Televisión, obligada a innovar en contenidos: Oscar Hernández
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de junio de 2020.- Cuando le propusieron cubrir una vacante de intendencia en Núcleo Radio Mil, Oscar Hernández Bonilla jamás imaginó que esa sería su prueba de fuego ni que su persistencia convertiría en realidad su sueño de ingresar a los medios de comunicación. Desde luego, su camino no ha sido nada fácil.
De frustrado veterinario a destacado reportero de investigación, hay un largo y difícil trayecto. Se inició en Proyecto 40, y de ahí pasó a Informativo 40 para convertirse en conductor del noticiero De ida y vuelta de ADN40, que se transmite todos los fines de semana. Todo eso en tiempo que puede considerarse récord en este oficio, demuestra su capacidad y pasión por su quehacer periodístico, complejo y no ausente de problemas, pero para quien no existen fronteras ni retos que no pueda vencer.
Especializado en temas sociales y seguridad, en entrevista exclusiva con QUADRATÍN, afirma que siempre hay, en cualquier suceso, algo digno de ser narrado y que el reto consiste en descubrirlo y saberlo contar. Prueba de ello son las coberturas periodísticas que le han tocado realizar tanto en procesos electorales como en desastres naturales y en hechos históricos, como el encuentro con la guerrilla de las FARC que le tocó cubrir.
Entrevistado en las instalaciones de TV Azteca, en la Ciudad de México, al término de la emisión de su espacio noticioso De ida y vuelta, que se transmite todos los sábados a través de la señal de ADN40, insiste en que un buen reportero debe trabajar la nota desde el principio, investigar los antecedentes, construir la historia con los datos obtenidos en la investigación y confirmar, una y otra vez, la certeza de que lo que se dice se ajuste a la verdad del análisis.
Mirándonos con seriedad, reitera que el periodismo lo aprendes un 85 por ciento en la calle y enfatiza que lo que se imparte en las aulas, es únicamente la plataforma sobre la que anclas lo aprendido, lo que te da la experiencia de lo que observas y escuchas.
Sencillo en su trato, amable, educado y orgulloso de sus raíces, lamenta que los jóvenes y niños ya no vean televisión abierta, sino que buscan información en las redes sociales, por lo cual, el reto es mucho más grande porque se tienen que generar contenidos cortos e inmediatos que atrapen la atención de una nueva generación que exige demasiado. Por último, ocupado y preocupado por el acontecer nacional, manifiesta que la política es muy importante como para dejársela solamente a los políticos.
—¿Cómo te va en la vida?
—Bien, pero qué digo bien, muy bien. Gracias a Dios, me siento un hombre afortunado y privilegiado porque hago lo que más me gusta. Uf, 18 años de ejercer mi carrera y la oportunidad de conocer gente maravillosa.
—¿Una actividad que se ubica en la monotonía?
—¡No!, para nada. Todos los días son totalmente diferentes con la oportunidad de convivir, inclusive, hacerme amigo de algunas personas que he entrevistado.
—¿Amigos que te dan lecciones de vida?
—Eso es invaluable y algo que te llevas para siempre.
—¿Quién diablos es Oscar Hernández?
—Vaya pregunta, es un hombre que le gusta investigar, descubrir y que todos los días hace un esfuerzo por estar en el presente…
—¿Acaso provienes de un pasado tormentoso?
—Ja, ja, ja, ¿así será el resto de la entrevista?—, nos pregunta un tanto sorprendido y continúa—, “es que a diario trato de ver los pequeños momentos y los detalles que me ofrece la vida…”.
—¿…no importa que sean buenos o malos?
—Órale, es que hacerlos conscientes te permite vivir lo único que tienes: el presente.
—¿Por qué periodista?
—Hum… ¿por qué periodista? Soy muy preguntón, me gusta mucho contar historias. Cuando era más joven me reunía con mis amigos para platicarles historias y de alguna forma captaba su atención, y eso me gustaba muchísimo.
—¿Un simple contador de historias?
—No precisamente, sino que descubrí que poseía una herramienta con la que podía trabajar, sabía cómo poder llegarle a la gente.
—¿Me dices cuando eras más joven y resulta que eres un chamaco…?
—No, para nada, ya tengo mis añitos.
—¿Hiciste un pacto con Dorian Gray?
—No que va.
—¿Qué recuerdos tienes de las travesuras en los años mozos?
—Ahí si te voy a fallar, en la primaria y secundaria fui un chavo muy introvertido, me costaba mucho trabajo relacionarme con la gente, era demasiado tímido.
—¿Completamente retraído?
—Incluso, muy permisivo de abusos, sobre todo en la secundaria, lo que antes no se conocía como bullying, pero que en algún momento me tocó vivirlo.
—¿Hasta cuándo decides poner un alto a las agresiones y abusos?
