Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
BENDITA PARADOJA: ¿COLABORADOR O TESTIGO?
La expectativa por el arribo de Emilio Lozoya Austin a México, quedó ahogada con la noticia de que llega en calidad de “testigo colaborador” o “testigo protegido”, como usted guste.
De hecho, para sorpresa incluso del propio presidente de la República y del secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, Lozoya ni siquiera pisó la cárcel del Reclusorio Norte. Fue trasladado de inmediato… ¡a un hospital privado!
Así, nuevamente queda la sensación, el tufo pestilente de que la justicia en México sólo se aplica como mero ajuste de cuentas.
Esto se verá en los próximos días, durante el segundo periodo extraordinario de sesiones, cuando la nueva mayoría de Morena en ambas Cámaras le otorgue facultades para reasignar y mover partidas del gasto público.
Es casi un hecho que Morena alcanzará, esta semana, la mayoría que necesitaba en el Senado para impulsar ese segundo periodo extraordinario, tras la dimisión de la senadora priista Vanessa Rubio, quien virtualmente huye del país.
Ella fue subsecretaria de Hacienda y Crédito Público, cuando José Antonio Meade encabezó dicha dependencia. Sin precisar los detalles, los medios deducen que ella podría estar implicada en los negocios ilícitos de Lozoya con Odebrecht.
Al margen de especulaciones, el hecho es que, quien por ley podría ocupar su lugar, es Nancy Guadalupe Sánchez Arredondo, quien renunció al grupo parlamentario del PRI en 2019, con lo que ese partido perdería un escaño en el Senado.
Morena tendrá así la mayoría que necesita en ambas Cámaras para impulsar, en un primer paso, las enmiendas que faculten al Presidente a realizar las reasignaciones presupuestales.
Como ya quedó claro en las últimas declaraciones de López Obrador, en estos momentos le urge, más que el ajuste de cuentas con ex presidentes, reordenar el desastre económico en el que se encuentra sumido el país.
En 18 meses que lleva en el poder, AMLO suma ya 2 mil 130 millones de dólares en 5 líneas de crédito del Banco Mundial, lo que contrasta con el gobierno de Peña, quien en seis años alcanzó los 2 mil 331 millones de dólares en 12 líneas de crédito.
La situación es, por tanto, de absoluta emergencia para la llamada 4ª Transformación. El Banco de México advirtió que viene una “U” prolongada, una caída profunda, un espacio grande de recesión, de falta de crecimiento.
Viene una crisis económica, con consecuencias graves y lastimosas; la recuperación será penosa y larga. Muchas empresas quebrarán y se perderán más de un millón de empleos.
Así pues, el Primer Mandatario inició, como decíamos, un ajuste de cuentas judicial, con dos reos que le darán lo suficiente para doblar a toda la clase política que se le ponga enfrente: Emilio Lozoya y Rosario Robles Berlanga.
El “copelas o cuello” se consolida como sistema de gobierno en México, más allá de un verdadero sistema de justicia para erradicar el abuso de poder y la corrupción. En política se puede hacer todo o nada, según la voluntad del señor.
Por tanto, el festín de lobos que muchos anhelaban, tendrá que esperar para mejor momento, porque además las audiencias serán privadas o teledirigidas, a través de medios electrónicos cerrados como whatsApp.
Difícilmente verá usted sentados en el banquillo de acusados a Enrique Peña Nieto o Felipe Calderón, ni siquiera por el presunto vínculo de este último con el crimen organizado a través de su ex secretario de Seguridad Genaro García Luna.
Sea como sea, la presencia de Lozoya le viene “como anillo al dedo” a López Obrador” quien, ahora sí, tiene en un puño a toda la clase política gobernante y a los otros dos Poderes de la Unión, que también están involucrados en corruptelas.
El trasiego de drogas, tráfico de armas, lavado de dinero y multitud de negocios ilícitos, ha pasado por los escritorios de altos funcionarios, políticos y jueces, que hoy se ven ante la posibilidad de ser encarcelados, en largos juicios que duren años.
Por eso es que AMLO visitó, sin susto ni espanto, los narcoestados de Guanajuato y Jalisco, con el dominio pleno de información confidencial que en el momento oportuno podría ser utilizada, ahora que ya no existe fuero para nadie.
