Reinterpretar la protección social para la vida/Gerardo A. Herrera
La hegemonía liberal ha generado un nivel de desprotección social de carácter planetario; la red de hospitales actuales, construidos en la época del desarrollismo, no respondió a las dinámicas de crecimiento poblacional y a las necesidades de la pandemia por la que atravesamos; hoy se encuentran en crisis, que se evidencian a través de los medios de comunicación y que arrecia en instrumentar medidas para que el cuidado sea de la población, en cada hogar.
El Neoliberalismo, naturaliza la desigualdad que se expresa en los cuidados de la vida, cada hogar tiene los cuidados que puede pagar (la pobreza tiene pocas posibilidades), y con ello se explica la incapacidad institucional de los Estados para contener una epidemia que no distingue entre centros y periferias, entre pobres y ricos, por género, por raza, por clase, por sexo, por discapacidad, por color de piel, por edad, por dogma.
La pandemia muestra los límites de la economía patriarcal, en donde los trabajos domésticos del hogar y el trabajo no remunerado de las mujeres están al límite. En esta pandemia cuando las mujeres se enferman, y el sistema de salud colapsa, y es que las mujeres también se contagian con el Covid-19, situación que pone en riesgo el modelo de acumulación de capital; las mujeres están en riesgo y pueden contagiarse y enfermar, lo que pone en riesgo la economía financiera, por más especulación que realice no se puede sostener.
La crisis de salud, impone revalorar la vida, sin vida, y sin la vida de las mujeres, no hay forma de que la economía funcione y se sostenga, cuando millones de mujeres y personas se encuentran en riesgo; esta misma situación la he manifestado cuando se habla de las luchas sociales, donde la lucha por la vida es fundamental, donde la vida debe estar al centro, si posiciones androcéntricas, antropocéntricas.
La crisis que se vive, es también una crisis de mercantilización de los espacios de lo público, común y lo solidario, mientras los supermercados aumentan sus ventas por el miedo, los espacios públicos, como los mercados, plazas y tianguis, se encuentran con poca gente, y con problemas de donde hacer llegar sus productos, pese a diferentes estrategias implementadas; ello, nos permite identificar varias cuestiones, la primera es que los monopolios y quienes controlan el comercio han incrementado sus ganancias, en tanto que las economías solidarias no pueden colocar sus productos por diversas razones.
Las economías solidarias no cuentan con fuentes de acumulación y dependen del flujo diario, en contrario con los almacenes, que generan los mecanismos de control de masas y el pánico para la compra desmedida de productos del mercado de productos de primera necesidad, pero que también incluyen los productos hedonistas.
Trabajadores y trabajadoras que viven en precariedad, y que pueden perder su ingreso, ponen en riesgo el trabajo de cuidados y doméstico que se encuentra en total desprotección. El Estado debe de diseñar políticas públicas para atender la necesidad de conservar la vida, de apoyar aquellos trabajos que requieren los recursos para vivir, en este caso de apoyo al trabajo doméstico y de cuidados.
Es decir, los trabajos no remunerados, precarizados, flexibilizados y asociativo, los no mercantilizados, también requieren de formas de protección. Se trata de reconocer la protección social como un derecho humano, y no como una condición que se deriva del mundo de los ingresos y que brinda protección de salud y otros beneficios.
Natalia Quiroga, en Pensar la Pandemia, expresa que, uno de los desafíos que nos deja esta crisis es reconocer la vulnerabilidad como un principio fundamental de lo social y en consecuencia, institucionalizar una economía cuyo eje sea la vida y no la acumulación.