Proyecto secreto/Mateo Calvillo Paz
¡Todos por la justicia!
Los juicios, como el de Lozoya. se sitúan en un orden moral, forman parte de una estructura buena o corrupta.
Todos queremos el bien verdadero de México. Para sacarlo de esta marejada de emergencias, el primer paso que tenemos que dar es despertar a los mexicanos a su dignidad para que defiendan sus derechos y cumplan con sus deberes.
Hay que sacudirlos de su enajenación y postración, los populistas los “envuelven”, engañan y abusan de ellos. Es necesario que sean dignos, lúcidos, que conozcan a sus servidores públicos y desechen los malos.
La gente se pregunta si el juicio de Lozoya es para hacer justicia verdaderamente o sólo para guardar las apariencias y cumplir la promesa de campaña de acabar la corrupción.
La justicia es limpia y auténtica o no es justicia. debiera ser imposible todo acto de injusticia, porque la corrupción no existe más según López obrador.
Los hechos muestran que en México continúa la corrupción y que está en las estructuras gubernamentales. Hay muchas acciones que no caben en la lógica de la justicia. Lozoya goza de impunidad cómodamente en su casa. Su supuesta enfermedad fue negada en España. El juicio parece parte de un entramado ajeno a la justicia.
La justicia no alcanza a los amigos del régimen, Elba Esther fue indultada de sus grandes fraudes, Gómez Urrutia y ex gobernadores forman parte del gobierno perfecto, incorrupto según López. Se aplica con rigor a los que “caen gordos”. Es el caso de Rosario Robles que cometió un crimen menor hizo muchísimo menos daño que Lozoya es . Un daño infinitamente mayor al realizado a Pemex es el daño debido a la cancelación del AICM, donde se perdieron por capricho, para comenzar, $100,000,000,000 de pesos.
El proceso de Lozoya puede parecer legal, se construye una ilegalidad a modo, se fuerza la ley para salvar las apariencias y atender a compadrazgos y otros intereses políticos.
Tenemos el problema de estructuras corruptas. las estructuras del sistema judicial conjunto y su dinámica son corruptos, son parte de un gobierno corrupto. Pero sigue vigente la lógica y la cultura de la corrupción arraigada hasta la médula de los huesos y endémica. El crimen no está sólo en los individuos, las estructuras también son corruptas.
Es el caso de este juicio nacional y de los casos que se multiplican en los estados y en los municipios hasta los últimos rincones del país. Mucha gente no se anima a acudir a los tribunales porque no se hace justicia. La gente expresa su desconfianza, su experiencia de que vivimos en un país sin ley. Se siente desamparada y desesperanzada ante el crimen organizado o espontáneo.
A José Pérez en el municipio de Salvador Escalante le obstruyó un grupo de paracaidistas la labor en su campo. El llamó a la fuerza pública para que pusiera orden. Le dieron su palabra de que darían protección. Llamó a la Fuerza Pública, a la sindicatura que había prometido apoyar. Nunca hicieron acto de presencia en el lugar del conflicto, nunca dieron una explicación.
La Iglesia Católica, que profesa la casi totalidad de los mexicanos está por el orden público. “El respeto de la legítima autonomía de las realidades terrenas lleva a la Iglesia a no asumir competencias específicas de orden técnico y temporal” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia N. 197),
Sin embargo, la Iglesia continuadora de la salvación vela porque en las diferentes opciones del hombre estos valores sean afirmados, como una referencia segura y clara.
Del gran bien íntegro y pleno de los hombres, el bien moral, son aspectos, concretizaciones los valores: libertad, verdad, justicia y amor.
La revolución francesa proclamaba estos valores: libertad, igualdad, fraternidad. Esta última tiene que ver con el amor y la igualdad tiene que haber con la justicia. A los filósofos franceses, inexplicablemente, se les pasó la verdad.
Los pueblos de la tierra con mucha frecuencia no se guían por estos valores que son puntos de referencia para organizar la vida social y conducirla al progreso, a la ciudad ideal: Aztlán o la Jerusalén celestial. Cuando se ignoran causan confusión y retraso a los pueblos, ocasionan innumerables problemas: crisis interminables, décadas perdidas. Avanzan dando bandazos, perdiendo el rumbo, patinando o cayendo en involuciones.
La ciencia y la tecnología, las modas han relegado y muchas veces suprimido el progreso moral. El hombre se cree un ídolo o un dios y promueve una vida laica. Esto equivale a vivir sin un orden moral, sin un código de ética, sin honestidad en el discurso y se pierden las buenas costumbres y las virtudes. Todos son proclives a vivir sin justicia, a cambiar la justicia por su conveniencia, corrompiendo la ley, torciéndola, aplicando la a su manera.
Es necesario recuperar la sabiduría y las virtudes, detener la marcha alocada y peligrosa de la sociedad hacia el vacío y la autodestrucción, volverla a la dirección correcta, hacia la realización plena e integra de su destino.
En la anarquía de valores hay que poner en el centro la fuente de todos los valores, la persona humana, estructurar así la sociedad, conduciendo ordenadamente la vida social.