y las celebraciones de esta semana justo de eso se tratan.
Por último, todas las personas pasamos por momentos en que anhelamos ser liberados de algún dolor o situación que nos incomoda o que nos limita para alcanzar nuestro ideal de vida. Independientemente de que profesemos o no una fe, no solo necesitamos como humanos la creencia de una vida futura en paz, sino que necesitamos ser salvados en el presente. Buscamos redención.
Mientras que las fiestas navideñas se tratan del encuentro con el otro, las conmemoraciones pascuales son del encuentro con uno mismo y el ser superior en el que creamos. Les deseo, amables lectores, que en estos díasavancemos en resolver aunque sea un poquito nuestros nudos personales con una sanadora introspección.