—Hasta que ingresé a la preparatoria me empecé a desinhibir poco a poco y atreverme hablarles a las chavas, hacerme de nuevos amigos y permitirle a Oscar, pues que fuera Oscar.
—¿Acostumbrado a una férrea disciplina familiar?
—No precisamente, déjame decirte que mis padres jamás me pegaron…
—¿No recuerdas ninguna de las travesuras que hiciste?
—Ja, ja, ja. Estando en la secundaria se nos ocurrió colgar una bandera del América en la asta bandera; eso no le gustó a la directora y nos suspendieron.
—A lo mero macho, ¿jamás te fuiste de pinta?
—Aunque no lo creas, siempre me comporté muy recto en la primaria y secundaria. La única vez que quise irme de pinta, le avisé a mi mamá, ja,ja,ja.
—¿Cuántos hermanos tuviste?
—Fui hijo único con unos adoradísimos padres. Mi papá era notificador de la Secretaría de Hacienda y mi mamá, secretaria en una escuela secundaria, ambos, de formaciones sencillas y humildes, pero con una cultura del esfuerzo y trabajo.
—¿Fuiste un niño bien?
—No, para nada, ¿niño bien?, hum, sí, sí fui un niño bien querido, bien amado y bien educado.
—¿Lo que bien se aprende de niño jamás se olvida?
—De ambos aprendí que el esfuerzo es una de las llaves que te llevan al éxito.
—¿Te sientes orgulloso de ti mismo?
—Claro que sí y no está mal decirlo. Si Oscar Hernández ha logrado una superación, ha sido producto de su esfuerzo.
—¿Quieres decir que jamás tuviste una palanca que te impulsara?
—Si de algo me siento orgulloso, es que nunca tuve una palanca para llegar hasta donde me encuentro y quizás, correspondo a la confianza que me brindaron mis padres por darme educación e inculcarme ciertos valores
—¿Lo dices con resentimiento?
—No, no es eso, ha sido muchísimo esfuerzo. No tengo algún conocido en tal o cual lado ni quien me haya ayudado para llegar a TV Azteca
—¿Sin un hermano biológico, a quien le contabas tus secretos?
—Más que un amigo imaginario, lo que tenía era un periquito con el que crecí, Nasho, el mejor regalo que recibí en mi niñez y que vivió durante 27 años.
—¿Un regalo de cumpleaños, tu mejor mascota?
—Una mañana de sábado, mi mamá fue al tianguis a comprar el mandado y vio que estaba a la venta, no lo pensó ni un minuto más y me lo compró.
—¿Tu confidente?
—Para mí, Nasho fue algo muy importante porque no lo tenía enjaulado. Aprendí a domesticarlo, no sin antes recibir piquetes o mordidas, pero en menos de un año con sus dos alas libres quiso quedarse conmigo.
—¿Quién enseñó hablar a quién?
—Ja,ja,ja, la única palabra que aprendió durante los 27 años fue burro.
—¿Celoso de su dueño?
—Fíjate que sí, no permitía que mi mamá se acercara, de inmediato la quería picar, lo mismo sucedió con mi papá, un animalito muy tierno y fiel conmigo.
—¿Un niño acostumbrado a que la letra con sangre entra?
—Creo que en algún momento sí y no solamente en la primaria. Recuerdo que eran puros dictados, aprender y memorizar las cosas, correr a la papelería para comprar monografías.
—¿Algo totalmente absurdo forzar a los niños como si fueran robots?
—¡Exacto!, una forma muy poco didáctica que aún sigue operando en las escuelas. Me parece que la historia es tan rica si te la saben contar.
—¿Te hubiera gustado seguir la carrera de historiador?
—Sin lugar a dudas, ahorita estoy leyendo un libro de Miguel León Portilla que habla sobre la filosofía de los nahuas que tienen historias riquísimas, de hecho, creo que fueron los primeros metafísicos en Mesoamérica, verlos como seres humanos, como nuestros ancestros, personas que también tuvieron dudas, que se enojaban y además fueron sumamente visionarios.
—¿Un niño tan inteligente que no fue necesario ingresar al kínder?
—Claro que fui al kínder, pero los recuerdos que tengo son muy vagos. Como estuve muy arropado por mis padres, eso me impidió socializarme con las personas. En esa etapa de mi niñez tenía muy poca confianza conmigo mismo.
—¿Un niño genio en la primaria?
—No, sino que era muy estudioso y matadito
—¿Cuáles fueron tus juegos preferidos?
—Era muy solitario. Recuerdo que jugaba al Metro. En mi casa que estaba ubicada en la Agrícola Oriental, contábamos con un pasillo muy largo y oscuro, me imaginaba que era el túnel del Metro, corría, corría y al llegar a la parte iluminada, imaginaba que era quien conducía el Metro haciendo el sonido Tu-ru-rú, abría y cerraba las puertas para que las personas pudieran entrar a los vagones.
—¿Te dolía realmente esa soledad?
