Ser mexicano no significa ser naco o cursi: Ernesto Alonso

MORELIA, Mich., 21 de agosto de 2020.- El pasado 7 de agosto se cumplieron 13 años de la desaparición física del productor y director de cine, teatro y televisión, Ernesto Ramírez Alonso, (Ernesto Alonso), mejor conocido en el ámbito artístico como Mr. Telenovela, quien falleció un martes de 2007, a los 90 años, víctima de una neumonía.

Ese mismo día, recibí una llamada telefónica de Juan Pablo Alonso, nieto del prestigiado actor y productor televisivo mexicano, quien me comentó había visto y leído en Quadratín la entrevista exclusiva que me había concedido María Félix, La Doña, amiga entrañable de su abuelo, y solicitaba poder rescatar la entrevista exclusiva que me había concedido su abuelo para el diario Excélsior.

Esta se publicó el sábado, 27 de abril de 2002. Ahora, se le presentamos a usted, estimado lector de Quadratín, pero con cada una de las anécdotas que se registraron durante la charla.

Aquí la entrevista…

Aún sin reponerse del inmenso dolor provocado por la irreparable y repentina muerte de su gran amiga de toda la vida, María Félix, La Doña, en la intimidad de su hogar, un elegante departamento ubicado frente al legendario y entonces majestuoso Bosque de Chapultepec, el hijo predilecto de Aguascalientes, a sus 86 años, sorprende por su lucidez. Sin embargo, manifiesta una y otra vez, sentirse sumamente preocupado por los muy lamentables tumbos que ha dado nuestro país, tanto en política interna como externa.

Ante la muda mirada de su entrañable amiga, plasmada en una gigantesca pintura al óleo, Mr. Telenovela, visiblemente demacrado y sin poder esconder las secuelas que le dejó un delicado padecimiento intestinal que lo obligó a internarse en un prestigiado hospital del Sur de la Ciudad de México, por una larga temporada, haciendo gala de su caballerosidad, responde a nuestras preguntas:

—¿Cómo le va en la vida?

—Pues me va muy bien… ¡jodidos los de enfrente!

—A lo mero macho, ¿la muerte le hace los mandados?

—Claro que sí. Pese a los duros y lógicos golpes que da la vida por el dolor que deja la gente que se va y de cosas que, a veces, no funcionan bien, pero vamos, así es la vida, qué le digo, creo que me va muy bien.

—¿Ha valido la pena?

Sin permitirnos terminar de formular la pregunta y con un esfuerzo físico, exclama: —“Enormemente. Amo la vida profundamente, aunque hay cosas que no se pueden olvidar”.

—¿Quiere decir que el ser humano es un simple rehén de su pasado?

—Caray, ¡qué pregunta! Creo que en parte sí, pero en mi caso, quiero decirle que amo profundamente a mi país. Amo su historia y no en balde tuve la suerte de ser el primer productor y director televisivo en llevar a las pantallas chicas una telenovela histórica, y muchísimo antes que lo hicieran los franceses o los ingleses.

—¿Nadie es profeta en su tierra? Jamás se le reconoció su esfuerzo por divulgar nuestra historia y cultura

—Ese es el único orgullo de toda mi carrera como productor y director televisivo, el poder haber hecho la historia de México, prácticamente hasta después del siglo pasado.

—A lo mero macho, ¿somos rehenes de nuestro pasado?

Se queda pensativo, nos observa detenidamente y exclama: —“No sé qué decirle, a decir verdad, me falta la etapa de la Colonia. Recuerdo que la primera telenovela histórica que hice fue La Tormenta, allá por 1976. Luego Los Caudillos, en 1978, y de ahí, les siguieron La Constitución, El Carruaje, Senda de Gloria, El Vuelo del Águila y La Antorcha Encendida, y no quiero irme de este mundo sin antes hacer algo sobre la Época de la Colonia, así como una sobre Sor Juana Inés de la Cruz, eso sí que me importa muchísimo”.

—¿Presiente que morirá en corto tiempo, aunque yo creo que aún tiene mucha cuerda?

—Ja, ja, ja, ja, le agradezco mucho, pero déjeme decirle que la muerte no perdona edad ni sexo.

—¿Le tiene miedo a la muerte?

—No, pero desde que hice El Maleficio, una telenovela muy exitosa, algo me dice que me vaya preparando, porque ya mero se me llega la hora.

—Hay un refrán que dice que solo los guajolotes mueren en la víspera. ¿Usted cree en tal?   

