Opinión/Gerardo A. Herrera Pérez
Este siglo XXI, vio generar condiciones para echar abajo la heteronormatividad y pasar a un modelo de diversidad normativa y hacer que, desde el Estado, las normas, el diseño de la política pública, y las estructuras operativas dieran paso a la atención sin discriminación de las personas que viven en diversidad sexual. Así, las cuestiones civiles, mercantiles, y de salud, y en general las normas, incluyen el respeto a las identidades sexuales no hegemónicas, así como a los llamados matrimonios igualitarios, concubinato igualitario, la sociedad de convivencia, entre otras figuras que dan paso a ser utilizadas por la llamada comunidad LGBTTTIQ.
Siempre habrá a quien identificar en los trabajos de activismo o de lucha social contra la opresión de que fueron objeto quienes viven una identidad distinta a la heterosexual, y en general, pienso que es la sociedad, más allá de un solo sujeto o de una sola organización; no obstante, la ruta que se define deviene de la experiencia de algunos actores sociales, que dan vida y recrean refuncionalmente la politicidad a la que se refiere Rita Segato y que si bien inicia con una utopía de acceder al poder, es que al final se hace realidad como el matrimonio igualitario, en ello, sigue ganando la sociedad al hacerse más igualitaria, libre, sin diferencia y bajo estructuras de justicia social.
El racismo utilizado como mecanismo de jerarquización social, que ha existido en los últimos quinientos años, es decir, iniciando desde 1492 hasta la fecha donde aún se mantienen mecanismos de racismo mediante la opresión (invisibilidad, prejuicio, estigma, violencia, exclusión, discriminación, habitus y muerte) por raza, clase, sexo y género; es decir, que quede claro racismo no es solo color de piel, el racismo se aplica de la superioridad a la inferioridad por cuestiones de color de piel, religión, el ejercicio de la sexualidad, la clase, la raza, el género.
Invisibilizar y colonizar a los pueblos mesoamericanos a través del poder, el saber, el ser y dominar la naturaleza, ha permitido ver siempre a las poblaciones indígenas como inferiores, carentes de poder, de un saber epistémico, la devaluación de sus cuerpos por ser considerados como animales (Bartolomé de las Casas un defensor) y desde luego el utilizar la naturaleza de manera utilitaria. Desde hace más de 500 años las uniones entre personas del mismo sexo estaban presentes en las dinámicas sociales de los pueblos originarios de las culturas amerindias, en el África precolonial o en Asia. No es algo nuevo, más bien desde nuestra posición en América Latina, es recuperar nuestra historia desde nuestras epistemologías del Sur, y no permitir más racismo y la colonialidad del saber y el poder, así como del ser (Boaventura de Sousa Santos, Grosfoguel).
Pero, la colonización y la ideología cristiana proveniente de la etapa de la historia de la Edad Media, puso sobre la conquista que las relaciones aprobadas entre cuerpos humanos, eran las que se ejecutaban para la procreación, cualquier acto diferente, era sodomía, más tarde el sodomita, y posteriormente en la Modernidad, hacia el siglo XVIII la homosexualidad como una enfermedad o patología; pese a que en 1990 la OMS deja de reconocer como enfermedad mental a la homosexualidad; hoy en la posmodernidad o en la etapa contemporánea continúan existiendo la opresión en contra de los cuerpos que no se alinean al binarismo, al universalismo, sin considerar que hoy nuevas formas de interpretar el cuerpo y la sabiduría, es decir, la dualidad (Segato) y el pluriversalismo (Boaventura).
Aquí en Michoacán, el primer matrimonio se dio por mandato de juez federal para casar a Claudia López Ramos y Alejandra Banderas Rosales, hecho jurídico que se llevó a cabo el 12 de marzo de 2014, en Ámsterdam Crepería, el lugar desde donde se tejieron diferentes propuestas normativas, de política pública y de estructuras operativas vigentes en las leyes y en el diseño de política pública. Acción en la cual intervino la Clínica de Litigio Estratégico de la UMSNH, y los abogados Gumesindo García Morelos, Sthefen González y Fernando M., así como Grupo de Facto Diversidad Sexual en Michoacán y Gerardo A. Herrera Pérez.
Pero hoy, casi ocho años después de la primera boda se han realizado muchas más entre hombres, pero también entre mujeres; pese a ello, vuelve a darse un hecho inédito, al celebrarse jurídicamente la primera boda de una población originaria Purépecha, realizada en la zona lacustre del Lago de Pátzcuaro.
En la comunidad de Ihuatzio, Michoacán, se llevó a cabo el acto formal del matrimonio entre dos miembros originarios Purépechas, es decir, entre Humberto y Florencio, ante el Oficial del Registro Civil de Tzintzuntzan.
El hecho en si mismo no es menor, porque han sido los pueblos originarios los que más racialización han vivido, desde la clase, raza, sexo y género, a ellos se les arrebato, desprestigio y nulificó desde la colonia y luego en la modernidad su poder, sus saberes, su funcionalidad y politicidad de ser y se atentaron contra sus recursos naturales; este acto constituye entonces un reconocimiento socialmente en su humanidad como seres humanos, ciudadanos, con sus derechos civiles y de familia, es decir, se da un privilegio racial al ejercer un derecho reconocido por la ley, sin prejuicio racial (Fanon, Boaventura de Sousa Santos, Herrera Pérez) y sobre todo y recalcarlo un hecho también social desde su cosmovisión en el marco de sus usos y costumbres, abrazados y protegidos por sus familias quienes estuvieron siempre cercanos a ellos, un hecho que comunalmente se da, los valores de la comunalidad son únicos y refrendan su compromiso étnico. En este sentido, se requiere seguir trabajando en la creación y desarrollo de conciencia antropológica, ambiental, cívica, espiritual, pero también expreso yo en mis reflexiones teóricas, un desarrollo de conciencia de prevención en todo sentido.
Así, creo que todos en defensa de sus derechos, debemos mantener acciones y una lucha contra el racismo por color, clase, raza, sexualidad, género, condición de discapacidad, prácticas étnicas, lingüísticas o rasgos religiosos o culturales y cualquier otra de interseccionalidad, no debemos permitir la racialización a través de marcar los cuerpos.
El gobierno de Michoacán, a través de sus estructuras operativas debe posicionar los conceptos de igualdad, libertad, diferencia, no exclusión, para la justicia social; es decir, bajo el enfoque de honestidad y trabajo, se deben encontrar las cuestiones axiológicas, éticas, estéticas, deontológicas que son fundamentales para el hacer institucional del servidor público.