—Luego, con mi bicicleta me iba sobre la banqueta y me detenía en casas diferentes, simulando cada una de las estaciones del Metro.
—¿Cuál fue el año escolar que más disfrutaste?
—Quinto año de primaria fue muy especial para mí.
—¿Qué tuvo de especial quinto de primaria?, ¿una maestra hermosa?
—Además que me enamoré de manera genuina de mi maestra Mónica, ella trabajaba de manera personalizada con los niños, me imprimió mucha confianza, me decía una y otra vez que poseía gran potencial, que confiaba en mí y eso me dio seguridad al grado de obtener el primer lugar y hasta fui abanderado.
—¿Ya te sentías intocable en la primaria?
—Ja, ja, ja, no fue eso, sino que me gané el respeto de mis compañeritos, hasta adelgacé porque en tercero y cuarto estaba bien gordito. Me sentía a la par de mis compañeros que habían destacado en años anteriores.
—¿Qué programas de televisión eran tus favoritos?
—Me gustaba mucho Mazinger Z, un robot que luchaba contra otro robot; los Transformers, Belly Sebastián, pero sobre todo Mazinger Z, era mi favorito.
—Bueno, no te puedes quejar, en casa ya había un televisor...
—En mi casa éramos de clase media, y a veces, para abajo; para ver mi programa favorito tenía que encender el televisor 40 minutos antes, esperar se calentaran los bulbos para que apareciera la imagen en blanco y negro, en lo terminaba la tarea.
—¿Te ayudaban a hacer la tarea?
—Las tareas siempre las hice solito, mi mamá me las revisaba.
—¿Un niño colmado de mimos o probaste el rigor de la presión?
—Si probé la presión de mis padres, una presión inteligente, nunca me pegaron.
—¿Nunca te castigaron por algo que hiciste mal?
—Cuando sacaba bajas calificaciones, mi mamá hablaba conmigo, me decía que otros niños que no pudieron entrar a la escuela pondrían más empeño, y yo que tenía todo, no aprovechaba la oportunidad.
—No me terapees a mí, dime cómo te castigaban…
—Solamente una vez la hice enojar tanto, que estando de plano desesperada vi que la había sacado de sus casillas…
—¿Estaba encanijada?
—Súper encabronada, me aventó un chanclazo con todas sus fuerzas….
—¿Y le atinó?
—No, eso fue lo que le dio más coraje
—¿Pues qué le habías hecho?
—El día de mi graduación no se me pegaba la gana de bañarme, ella ya tenía listo mi primer trajecito que iba estrenar para bailar el vals de graduación. Ja, ja, ja…
—¿…y por fin te bañaste o no?
—No me quedaba de otra, por cierto, la fiesta de graduación fue en un salón de la Agrícola Oriental, bailé un rock de los 60s con una niña preciosa de nombre Cirze.
—¿Hacías berrinches cuando los Sanos Reyes incumplían tus pedidos?
Antes de responder, con un brillo especial en sus ojos, lleno de entusiasmo exclama: —Muchísimas gracias por hacerme recordar cosas tan bellas de mi vida. No sé si seas sicólogo o qué pex, pero te metes hasta la cocina.
Respondiendo a tu pregunta, mi mamá me hacía ver con mucha anticipación que en nuestro país había miles de niños pobres, y que si yo abusaba en mi carta pidiendo mucho, los demás niños se quedarían sin nada. Me enseñó a ser consciente.
—¿Y no les pedías un hermanito con quien jugar?
Suspira profundamente y responde: —Fíjate que no, mucho menos porque gozaba de las bondades y amor de mis padres, pero ahora, no sabes cómo lo anhelo.
—¿Es por ello que te esmeras en ayudar a quien te lo pida?
Se queda pensativo, me observa detenidamente, frota sus manos una y otra vez y me dice: —Edmundo, ¿quién eres para tocar las fibras más sensibles de la persona que acabas de conocer?..
—…mejor dime, ¿cuánto te daban de domingo o cómo te premiaban cuando hacías algo bien?
—Los premios físicos no eran frecuentes en mi casa, salvo cuando pasaba de año. Una vez me regalaron una bicicleta y un Nintendo. En casa no había cómo para estarme premiando todo el tiempo, mucho menos para domingos.
—¿No es delito ser pobre o sí?
—¡Por supuesto que no! Éramos de clase media baja, pero no pobres…
—¿Por supuesto que jamás te quedaste sin comer..?
—¡No, nunca, nunca!
—¿Cuál era el platillo que preparaba tu mamá que te chupabas los dedos?
—Las albóndigas, hum, le quedaban deliciosas, así como las enchiladas.
—¿Cada cuando te llevaban al cine?
—Cada mes o dos meses. Íbamos al cine Continental, me compraban mis palomitas a ver películas de caricaturas, ese sí que era uno de mis premios.
—¿En las fiestas familiares, el ajonjolí de todos los moles?