Sin embargo, el problema para el Presidente, justo ahora que parecía haber alcanzado el control total de la escena política, es que ha abierto un nuevo frente de confrontación, que podría ser el más peligroso de su carrera.
LA PUGNA CON LOS INTELECTUALES
Está visto que el mundo intelectual, académico, científico y de las letras no es el que le acomoda más al presidente y fueron estos los que, a principios de la semana, difundieron una carta que exhibe al mandatario en su rostro más autoritario.
López Obrador utilizó como amenaza, la llegada que estaba por registrarse del ex director de Pemex. Abiertamente dijo que el indiciado diría cómo se lograba “el contrapeso” en el Congreso que ahora quieren “recobrar los abajo firmantes”.
Es decir, el presidente sabe ya la línea del interrogatorio y la ruta que tomarán las pesquisas. No sólo es el caso Odebrech, el tráfico de influencias y el lavado de dinero, no.
Lozoya dará a conocer cuánto cobraron por su voto los diputados y senadores que en su momento apoyaron la reforma energética que llevó a cabo el ex Presidente Peña Nieto. Pero AMLO sabe que Peña no será citado a declarar.
Fue una carta reveladora, inyectada de inquina y visceralidad, que lo puede perseguir en los dos años y medio que le restan de poder; igual que lo seguirán el escándalo del Culiacanazo y los graves errores cometidos durante la pandemia.
¿Por qué reveladora? Porque no pasó ni una semana para que el presidente tirara por la borda lo avanzado en su gira por Estados Unidos. De la imagen de estadista que proyectó en la Casa Blanca, hoy vuelve a quedar como simple bravucón.
Por el estilo y la redacción, todos tenemos claro que no fue él quien redactó el discurso ante Donald Trump, pero sí el que redactó la carta intitulada “Bendito Coraje” en la que, además, no aclaró de parte de quién el coraje.
En carta abierta a la nación, Contra la deriva autoritaria y por la Defensa Democrática, un grupo de politólogos -que algunos llamaron “intelectuales”- reprocharon abiertamente el modo de gobernar de López Obrador.
Subrayaron las desviaciones en que ha caído la 4T; expusieron la concentración de poder que ha amasado el Ejecutivo Federal, cuestionaron el manejo de la crisis sanitaria y lo hicieron caer en la provocación.
La sola respuesta evidencia el autoritarismo que se le critica. Hay párrafos enteros que lo muestran irritado. Se concibe a sí mismo como el único hacedor de la democracia porque, como ya lo dijo alguna vez, “el movimiento soy yo”.
Se olvida que varios de los “abajo firmantes”, como burlonamente los llama, formaron parte de la serie de reformas políticas que dieron paso a la creación del antiguo IFE, que acotaron el poder territorial y omnipresente que tenía el PRI.
Andrés Manuel escupe al cielo. Su propia trayectoria política estuvo apuntalada en esa serie de cambios que le permitieron llegar al poder. Hoy quiere limar asperezas, pero bajo amenaza. Esa parece ser la espada que levanta hoy el nuevo régimen.
Bendita paradoja, el mandatario se ve al espejo de todo lo que criticaba, a la luz de la carta que le publicaron “los intelectuales”:
- Echa mano a la distorsión de la justicia y utiliza el caso Ayotzinapa para manipular al Ejército, pues todo apunta que militares de alto rango son corresponsables de la desaparición de los estudiantes.
- Utiliza el caso Odebrech y la reforma energética, para poner en fuga a todos cuantos participaron en el Senado y la Cámara de Diputados vendiendo su voto a favor de los pactos Peñanietista.
El presidente pensó que todos los factores de poder, incluso los poderes fácticos, se le inclinarían, pero se olvidó de que en este mundo, los actos, los hechos y las palabras cuentan, y a muchos nos persiguen como fantasmas.
Por eso decimos que López Obrador ha abierto el frente más peligroso de cuantos ha enfrentado porque, a diferencia de los políticos, los periodistas y politólogos duramos más allá de un sexenio. Sus actos lo perseguirán.