—Lo único cierto es que nunca sabemos cuándo vamos a irnos y la mera verdad, no me quiero ir sin antes hacerlas. Siento un enorme respeto por la historia de este bendito país.

—¿Demostramos ser mexicanos nada más cuando nos conviene?

—No sé si los demás, pero yo me siento profundamente mexicano y amo a mi país.

—¿Nos encanta escondernos de nosotros mismos?

Intempestivamente, me interrumpe la pregunta, se acomoda sus lentes, se endereza un poco de la silla en donde está sentado, con la mano derecha sostiene un poco su mentón, con cierto esfuerzo me dice:

—“Vaya preguntas que me hace, yo creía que iba a venir como todos los demás reporteros para que le dijera lo de siempre, mi carrera, las telenovelas que hice, y la verdad es que me sorprende con cosas tan personales. Me pregunta que ¿si nos encanta escondernos de nosotros mismos?”

—¿Le molesta el rumbo de la entrevista?

—No, para nada. Quiero que sepa que soy un fanático de las costumbres y tradiciones a lo largo y ancho del territorio nacional. México es un país maravilloso, privilegiado y no una empresa o negocio como lo quieren aparentar.

—¿No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre?

—Exacto, eso sucede en todo el mundo.

—¿Un México violento y dividido?

—Problemas y violencia los hay en todo el mundo y no por eso nos vamos amargar la vida ni dejar de amar a nuestra tierra, sino que debemos y tenemos que seguir hacia adelante.

—¿Ser mexicano significa ser naco o cursi?

—¡No!, ¿pero por qué?.. Los cursis o nacos abundan por todas partes y en todo el mundo y no tiene que ser exclusivamente de los mexicanos.

—¿Qué opina de aquellos que se avergüenzan cantar el Himno Nacional Mexicano?

—Cada quien es dueño de su vida y si no les nace entonar el Himno Nacional, pues simple y sencillamente esos no son mexicanos.

—¿Es lícito maquillar nuestra historia a través de telenovelas?

Con el ceño fruncido y un poco contrariado por la pregunta, me agarra del brazo derecho y me dice enérgicamente: —“¡La historia es historia y punto! Ernesto Alonso jamás ha pretendido maquillar o distorsionar nuestra historia, sino que para llevarla a la televisión, lo hago con la ayuda y asesoramiento de destacados y auténticos historiadores”.

—¿Cada quien jala agua para su molino?

—El productor Ernesto Alonso ha llevado a la pantalla de cristal la historia de México prácticamente desde el inicio de la lucha por la Independencia, ya que, a partir de ahí, es cuando se da cuenta del México liberal y se pudo transportar hasta 1938… mmm, sí, creo que ahí se quedó.

—De 1938 a la fecha, ¿México carece de historia televisiva?

—No he hecho nada con respecto al México moderno porque considero que eso aún no es historia, sino que son simples relatos de los malos gobernantes que nos ha tocado tener y soportar.

—¿Una nueva historia para el otro México, entonces, cuántos Médicos hay?

—Desafortunadamente, durante 40 laargos años, la historia de México se detuvo y no quiero meterme en nada que no sea historia.

—El paso del presidente Lázaro Cárdenas, ¿eso no es historia?

—Tal vez, pero podría irme unos años más porque después de Lázaro Cárdenas vinieron Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, pero hasta ahí se podría contar la historia del México moderno, lo demás, es demasiado cerca para que se le considere historia.

—¿Creé que no vale la pena contar la historia del México moderno?

—Lo que creo es que todavía del gobierno de Adolfo López Mateos se pudiera contar un poco, pero del 68 para acá, México ha cambiado muchísimo y todavía hay infinidad de cosas y hechos que no se han aclarado, tales como lo sucedido en Tlatelolco.

—¿Un Ernesto Alonso sumergido en la historia y en la política?

—No, no y no. Ernesto Alonso no es político ni nada por el estilo, quizás, me he sumergido mucho en la historia de esta gran nación y mi único deseo es presentarla en la televisión, pero sin maquillarla o distorsionarla.

—¿Calidad de historiador?

—Yo no me considero un historiador como tal, sino que con la ayuda de expertos y reconocidos historiadores la llevo a la televisión.

—¿Tiene miedo de hablar de los gobiernos de Díaz Ordaz, de Echeverría, de López Portillo, Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari o Ernesto Zedillo?

—Insisto, no me atrevería a producir nada sobre ellos porque lo sucedido en esos períodos, no está considerado aún como historia…

—¿Aunque lo hayamos vivido y sufrido?

—En efecto, aunque lo hayamos sufrido en carne propia.