—No, ahí sí te equivocaste, no me despegaba para nada de la mesa de mis papás.
—¿Cuál era tu música favorita?
—Timbiriche y Menudo. Sus ritmos eran muy pegajosos y las letras me gustaban.
—¿Cómo te fue con el examen de admisión de la secundaria?
—La secundaria fue un cambio muy radical porque ya eran 12 materias y más responsabilidades, una etapa no muy grata para mí.
—¿Por qué?
—Fui víctima de bullying, me molestaban mucho por mi color de piel y me acomplejaba mucho. Pasaban y me daban un sape, me quitaban mi sándwich, no respondía, como que era muy dejado.
—¿A las niñas, es el color de piel de los chavitos que prefieren?
—No sabes ahora cómo disfruto mi color de piel y no lo cambio por nada.
—¿Hasta cuándo decides hacer respetar a Oscar?
—Gracias a que saqué las mejores calificaciones, me gané el respeto de los demás.
—¿Fuiste muy perro con las niñas?
—Ja, ja, ja, tus preguntas. No, me tardé un poquito. Mi primera novia la tuve en tercero de secundaria. Ahora, los niños de tercero de primaria ya tienen hasta dos novias y en secundaria ya tienen relaciones sexuales.
—¿Cómo te le declaraste?
—Ups, fue por teléfono. Le pedí si quería ser mi novia de tan tímido que era.
—¿Te provocaba sueños húmedos?
—Hasta que entré a la preparatoria fue cuando empecé a explorar mi cuerpo y descubrí que ya no era un niño.
—¿Viendo una película porno?
—Ja, ja, ja, ¡no!, fue gracias a una vecinita, descubrí que me habían traído al mundo muy bien equipadito. Mis papás originarios de Tehuacán, Puebla, tenían una educación muy conservadora, jamás me hablaron de sexualidad y no me quedó otra que debutar con los ojos cerrados, ja, ja, ja.
—¿Cuál fue tu materia coco?
—Las matemáticas. Jamás pude entenderlas, tan es así, que hasta la fecha y cuando hago una nota con números, me la revisan con lupa.
—¿Cuánto dinero te daban para gastar?
—Dos pesos y me tenía que alcanzar para comprarme dos quesadillas de chicharrón prensado y un frutsi. Dos pesos diarios con los que hacía milagros.
—¿Eso te alcanzaba para invitar a tu novia un helado?
—Estando en la secundaria, a Julia, mi primera novia, o le podía invitar nada, solamente la llevaba al parque a caminar
—¿Y tú primer desamor?
—Una chica que me dejó por no creer en su religión.
—¿A qué equipo de fútbol le ibas?
—Siempre han sido las fabulosas Águilas mi equipo del alma.
—En la prepa, ¿el destrampe total?
—En la prepa cambió todo. Ya escuchaba a Caifanes con la Negra Tomasa, Fobia, La Maldita Vecindad y rock en tu idioma.
—¿Cuántas pedas te pusiste?
—No pues pocas, no me alcanzaba ni para comprarme una caguama
—Sin un hermano, ¿a quien demonios recurrías para contarle tus cuitas?
—Platicaba con mi mamá…
—…no inventes, a tu mamá no le podías platicar del todo, ¿o sí?
—Tienes mucha razón, no le podía decir nada de sexo. Platicaba con amigos que tenía en mi calle…
—¿Ya habías decidido qué carrera ibas a seguir?
—Quería ser veterinario, tenía una idea muy somera que un veterinario es aquel que cuidaba perros y gatos, el lado bondadoso con los animales.
—¿Cuándo fue la primera vez que dormiste fuera de tu casa?
—Un 31 de diciembre en casa de mi abuela materna. Fuimos de viaje a Tehuacán, Puebla; mis primos le insistieron a mi mamá me dejara unos días con ellos. Me costó mucho trabajo separarme de mi mamá, estaba muy ligado al seno familiar.
—¿Cómo lograste cortar el cordón umbilical sentimental?
—A través de juegos y divertirme con mis primos. Edmundo, estas tocando fibras muy sensibles y te agradezco enormemente que me lleves de la mano a recorrer de nueva cuenta esos días de infancia y adolescencia.
—En esa etapa de tu vida, ¿qué te costaba más trabajo: llorar o reír?
—No, pues llorar...
—¿Por qué?
—Porque te resulta difícil aceptar las cosas que te duelen y no siempre es grato.
—¿A qué preparatoria logras ingresar?
—A la prepa 7, en calzada de la Viga, por cierto, el examen de admisión no se me hizo tan difícil. Un domingo me levanté muy temprano, y con mi mamá fuimos a comprar un periódico donde venían los resultados de admisión de las prepas de la UNAM, fue emocionante ver mi nombre, me inyectó confianza conmigo mismo.
—¿Cuántas materias reprobaste en la prepa?
—Geometría Analítica y Cálculo Diferencial. Reprobé como seis materias.
