Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
Machismo y sumisión, legado de AMLO a la 4T
Por JORGE OCTAVIO OCHOA. Ha sido penoso, si no es que, hasta triste, leer y escuchar los calificativos con los que, en los círculos políticos y de las redes sociales, ha sido denostada la ministra en retiro de la Suprema Corte, Olga Sánchez Cordero.
Su confrontación epistolar con la experiodista y ahora senadora panista Lilly Téllez es, por decir lo menos, reflejo fiel del nivel de fricción que vive ya la sociedad mexicana, a causa del discurso permanente de división, polarización y violencia del presidente López Obrador.
Lo mas triste aún es que, quizá nadie como Olga Sánchez Cordero, ha sufrido desde dentro del poder de la nueva élite gobernante, los amagos de un machismo rancio, que todavía ven en la mujer a una especie de subalterno a quien, claro está, no podrían obedecer ni tener como jefe.
Esto lo vivió ella desde la Secretaría de Gobernación, convertida en figura decorativa por el propio presidente de la República -siempre adelante de todos los miembros de su gabinete-, que fue el primero en “desvalorizar” su trabajo, y turnarla con el entonces encargado jurídico, Julio Scherer.
Y no fue algo menor. La presidenta del Senado revela que aún ahora, en las posiciones más altas del poder, las mujeres sufren del acoso y la desvalorización de su trabajo “en forma permanente y constante”. Luego entonces, las cosas no han cambiado en el tema de perspectiva de género con la 4T.
Peor aún: ella misma dio a conocer que hasta sus más cercanos colaboradores le sugirieron “que no aceptara la presidencia del Senado, porque no tenía la experiencia”. Le dijeron esto, pese a haber presidido ella, alguna vez, el pleno de la Suprema Corte. Ese es el nivel de machismo de Morena.
EL “ACUERDAZO”, LA DESHONROSA DECLINACIÓN DE OLGUITA
Pero, como decíamos al principio, fue penoso y triste enterarnos de los ultrajes a esta figura de tan alto nivel, de no ser por el reciente episodio en el que se ha visto envuelta doña Olga Sánchez Cordero quien, de mutuo propio, y sin consulta previa, decidió que el Senado NO controvertiría ante la Corte el “decretazo” de AMLO.
En una sesión matutina, y como si se tratara de un tema de rutina, la ministra en retiro anunció que la Cámara Alta no presentaría ante la Suprema Corte, ninguna controversia constitucional contra el “acuerdo” publicado el 22 de noviembre, por la presidencia de la República, en el Diario Oficial de la Federación.
“En mi opinión, es inexistente el principio de agravio respecto del Senado”, dice la legisladora, sin haber sometido a consulta el tema. ¡Claro, se le vinieron encima todos los partidos de oposición! No solo por la forma, sino por el grado de abyección mostrada ante otro de los Poderes.
"Usted debió presentar la controversia para defender a la Constitución", le dijo desde la tribuna del Senado Lilly Téllez. “Lástima, que lástima, tanta sapiencia, tantos estudios, tanta experiencia, tanta sabiduría jurídica. No es nada, si no hay autonomía de carácter, si no hay seguridad personal”.
Inclemente, criticó la decisión de Sánchez Cordero y la llamó "sin vergüenza, por su servilismo y su vocación de servidumbre. Usted Olga Sánchez Cordero, no determina el interés legítimo para promover la controversia constitucional, eso le corresponde hacerlo a la Corte".
Y claro, en seguida se le vino encima toda la fracción del PAN que, dijeron, ya esperaban "una resolución tan absurda como la de la presidenta de la Mesa Directiva”, y anunciaron que presentarán una acción de inconstitucionalidad con todo el bloque de contención.
OTRA PEONA SACRIFICADA
A esto la expuso el presidente López Obrador, quien nuevamente no tiene ninguna conmiseración con los suyos. La lanza a la pira de los sacrificios, como lo hizo con el propio presidente de la Suprema Corte, Arturo Saldívar, a quien quiso perpetuar por medio de un transitorio del partido Verde. ¡Vaya tamaño de congruencia!
El asunto es grave, porque de pasar el “ACUERDAZO”, hará nugatorios, entre otras agravantes, el derecho a la información de los mexicanos y la obligación de las instituciones a transparentar sus archivos, como establece el concepto de máxima publicidad.
Las obras prioritarias del gobierno federal estarán exentas de cumplir con los requisitos legales –como entregar estudios de impacto ambiental o financieros—y, además, tendrán el pretexto para reservar los documentos que les concierne.
De entrar en vigor el DECRETAZO, servirá de pretexto a las dependencias de gobierno para desatender las resoluciones del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), que hasta ahora son inatacables, definitivas y vinculatorias. El problema es que sí, sí podría aprobarse en estos días esta aberración
EL MACHO ALFA DOMINA
Es incuestionable que la oposición vive en estos momentos, una profunda crisis, sobre todo de identidad, luego de años de corrupción, abuso de poder, acuerdos mafiosos y componendas con el crimen organizado. Hoy, se quieren colocar a la centroizquierda, como si el sólo decirlo bastara.
