Indicador Político/Carlos Ramírez
Cuenta la tradición oral del sistema político priísta de todo presidente de la República busca imponer un sucesor a modo para seguir ejerciendo el poder más allá del límite sexenal. Sin embargo, ha quedado muy claro el régimen priísta es una monarquía unipersonal sexenal, hereditaria y no continuista.
El presidente Carranza en 1920 buscó poner como candidato al ingeniero Bonillas para seguir ejerciendo el poder, pero se encontró con el alzamiento del general Álvaro Obregón; este sonorense, genio militar y político, construyó un poder sistémico que le permitió poner a su sucesor para que cambiara la Constitución y le permitiera el regreso a la presidencia en 1924. Plutarco Elías Calles cumplió con su tarea, pero la reelección de Obregón se frustró en el magnicidio en el parque de la bombilla.
El mito institucional señala que Elías Calles fue uno de los presidentes más poderoso de México. Sin embargo, sólo tuvo fuerza para poner un presidente interino, un presidente constitucional y un presidente sustituto en el corto periodo de 1929 a 1934. Aceptó como candidato a Lázaro Cárdenas, pero no pudo intervenir en la vida política y fue exiliado del país en 1936. Con Elías Calles se creó la regla de oro del sistema político de que el presidente de la República tiene el poder absoluto durante sus seis años de Gobierno, pero nunca más allá.
El presidente Alemán coqueteó con la reelección, pero tuvo que designar a Adolfo Ruiz Cortines y encarar con sumisión su acción anticorrupción. El presidente Echeverría se sacó a López Portillo de la manga porque se decía que era el candidato que carecía de grupo y que entonces el echeverrismo mantendría el poder, aunque casi de inmediato fue enviado de embajador a las islas Fiji, localizadas precisamente al lado contrario del mundo respecto de México. Salinas de Gortari tensó al sistema poner a Colosio como una continuidad personal, de proyecto y de grupo, pero el magnicidio en Lomas Taurinas lo obligó a la candidatura de Ernesto Zedillo y este rompió de manera judicial-penal con los Salinas por el arresto del hermano Raúl.
Enrique Peña Nieto tuvo la oportunidad de construir una sucesión más institucional, pero prefirió jugar con las reglas del sistema y por imposición personal --dedazo-- colocó al burócrata José Antonio Meade Kuribreña, sin grupo político y controlado por el peñismo de Luis Videgaray Caso.
Todos los presidentes de la era priista supusieron que el poder presidencial era de a deveras, pero muy pronto se encontraron que se trata, sin duda, de un poder inmenso para toma de decisiones sexenales, pero no alcanzaba para mantener el poder hereditario contenido en un proceso de transmisión del poder conocido con el término jurídico de sucesión, es decir, de continuidad familiar o de grupo.
La condición de continuidad personal, de proyecto y de grupo en el relevo presidencial ha sido más bien una obsesión de los presidentes salientes, inclusive sin atender a las realidades conocidas de casos anteriores. Todo presidente saliente se asume absolutista y supone que sí va a mantener la continuidad. Sin embargo, las características de funcionamiento del sistema no permiten poderes superpuestos y funcionan en tanto ceden lealtades redocumentadas, manteniendo, eso sí, la persistencia del modelo de desarrollo.
En este sentido, sigue siendo un mito suponer que el presidente de la república va a extender su poder y su mandato más allá de su sexenio. En la época de Elías Calles se decía que el presidente “vivía en el Castillo de Chapultepec, pero el que mandaba vivía enfrente”. Y, en efecto, el gabinete obedecía sólo al expresidente Elías Calles ridiculizando la capacidad y fuerza del presidente en funciones, hasta que se encontró con el poder enérgico del presidente Cárdenas y terminó sus días de gloria, apenas siete años de duración, en el exilio forzado y en un regreso sin gloria sometido ya a las disciplinas sistémicas. En todo caso, la aportación de Elías Calles al sistema fue la centralización de la capacidad de poder presidencial para designar candidatos, asumida a través de un acuerdo con los generales revolucionarios después del asesinato de Obregón. Y este mecanismo lo remachó el presidente Cárdenas al centralizar el partido, las instituciones de seguridad y el corporativismo de clases bajo el presidente de la República cómo jefe nato y poder absoluto del partido.
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Política para dummies: para sobrevivir, la política debe seguirse con las reglas no escritas del sistema.
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