—¿Qué dolía más, reprobar materias o pedirle perdón a tus papás?
—Uf, tuve el valor de decirles que había reprobado, pero más que eso, fue más el reproche conmigo mismo porque agarraba el desmadre con mis amigos.
—¿Ahora si las pedas con los amigos?
—Ja, ja, ja, me acuerdo que un viernes, saliendo de clases, fuimos con mis amigos de cuarto de prepa y compramos caguamas en bolsa y nos fuimos a la casa de una amiga a beber cerveza con cacahuates y me puse muy happy sin que se me borrara la memoria.
—¿Cambiaste por fin tu indumentaria de niño recatado?
—Sí, me vestía un tanto fachoso.
—¿Un auténtico cholo?
—No, como cholo no...
—¿A la moda, pero recatado?
—Eran pantalones de mezclilla, playeras de Caifanes o grupos de rock y mis inseparables tenis. Gozaba al máximo mi liberación hasta me dejé crecer el cabello y me hacía una colita.
—¿Por tu mente pasó el deseo de convertirte en músico o cantante?
—¡Sí!, -exclama con especial emoción-: “hasta la fecha, me gusta cantar y tocar la guitarra, lo heredé a mi padre que tenía un trío que se llamaba Los mentirosos. Él se dedicó de manera semi profesional a la cantada y tenía un vozarrón.
—¿Alguna vez deseaste ser presidente de la República?
—No, para nada, ni de niño.
—¿Cuándo decides estudiar periodismo?
—Cuando estaba en la prepa. Organizaron talleres e invitaban a muchos profesionistas para mostrar su trabajo y fue un fotógrafo de El Universal. Más que su clase de fotografía, me gustó mucho la forma cómo nos contó la historia detrás de cada fotografía. Ahí decidí estudiar periodismo.
—¿Cuántos libros leíste en la prepa?
—Mmmm, la verdad es que leía muy poco, solamente acataba las instrucciones de mis maestros, pero recuerdo haber leído La insoportable levedad del ser, un magnífico libro, así como Morirás lejos, de José Emilio Pacheco.
—¿Dónde decides estudiar tu carrera?
—Esa, es otra etapa oscura de mi vida. Salí de prepa con un promedio de 6.96, reprobé seis materias y casi todas relacionadas con las matemáticas. Inicialmente, había pedido ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM pero era una carrera de alta demanda, ¿y con el promedio que llevaba?, ni soñando iba a tener la oportunidad de entrar y me rechazaron, pero me dieron como segunda opción la Facultad de Veterinaria.
—¿Un veterinario frustrado?
—Ahí estuve como tres o cuatro meses haciéndome buey. Iba con desánimo y desgano, todos mis compañeros hablándome que ya estaban en la Facultad de Ciencias Políticas, otros en la ENEP Acatlán y en Aragón y hacían entrevistas, mientras que yo, puf, metido en la Facultad de Veterinaria, por más que quise meterle ganas, aun así, me siento satisfecho de mis tiempos y tampoco me avergonzaba decirle alguien que estaba en la Facultad de Veterinaria.
—¿Un tiempo perdido a lo tonto?
—Fíjate que cuando nos pusieron a diseccionar perros y gatos fue cuando dije: definitivamente que eso no era lo mío, me di de baja y me puse a trabajar.
—¿Trabajar de qué?
—Como vendedor en una juguetería y me puse a preparar a conciencia el examen e intentar ingresar de nuevo a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, pero ahora pedí la ENEP Aragón y me quedé.
—¿Qué disfrutaste más, la prepa o la universidad?
—Qué buena pregunta. Creo que la prepa y la universidad se pelean por quedarse con lo más hermoso que he vivido a nivel académico y personal. En la ENEP era un Oscar totalmente desinhibido y seguro.
—¿De aquel muchachito recatado y tímido te convertiste en un rebelde?
—Era un cabrón bien hecho, pero estando en la ENEP pude reafirmar mi vocación.
—¿Cuál de tus maestros de la ENEP te dejó una huella imborrable?
—El maestro Alejandro Rodríguez, me daba Taller de Periodismo. Nos mandaba a la calle hacer entrevistas, reportajes; los otros, eran puras teorías muy aburridas.
—¿Seguías siendo hijo de papi, que te daban dinero?
—No, de hecho, comencé a trabajar desde los 14 años cuando estaba en la prepa como empacador en tiendas de autoservicio. Eran puras propinas. Mi primer día gané 32 pesos, llegué feliz a presumirle a mi mamá y le di la mitad.
—¿Ya sentías que le estabas dando el gasto familiar?
—Sí, desde entonces me gustó trabajar. Ya en la universidad estuve como cajero, desde ahí, no he dejado de trabajar.
—¿Cuál fue tu primer empleo como reportero?
—Cuando estalla la huelga de la UNAM en 1999 y mientras se definía si habría clases extra muros, busque hacer prácticas en una estación de radio Stereo Cien de Núcleo radio Mil, y que me aceptan.