—¿Al pueblo que fueres, haz lo que vieres?

—Pienso que mientras no se aclaren muchas cosas ni se defina la historia como tal. Quizás estoy diciendo tonterías, pero no soy político ni jamás he dicho que Ernesto Alonso sea un moderno historiador, lo que sucede, ha sido un gran honor para mí, llevar la historia a la televisión, pero una historia basada en los verdaderos historiadores.

—¿Se pueden borrar así de fácil nuestras raíces?

—¡No!, para nada. Ni Dios lo permita. Nuestras benditas raíces nos hacen permanecer de pie.

—¿Por sus venas corre el linaje español o francés?

—Por mis venas corre sangre indígena y me siento muy orgulloso de ello.

—¿Somos prisioneros de un pasado tormentoso?

—Sentirnos es abarcar todo y Ernesto Alonso puede hablar por él nada más y no por los demás, porque no sería correcto.

—¿Siempre fue mejor el México de antes?

—Eso, todavía no podemos decirlo y muy a pesar de estar viendo cosas maravillosas, eso, se debe a que el mundo actual tiene cosas extraordinarias, y conste que no estamos hablando solamente de México, sino del mundo en general que está viviendo momentos muy difíciles, cambios muy drásticos y nos tendremos que esperar a que todo ello sea historia.

—De todos los presidentes de la República que hemos tenido, ¿a quien prefiere?

—Me hace una pregunta un tanto difícil, porque ninguno ha sido tan bueno y los otros regulares.

—¿Cómo es el Dios de Ernesto Alonso?

—Un Dios maravilloso, soy católico y me llena de orgullo serlo.

—¿De verdad, Dios existe o es una invención del hombre?

—Para mí, claro que existe y hablo exclusivamente de lo que siento y creo en él.

—¿Cómo ve la posibilidad que un mexicano llegara a convertirse en Papa?

—Ahí, no sé qué decirle, lo único que deseo es que llegara el mejor, y si es un mexicano, pues gracias a Dios.                                                                     

—¿Y de la canonización de Juan Diego qué me dice?

—Carajo, ¿acaso usted es psicólogo o brujo? ¿Cómo demonios sabe que siempre ha estado en mi mente hacer una telenovela sobre Juan Diego? Creo que la canonización de Juan Diego es muy importante para el pueblo de México porque tiene una fe enorme en la Virgen de Guadalupe.

—¿Pese a lo dicho por Guillermo Schulemburg al afirmar como falsa la aparición de la Virgen y que el ayate que se venera es una simple pintura?         

—Fue perverso y criminal lo que dijo, aunque este infeliz no crea en Juan Diego, atentó contra todos los mexicanos y en contra de su fe.

—¿La fe del mexicano corre por sus venas?

—La fe del mexicano es su vida.

—¿Hemos estado con el enemigo en casa?

—Imagínese usted que nada más ni nada menos, este infeliz de Schulemburg, durante 33 años ha sido Abad de la Basílica de Guadalupe, y, si no creía en Juan Diego, ¿porque demonios aceptó ser Abad? ¿Por qué está inmensamente rico y posee infinidad de lujosas casas por todas partes.

—¿Estuvo a punto de despertar al México bronco?

—Me pregunto, ¿es tan estúpido que no se dio cuenta que estuvo a punto de provocar una revuelta y lo quemaran vivo con leña verde? Es absolutamente criminal tratar de borrar, de buenas a primeras, la fe de un pueblo eminentemente católico.

—¿Millonario a costa de la fe del mexicano noble?

—Pues sí, pero ya se le acabó su “minita de oro”, pero además es tan cínico y cobarde que dijo que vive en la pobreza.

—¿Creé que se acabaron los historiadores dignos de credibilidad?

—No, aún hay algunos historiadores muy buenos, pero tampoco me refiero a que desconozcan la historia, sino que a estas alturas no pueden llegar a una conclusión de nuestros tiempos.

—¿A qué Ernesto Alonso prefiere?, ¿el actor, el productor, el director o simplemente al hombre?

—Uff, ¡que pregunta! A todos, porque he disfrutado de la vida enormemente y me ha tocado vivir mundos tan diferentes desde que nací hasta el actual, y no por ello puedo decir que sea mejor uno que el otro.

—¿Qué es lo que más extraña del México de antes?

—Lo que sí extraño es la tranquilidad que se respiraba en aquellos días, y muy a pesar de que este nuevo mundo nos ha dado mucho más cosas como la televisión, los aviones o el internet, pero todavía no se llega a una conclusión para vivir en paz y que la muerte no nos agarre desprevenidos.