El PRI dejó una pésima escuela, que después PAN y PRD repitieron, con sus bemoles. Se sirvieron por igual del populismo, no sentaron bases para el desarrollo, y dejaron la simiente de lo que hoy a todas luces parece un narco Estado, con el que hay que tranzar y negociar.
Desde la época de Zedillo, la clase política se decantó por las alianzas con los grandes capitanes del capital; con la inversión extranjera; con la concesión y mutilación de sectores clave como la minería y los ferrocarriles, a capitales foráneos de Canadá y Estados Unidos.
De hecho, el expresidente Zedillo debió ser sometido a juicio político por traición a la patria, al haber malbaratado los derechos de vías férreas y haberse convertido en testaferros de una empresa multinacional que hoy sólo pasa factura a nuestro país, pero no aporta en modernización ni crecimiento.
Así pues, AMLO pasará a la historia por ese intento, de acabar con los acuerdos mafiosos que pusieron grilletes a nuestro futuro. El problema son las formas y la ejecución. Con ese tufo autoritario, machista, donde sólo su voluntad es la que prevalece.
El decretazo marca y sintetiza el nivel académico, intelectual y personal de la forma de ser de López Obrador: igual que los de antes, él cree que no tiene porqué dar explicaciones. “Son decisiones ejecutivas y se acabó”. No se puede perder el tiempo complaciendo a todos, dice.
El mandatario aprovecha su momento. ¿Con qué autoridad moral pueden ser oposición PAN o PRI cuando sus liderazgos partidistas son personalísimos como la propia presidencia omnímoda de López Obrador? ¿De dónde saca “Alito” que puede ser candidato presidencial?
¿Qué le hace pensar a Marko Cortés que el puede enderezar el rumbo, ya no digamos del país, sino de su partido, perpetuándose en el poder cuando los panistas no lo quieren? ¿Y así critican los tufos reeleccionistas del actual Presidente? Con esta oposición no tenemos salida.
Paradójicamente, pese al bajo nivel de los partidos opositores, a AMLO ya no le queda tampoco otra alternativa que polarizar más al país. Tiene que victimizarse desde ahora, y señalar con su dedo flamígero: “¡Mírenlos, ellos no me dejaron gobernar!”.
El fracaso de su sexenio es ya inevitable e irreversible. Todos sus proyectos apuntan al fracaso. Ya no hay tiempo. La crisis de seguridad interna y externa; la crisis de salud; la crisis económica, financiera, laboral, no se habrán solucionado ni de lejos. Por eso su prisa de apurar el último DECRETAZO o ACUERDAZO.
Sólo así podrá prolongar sus proyectos por varias décadas, hasta concluir Dos Bocas, el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles; aunque todos ellos, según se ve, están destinados al fracaso. Tenemos una tormenta económica en puerta, con una inflación galopante.
Los fantasmas apocalípticos de la pandemia están por tocar otra vez a nuestras puertas. López Obrador está preocupado. Por eso la reunión de la semana pasada, con esos hombres a los que durante los últimos tres años no se cansó de insultar y de llamarlos “fifis”, “aspiracionistas”, “mafia del poder”.
Ahí estaba Claudio X González. Los grandes capitales empiezan a entonar las golondrinas. Muchas empresas estadounidenses ya amenazan con retirar sus inversiones de no aclararse cuanto antes la reforma energética y se hacen más claras las reglas del juego político y jurídico para invertir.
Pero como no está seguro de que pueda convencerles, López Obrador mantiene en la manga el As de siempre: polarizar, vilipendiar, crear bandos, para que sean esos miles de ancianos, familias precaristas y jóvenes de escasos recursos, los que salgan a defenderlo por las calles.
Él les dirá que fue el único presidente que los tomó en cuenta y trató de paliar sus penurias con dinero en efectivo, y en mano. La cuestión es que los destinos de un país no se pueden impulsar sin consensos, sin democracia y a golpe de ocurrencias.
Esto que vivimos hoy, es resultado de esa mezcla nefasta, espantosa, que dejó el viejo PRI de los 70, con el nuevo PRD de los 90s y la estulticia del PAN, que cuando tuvo el poder, pensó que una pléyade de mentes brillantes podría transformar nuestro futuro.
Sí es momento ya de bajarle al “ambicionismo”, a la soberbia. A esa clasista idea de que unos lo saben todo, otros lo pueden todo; que una corriente ideológica puede solucionar el hambre, la desigualdad, la pobreza, la amargura, el miedo, el dolor.
¿Cómo es posible que un río humano cruce por el continente y nadie lo vea? ¿Dónde está la solidaridad bolivariana de que tanto presumen los gobiernos pseudo izquierdistas que se la pasan pidiendo chichi a los neoliberales y capitalistas del norte?
A este paso, los mexicanos tendremos que aplicarnos la receta que le dieron a Doña Olguita Sánchez Cordero: “cúrate las heridas, dale la vuelta a la página, cierra el capítulo, no continúes dándole vueltas a lo que obviamente fue algo tan negativo para ti.” ¿En serio vamos a dejar que la sangre llegue al río y a las calles?