—¿Como locutor?
—Ja, ja, ja, qué más hubiera querido. Entré en el área de promociones que nada tenía que ver con lo periodístico, pero estaba dentro de un medio de comunicación donde permanecí como cuatro años
—¿No te aburrías por la monotonía?
—Poco a poco me fui diversificando, me ponían a redactar cápsulas de artistas…
—¿Anhelabas ser locutor?
—Aun lo quiero ser, ahí, me permitieron hacer mis pininos de locución y grabé unas cápsulas para el 15 de septiembre que decían así: “Este 15 de septiembre te esperamos con los brazos abiertos en Stereo Cien”.
—¿Qué sentías al escuchar tu voz grabada?
—Uf, cuando las escuché al aire, no daba crédito que fuera yo.
—¿Cuánto te pagaban?
—Recibía 400 pesos quincenales, pero estaba feliz y aprovechaba el tiempo. No estaba de baquetón en mi casa, además, eran prácticas profesionales
—¿Cuánto tiempo duraron tus prácticas?
—Te quiero compartir algo que en ese momento me avergonzaba y uf, ahora... me llena de orgullo…
—¿…Tenías enormes faltas de ortografía?
—No…
—¿Andabas con la hija de tu jefe?
—Ja, ja, ja, tampoco…
—¿Entonces?
—Tonterías, a veces uno se siente “muy estudiado y universitario”. Con lo que ganaba en Stereo Cien, me alcanzaba para mis gastos y darle algo a mi mamá. Estando ahí, me hice muy amigo de un operador de consola Rubén Ambrosio, un día me dice que la semana siguiente se acabarían mis prácticas…
—¿Se agotaba tu buena suerte?
—Tenía tres meses en la radio, estaba en la práctica real y seguía estudiando…
—¿Te fuiste todo desanimado a tu casa?
—Pues sí, al día siguiente Rubén me dice: “oye, hay chance de que te quedes, se va ir Adelita, la chava de intendencia…
—¿Pusiste una cara de “what” por lo que acababas de escuchar?
—Estaba en segundo año de mi carrera, seguramente Rubén vio la cara que puse y me dice: “pues si no quieres, no hay pedo, son 15 días, son sus vacaciones y es una lanita”.
—¿Estuviste a punto de decirle que no porque te ibas a denigrar?
—Estaba en la universidad; ¿barrer y trapear? Ni madres Oscar, güey, ¡eres un universitario!
—¿Ya te habías subido al ladrillo?
—Ja, ja, ja, ¿pero cuál ladrillo? Total que Rubén me dice: piénsalo bien y me dices mañana sí o no, y el viernes concluyen tus prácticas.
—¿Te fuiste todo indignado a tu casa?
—Mandé todo a la chingada, pensaba que estaban pendejos, era un universitario…
—¿De verdad, eres tan orgulloso?
—En la soledad de mi cuarto me dije a mí mismo: “la chava de intendencia gana mucho más que tú. ¿Quién chingados te crees? ¿Porque vas a la universidad piensas que vas a denigrar un trabajo? ¡No mames, Oscar, estás pendejo!
—¿Diste tu brazo a torcer?
—Al día siguiente me levanté muy tempranito y me fui en chinga a la estación de radio, cuando vi a Rubén le dije: “quiero trabajar”. Todo incrédulo, se me queda viendo y me pregunta: “¿neta?”. Y le digo: “así de güevos, sí lo quiero”.
—¿No te creía?
—De nueva cuenta me dice: “Oscar, es barrer, trapear, lavar los baños de hombres y mujeres, hacer limpieza en todas las oficinas, estudios y cabinas”, y le respondí: “que sí, quiero y necesito el trabajo”. Rubén me dijo que iba hablar con el gerente de la estación.
—¿Qué edad tenías?
—18 años, pero en ese tiempo era un chamaco todo pendejo y engreído
—¿Estabas seguro que hacías a un lado tu orgullo?
—El lunes siguiente, me presenté muy bien vestidito, con camisa bien planchadita, los zapatos bien boleados. Al llegar me entregan mi bata, escoba, cubeta, trapeador y un recogedor de basura…
—¿Por dentro estabas que tronabas contigo mismo?
—Dentro de mí, había un conflicto muy cabrón…
—A lo mero macho, ¿ibas a tirar la toalla por tu orgullo?
—Me decía: “uta madre, estoy trapeando las cabinas de audio, agachado lavando las tazas y mingitorios... ¿Qué carajos estoy haciendo?”, pero no me quedaba otra que chingarle.
—¿Las vueltas que da la vida?
—Hace rato me decías que los tiempos de Dios son perfectos y tienes muchísima razón. ¿Así de güevos, aparte de ser reportero no eres sicólogo? –me pregunta.
—¿Qué te decía la gente de la estación cuando te veían haciendo limpieza?