—A lo mero macho, ¿le tiene miedo a la muerte? Porque en el transcurso de la entrevista habla mucho de ella?

—No, no y no. Desde que nací, sé perfectamente que un día voy a morir, pero tampoco la deseo porque amo la vida y todavía me faltan muchas cosas por hacer.

—¿Nada es para siempre?

—Mire usted, mientras vivimos y ocupamos un cargo de responsabilidad, es muy bonito que se nos reconozca, pero cuando uno se va, ahí se queda todo.

—¿Lo imporrante es dejar una huella por el camino de la vida?

—He recibido tantas cosas que no me importa el día que muera, mientras tanto, voy a dar todo lo que pueda. Ya son 65 años inninterrumpidos de una árdua carrera artística y no soy quién para decir si dejo o no una huella.

—¿Desea volver actuar o dirigir en cine?

—No, para mí, hace mucho tiempo que terminó un ciclo en el cine, ni tampoco es mi deseo volver actuar, porque hace años que me retiré de eso, fue una carrera a la que amé profundamente.

—¿Cómo ve el cine mexicano que se hace actualmente?

—He visto un cine mexicano de excelente calidad y creo que ha resurgido fuertemente.

—¿Le hubiera gustado tener un heredero para continuar con la tradición?

De pronto, sus ojos se llenan de lágrimas, una persona que le sirve de compañía, inmediatamente le acerca pañuelos desechables, optamos por permitirle unos minutos para que se tranquilice y tome un poco de agua.

—“Respondiendo a su pregunta, sí, aunque no tengo un hijo propio biológico, adopté uno y ya tengo nietos y bisnietos, quienes son mi vida y trabajo por ellos.

—¿Por qué no se defendió  de las calumnios sobre su preferencia sexual?

—No me importa en lo más mínimo.

—¿Cada quien su vida y preferencias?

—Lo único que me importa es lo que yo siento y creo, lo demás, no me afecta.

—¿Es delito amar y querer a alguien de su propio sexo?

—Jesús nos enseñó que quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra.

—¿Ha pensado escribir sus memorias?

—¡No, para nada! Y digo que no, simple y sencillamente porque no creo haber hecho nada importante como para dejar un libro con mis memorias, que seguramente nadie habrá de leer.

—¿Nadie es perfecto ni profeta en su tierra?

—Llevé una vida cargada de grandes defectos, pero la viví intensamente y traté de dar lo mejor de mí y siempre ser lo mejor posible.

—¿Esto lo dice a manera de despedida?

—Es que nadie sabe a qué hora nos llegará tener que rendir cuentas y es mejor estar en paz con Dios y con uno mismo.

—Al morir su gran amiga y compañera del alma María Félix, ¿cómo logra sobreponerse a esa terrible depresión?

—Una canción que interpreta Alberto Cortés dice: “cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no se puede llenar ni con la llegada de otro amigo”, y no me queda otra que seguir viviendo. Antes de perder a María, también perdí a mis padres y dos de mis hermanos. ¡Así de cruel es la vida!

—¿Qué opina de Ernesto Alonso?

—¡Caramba!, qué preguntas me hace... ¿Acaso es psicólogo y se esconde detrás de un periodista? No puedo opinar absolutamente sobre Ernesto Alonso porque simple y sencilamente, serán los demás quienes emitan su opinión, sea buena o mala.

—¿Entonces, quién demonios es Ernesto Alonso?

—Estoy consciente de que soy una gente pública, y tal vez, cuando me vaya de este mundo, se digan muchísimas cosas sobre mí, algunas ciertas y otras no, pero aún así, no me importata en lo más mínimo.

—¿Resentido por no recibir un homenaje a nivel nacional?

—No, y digo que no, porque también estoy muy convencido que no he hecho nada como para merecerlo, mucho menos, una estatua o que una calle lleve mi nombre.

—¿Nadie es profeta es su tierra?

—He sido un simple trabajador del cine, del teatro y de la televisión que está sumamente satisfecho con lo que ha hecho—.

Al recibir una llamada telefónica de Emilio Azcárraga Milmo para que asista a un evento denominado Espacio 2002 a realizarse en Pachuca, Hidalgo, con pena, Mr. Telenovela, nos pide reducir el tiempo de la entrevista y le pregunto:

—¿Cómo ve el periodismo que se hace actualmente en México?

