Un vulgar jefe de pandilla/Enrique Cervantes Ponce
En el pasado, Andrés Manuel López Obrador estuvo implicado en una serie de eventos desafortunados que ponían en evidencia que su ejemplo, como llegó a pensar, no permeaba o contagiaba a los demás a no cometer algún acto ilegal. Gustavo Ponce, René Bejarano y Eva Cadena, se encargaron de convertir a la “honestidad valiente” en una honestidad inexistente, al ser expuestos en videos en los que recibían dinero con la intención de financiar la próxima campaña que se iba a disputar. Sin embargo, el hoy presidente siempre mencionó que detrás de esos videos, más allá de un acto a investigar, había una intención de dañarlo de manera electoral. Incluso, llegó a llamar en el 2017 a Enrique Peña Nieto “jefe de pandilla vulgar”, por estar supuestamente detrás del escándalo que se acababa de destapar. De esta forma, y con la llegada de Emilio Lozoya, estando ahora él sentado en la silla presidencial, no perdió la oportunidad de comportarse de manera similar como aquellos que en el pasado llegó a criticar.
Porque si al presidente la pandemia le vino como anillo al dedo, Emilio Lozoya le cayó como perfecto distractor al pueblo y salvación a su proyecto. Así, y a pesar de los malos resultados de este gobierno, arribó desde España la posibilidad de rescatar su gestión con la bandera del combate a la corrupción que en campaña enarboló y que se tradujo en esperanza ante la situación que se vivió en el sexenio anterior. Pero aquél combate no sería general, sino de forma parcial; no uno que pudiera dañar a su administración, sino el que implicara y salpicara al opositor; no el que buscara la justicia, sino el que le ayudara a conseguir más votos en la casilla.
Y es que la semana pasada salieron a la luz pública, de manera misteriosa y después de que López Obrador se lo sugiriera a la Fiscalía General de la República, el primer video y la denuncia que Emilio Lozoya presentó para intentar reducir su condena tras su presunta participación en la entrega de sobornos por parte de la empresa brasileña. Y como el exdirector de Pemex cuenta ahora con una credibilidad impoluta, una veracidad difícil de cuestionar y una confiabilidad que ya quisiera tener algún miembro del gobierno actual, el presidente decidió transmitir el video e hizo eco de aquel documento. Andrés Manuel habló de la inmundicia que se exponía, el modus operandi del régimen de corrupción que se veía y la epidemia que este acto representaba cuando la mafia del poder existía. No obstante, todo este discurso en favor del combate a la corrupción, desapareció cuando un par de días después se presentó otra grabación en la que Pío López Obrador y David León, quien sería el encargado de limpiar el sistema de salud, se vieron expuestos en un intercambio de sobres de billetes con la finalidad de apoyar la campaña que su hermano estaba próximo a iniciar.
Pronto, el gobierno federal inició un discurso para normalizar la corrupción, llamándole a este acto “aportación”, al delito electoral lo volvió una actividad heroica digna de emular e incluso se comparó a las personas implicadas con personajes de nuestra historia nacional. Porque ante la incompetencia de resultados poder generar y contradicciones en su actuar querer ocultar, la llamada “Cuarta Transformación” ha acuñado nombres, conceptos y adjetivos esperanzadores que pretenden esconder la penosa realidad a la que millones de mexicanos se tienen que enfrentar y que el gobierno se niega a reconocer o encarar. “Bandera de la paz” como campaña para hacerle frente a la violencia familiar que el presidente dice que las mujeres denuncian con falsedad; “bienestar del alma”, para ocultar su imposibilidad de alcanzar un crecimiento económico del 4% que prometieron lograr; y “dimensión social” para poderse aliar con quienes había llamado minoría rapaz.
Durante esta semana, el mensaje de que “quien a video ataca, a video muere”, se vio repetidas veces. Pero la realidad es que nadie sale victorioso; ni gobierno, ni oposición. Sin embargo, lamentablemente, si hay un gran perdedor: México. Por el bien del país, es urgente acabar con este mal de manera real y no sólo a conveniencia electoral.