—Eso me ayudó para que la gente -antes de realizar el trabajo de intendencia solamente me ubicaban Rubén y la gerente-, pero como si fuera magia, todo mundo me identificaba y decían: “3ste pinche chamaco de verdad trae ganas de trabajar y le vale madre que sea en intendencia”, y me saludaban con un afecto especial y hasta con cierto respeto.
—¿Cumpliste los 15 días?
—Le puse todas las ganas. Al concluir el periodo, ahora sí que colgué la escoba, el trapeador y el recogedor. Fui a despedirme de la gerente Luz María.
—¿Qué te dijo?
—Al entrar a su oficina, se levanta de su escritorio para recibirme como si fuera no sé quién, con una sonrisa me dice: “muchas gracias, Oscar, aquí está tu sueldo”, pero cuando le extiendo la mano para despedirme, su semblante se vuelve un tanto tierno, con voz suave y dulce me dice: “ah, otra cosa Oscar, no queremos que te vayas, ¿Quieres trabajar con nosotros?, y chillé abiertamente frente a Luz María.
—¿Lograste acabar con tu orgullo?
—Había logrado dos cosas, pero la principal, vencerme a mí mismo, fue como encontrar al verdadero Oscar, además, ya tenía un trabajo en los medios.
—¿En tu cabeza había un remolino de emociones?
—Al escuchar eso, me temblaron las piernas–
Súbitamente, el entrevistado no puede continuar con su relato, su voz se le quiebra completamente, sus ojos están llenos de lágrimas, entre balbuceos, me ofrece disculpas, me abraza y en mi hombro suelta el llanto, literalmente como bebé. Antes de formularle la siguiente pregunta, opto por permitirle unos minutos para que se relaje. Suspira profundamente, se acomoda nuevamente en el sillón en el que está sentado en el vestíbulo de TV Azteca. Con la palma de sus manos, limpia las lágrimas que lograron rodar por sus mejillas mezclándose con el maquillaje que le habían aplicado momentos antes para conducir el noticiero De ida y vuelta de ADN40. Al comprobar que se encuentra un más tranquilo, le pregunto-:
—¿Nobleza obliga nobleza?
—Yo creo que sí. Edmundo, discúlpame por favor, llorar como niño, pusiste el dedo en la llaga, tocaste fibras muy sensibles, ni con mis padres me había sucedido esto, discúlpame –lo repite una y otra vez-.
—¿Hay que tocar fondo para levantarse con mayor fuerza?
—Lo has dicho a la perfección, eso me ayudó mucho y ganar empatía con la gente.
—¿De nuevo a barrer y trapear?
—No, para nada, Luz María me dice que Ángeles, la encargada del área de promociones de la estación, le había pedido que me quedara con ella.
—¿Qué cargo te dieron?
—Como redactor e impulsor de promociones. Me pagaron un poquito más y era solo por las tardes para no descuidar la escuela.
—Tu amigo Rubén debió sentirse muy orgulloso de ti…
—Le debo tanto a mi amigo Rubén. Al salir de la oficina de la gerente fui a ver a mi amigo Rubén, quien al verme me abrazó, le di las gracias por la ayuda que me había brindado y le pedí que me aceptara unos tacos y un refresco. Es algo que jamás se me va olvidar.–.
Por un momento se queda callado, me observa detenidamente, me toma del brazo y me dice: —“Edmundo, no sé si eres sicólogo o no, pero no sabes cómo te agradezco con el alma que me hayas dado la oportunidad de sacar esto. Créeme, a nadie se lo había contado, me siento muy tranquilo y relajado. Mil gracias. Así empezó mi historia en los medios
—¿Cuándo fue la primera vez que te sentaste frente a un micrófono?
—En Stereo Cien duré como cinco años y al concluir mi contrato fui hablar con Don Germán Huesca, quien era el gerente general, un señorón a quien le dije que me sentía muy agradecido y le pedía una oportunidad para entrar como reportero o redactor en el área de noticias Enfoque de Núcleo Radio Mil. Sin dudarlo, don Germán, tomó el teléfono y le llamó a la coordinadora de noticias, Josefina Herrera, le habló súper bien de mí, que era un chavo que estaba estudiando comunicación y que me recomendaba ampliamente con ella.
—¿Era de verdad o te estaban dando el avión?
—No, para nada... El lunes siguiente me presente en la coordinación de noticias que estaba en Insurgentes Sur, me hicieron una prueba de redacción y me quedé. Ahí permanecí año y medio como redactor, mi trabajo era para Adriana Pérez Cañedo y Leonardo Curzio.
—¿Cuánto te pagaban?
—Seis mil pesos al mes, no era mucho, pero mucho más que en Stereo Cien.
—¿El Oscar sentimental en dónde se quedó?
—Mmm, me está gustando tu terapia, jajaja. Fíjate que en el aspecto sentimental, mis relaciones no han sido duraderas porque me he enfocado más a mi trabajo.