—Un periodismo muy agresivo, pero todo se debe a que el mundo entero así está, viviendo una etapa o un ciclo muy difícil con guerras en Medio Oriente, atentados terroristas y sería muy difícil soñar con un mundo de paz.

—¿Qué sueña el hombre  que dedicó toda una vida a la fábrica de sueños?

—Uff, soñar es muy bonito. Regularmente, uno sueña cosas que generalmente no le ha tocado vivirlas, son tantas cosas que me faltaría tiempo y a usted espacio para describirlas.

—¿Qué le hizo o le hace falta a Ernesto Alonso por realizar?

—Ser una gente más positiva con los demás, con un gran sentido por la amistad.

—A lo mero macho, ¿usted era engreido, soberbio y déspota?

—Mire usted, he amado mucho a la vida y estoy muy agradecido con ella porque me ha dado más de lo que merezco.

—¿Tiene algo de qué arrepentirse?

—Ja, ja, ja. ¿Acaso usted es sacerdote? Afortunadamente, no tengo nada de qué arrepentirme.

—¿Es verdad que en alguna etapa de su vida estuvo inmerso en la drogas?

Sin permitirnos la oportunidad de formular la pregunta exclama: —¡Eso es absolutamente falso!

—¿Ni esos pequeños pecaditos cuando fue empresario del famoso centro nocturno Quid?

Su rostro enrojece, su voz se apaga un poco, con cierto esfuerzo me aprieta la mano derecha y me dice: —Todos tenemos cola que nos pisen, no conozco a ningún santo en esta tierra. Te repito lo que nos enseñó Jesús: ¡el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra!

—Cuando parta de esta dimesión terrenal, ¿qué va a suceder con su enorme fortuna?

—No, no y no. No tengo fortuna alguna. No sé de dónde carajos saca eso.

—¿Qué hizo con todo lo que ganó en el cine, el teatro y la televisión?

—He ganado dinero que al mismo tiempo se me ha ido para darle una vida digna a la gente de la que me he hecho responsable.

—A lo mero macho, ¿no tiene ni en qué caerse muerto?

—Pues a lo mero macho, no tengo fortuna alguna, quizás, tenga para medio vivir y sin lujos.

—Cuando muera, ¿cómo creé que lo vayan a recibir allá arriba o allá abajo?

—Si me mandan para allá abajo, pues seguramente tendré que pagar algo malo que haya hecho en esta vida.

—¿Y si lo mandan para allá arriba?

—Ah, pues será una muestra más de lo mucho que me quiere Dios—.

Un tanto pensativo exclama: —¡no sé, pero algo me dice que muy pronto María La Doña, ya viene por mí—.

—¿De verdad, tiene miedo que lo manden allá abajo?

—¡No!, Dios me libre.

—¿Le gustaría morir como lo hizo María Félix, dormido y en su cama?

—Exacto, así como sucedió con María, tranquilo y en mi cama y sin sentir cuando la muerte me sorprenda.

—¿Le preocupa una muerte trágica?

—No, para nada, total, no me importa la forma en que vaya a morir, ya sea arriba de un avión o atropellado por un perro.

—¿Es verdad que usted será heredero de la fortuna de María Félix?

—Eso es totalmente falso. No soy ni seré heredero de lo que haya dejado mi gran y entrañable amiga. La única herencia que me dejó, fue su muy valiosa amistad y el recuerdo, nada más.

—¿Ella le pidio algo antes que muriera?

—Sí, me pidió que su casa fuera convertida en un museo y que lo administrara el Centro de Estudios Cinematográficos de la UNAM.

—¿Y si le hubiera dejado algo a usted?

—Si acaso me hubiera dejado algo, no lo aceptaría, porque yo ya estoy demasiado viejo y sé que muy, pero muy pronto ya la voy alcanzar.

—¿Aún le gusta darse sus escapadas al cine?

—Ir al cine resulta sumamente peligroso por la ola de asaltos, gracias a Dios que ya todas la películas se pueden conseguir en discos compactos y muy pronto será por internet.

A la llegada del chofer que envió Emilio Azcárraga por él y trasladarlo a Pachuca, a manera de despedida le cuestiono:

—Señor Alonso, muchas gracias por su tiempo, ¿desea usted agregar algo más?

—El que debe dar las gracias soy yo, agradezco a Excélsior esta deferencia. Toda mi vida he leído este prestigiado diario. Edmundo, ya sabe que ésta es su casa, le invito que venga a tomarse un café conmigo. Me gustó muchísimo la entrevista porque se ocupó de Ernesto Alonso, el hombre y no la figura pública. Es usted un excelente conversador y entrevistador.