Día de Muertos: sincretismo entre costumbres indígenas y católicas
MORELIA, Mich., 27 de octubre de 2021.- México es un país lleno de cultura y tradiciones. A lo largo del año son muchas las festividades, celebraciones, ferias, carnavales y eventos culturales los que tienen lugar a lo largo y ancho de la república mexicana. Dentro de ellas, el Día de Muertos es una de las tradiciones más famosas para los mexicanos y para el mundo, porque desde hace décadas atrae turismo nacional e internacional.
Esta celebración de Día de Muertos, que es una muestra del sincretismo entre costumbres indígenas ancestrales y tradiciones de la religión católica, proviene de antes de la llegada de los españoles y algunas de las culturas que celebraban a la muerte eran los Mexicas, Purépechas, Totonacas y Maya.
Para las culturas indígenas mexicanas la muerte no tiene la concepción de infierno y cielo como en la religión católica, si no que ellos creían que el camino que tenía el alma del muerto dependía de la manera en la que había fallecido y no por lo que había hecho en vida.
Esta tradición es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad declarada por la UNESCO. Michoacán, en el occidente de México, es uno de los estados donde tiene lugar una de las celebraciones de Día de Muertos más importantes, más coloridas, y espectaculares, específicamente en la Isla de Janitzio, perteneciente al Pueblo Mágico de Pátzcuaro. Esta es una festividad imperdible cuando vistas México en el mes de noviembre.
La celebración consiste en llevar ofrendas y realizar un altar en las tumbas de los cementerios donde están enterrados los familiares o nuestros seres queridos. El día primero de noviembre es el festejo de “Todos Santos”, de los niños o menores, y el día 2 de noviembre el de los “Fieles Difuntos”, es decir, los adultos.
De acuerdo con Elsa Malvido, profesora e investigadora adscrita a la Dirección de Estudios Históricos de la Coordinación Nacional de Antropología del INAH, y coordinadora del “Taller de Estudios sobre la Muerte” todos los pueblos del mundo han ofrendado alimentos a sus muertos cercanos, a los antepasados gloriosos y a los dioses protectores de la muerte, esto no es novedad, Tanto las culturas antiguas como las actuales lo continuamos haciendo, lo que ha variado es la forma del ritual.
En México, comenta, antes de la llegada de los españoles, cada grupo nativo tuvo sus calendarios festivos dedicados a celebrar la vida y la muerte de todo lo que los rodeaba mientras que los dioses de la naturaleza negociaban sus temores; en su mayoría fueron sociedades campesinas, recolectoras y cazadoras, donde el clima, la geografía y los astros les impusieron sus actividades, creencias y limitaciones.
Sostiene que algunos grupos asimilaron por convicción o imposición en su panteón a dioses de otras culturas, compartiendo con ellos sus fiestas, espacios y tiempos distintos. sin embargo, si pocos grupos nos dejaron memoria de su acontecer, menos aún lo hicieron las que los occidentales dejaron sobrevivir y que han podido traducirse e interpretarse.
Más bien, fueron los grupos que sobrevivieron la Conquista quienes al ser sometidos por la cultura occidental recogieron algunos de sus cultos pasados, con el fin de que los católicos justificaran los designios de su Dios al conquistarlos. Sobre todo los mayas y mexicas fueron quienes por medio de los frailes y conquistadores plasmaron sus ritos en anales y códices.
De acuerdo con la especialista Elsa Malvido “basándose en estas fuentes, la mayoría de los etnólogos, antropólogos y arqueólogos formados en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, han escrito sobre el día de los muertos participando de la idea “tradicional” del origen prehispánico de dicha costumbre. Aceptan la posibilidad de un sincretismo con los ritos católicos y han intentado a toda costa meter el 1 y 2 de noviembre dentro de ese calendario ritual mexica, considerándolo como general al territorio mexicano del siglo XX, aunque -según la investigadora- en muchos lados les resulte ajeno.
La profesora del INAH cree que dichas ceremonias son netamente españolas, coloniales, cristianas y en algunos casos romanas paganas, enseñadas por frailes, curas y otros europeos a los indios y mestizos. Esas celebraciones han sufrido otros cambios. Uno muy importante se da durante la separación de la Iglesia y el Estado en 1860 con las Leyes de Reforma, cuando la muerte fue controlada por el estado civil y enterrada en los panteones civiles o privados; y la otra, más tardía, creada por los ideólogos del gobierno de Lázaro Cárdenas. Pero será el lector quien tenga la última palabra, aclara.
Para la Iglesia Católica la celebración de Día de Muertos ha sido tema, recientemente, incluso de aclaraciones. El Papa Francisco explicó de una forma más clara la diferencia entra las celebraciones de la solemnidad de “Todos los santos” y la conmemoración de los “Fieles Difuntos”: “El 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los santos. El 2 de noviembre la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Estas dos celebraciones están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza”, señaló el pontífice.
En tanto, la visión indígena de “El Día de Muertos” en implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.
En esta celebración de Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia, sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. Se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.
Sea como se quiera interpretar y aceptar, cada año en México en la celebración de Día de Muertos, cientos de miles de familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Estas festividades incluyen adornar las tumbas con flores y hacer altares sobre las lápidas, lo que en épocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte. El estado de Michoacán es sin duda, una de las entidades donde tienen lugar estas celebraciones de “Día de Muertos” con mayor presencia, realce, participación y colorido, de todo el país