—¿Anhelas convertirte en papá?
—Uf, ¿cómo lo supiste?– cuestiona, con un semblante de sorprendido y agrega: –Me muero de ganas por tener una niña.
—¿Por qué no te animas?
—No lo sé… chin, un papá joven ya no lo fui.
—¿Cuántos años tienes?
—Cumplí 41 años…
—¿La edad del susto?
—Ja, ja, ja, eso dicen.
—En Chin, chin el teporocho afirman que soltero maduro… puto seguro…
—Pues no, hasta ahorita no. Tengo perfectamente bien definido que son las mujeres las que me gustan. Ups, y me tardé un poco
—¿Ya te visualizaste como papá?
—Sí, como jefe de una familia tradicional. Soy muy hogareño, disfruto mucho estar en mi hogar y acompañando a mi mamá.
—¿Seguirás las enseñanzas de tu papá?
—Uf, acabas de tocar otro tema muy reservado para mí.
—¿Ya falleció?
—No es eso, mi papá se fue de la casa hace ocho años y guardo grandes recuerdos.
—¿Sigue siendo tu amigo?
—Sí. Lo que sucedió es que mi padre sufrió mucho por el alcoholismo y había conflictos en casa.
—A lo mero macho, ¿lo recuerdas como un simple borracho?
—¡No! Quiero decirte que la imagen que tengo de él es como el hombre más generoso que he conocido.
—¿Te pareces en algo a él?
—Sí, tengo este carácter, se lo debo mucho a él. Si te parezco buena persona, no hombre, mi papá era todo un personaje, si lo veías te daban ganas de abrazarlo. Era muy sociable, dicharachero, amiguero de los que se quitaba la camisa por dársela a alguien. Soy como él, aunque yo no bebo mucho.
—¿Por qué te esfuerzas por ayudar a los demás y te olvidas de Oscar?
Permanece callado, entrelaza sus manos, voltea para todos lados y al paso de unos minutos, tal parece haber encontrado la respuesta adecuada: —Tómala, me la dejaste caer muy rápido. Soy feliz ayudando a la gente sin esperar nada.
—¿Cuántas veces te regañaron por alguna nota que hiciste mal?
—Órale, qué pregunta. Fueron muy pocas veces las que me haya cagado alguno de mis jefes, afortunadamente.
—¿Qué experiencia te dejó Formato 21 de Grupo Radio Centro?
—Después de Núcleo Radio Mil, ingresé a Formato 21 de Radio Centro, en donde y desde mi perspectiva, me formé como reportero por todas las cosas que viví.
—¿Qué tenía de especial?
—Entré como redactor, pero ya no me gustaba. Por fortuna, sale una vacante para cuatro reporteros urbanos en moto.
—¿Qué aprendiste ahí?
—Uf, que la nota se busca desde cero. Que un buen reportero debe trabajar desde el principio y debe formular la historia, recabar datos, porque en la nota roja no existen boletines de prensa.
—¿Hay reporteros flojos acostumbrados a los boletines de prensa?
—Yo diría que son un tanto comodinos, pero vamos, no soy absolutamente nadie para descalificar a algún compañero.
—¿Ser reportero es tener el deseo de investigar y buscar?
—Exacto, debe buscar y preguntar porque no hay guías ni nada, pero aparte de eso, debe ser con inmediatez porque vas al aire.
—¿Un reportero tímido sería un total fracaso?
—Por supuesto. Debe tener total confianza, seguridad en lo que hace, capacidad de síntesis, improvisar y enfrentarte a cosas que te duelen en la vida cotidiana.
—¿Cuáles son esas cosas dolorosas que te has enfrentado en tu camino reporteril?
—Wow, qué buena pregunta. Esta bendita profesión me enseñó que voy solo contra el mundo, es decir, se te va templando el carácter cuando ves gentes morir en accidentes, atropellados o cubrir suicidios de niños y tener que transmitirlos.
—¿Hacer un periodismo con absoluta pasión?
—¡Exacto! Yo no puedo transmitir una nota sin involucrarme con los personajes o si no la vivo, vamos, sentirla. Eso es lo que he estado haciendo en mi cotidiano quehacer periodístico. Vivir el dolor de cerca es lo que te forma.
—A lo mero macho, ¿las escuelas de periodismo o de comunicación cumplen con su cometido o se mueren en el intento?
—Esa es una gran verdad. Las escuelas de periodismo o ciencias de la comunicación se quedan cortas. La profesión de periodismo o comunicación la aprendes un 85 por ciento en la calle, mientras que las bases teóricas que aprendes en las aulas son plataformas que te sirven de puntos de anclaje, pero el estudio es fundamental porque te enseñan a jerarquizar la información.
—¿El crisol de un periodista radica en la nota policiaca?
—Así es, la nota policiaca pone en juego tu capacidad. Quien no esté dispuesto a enfrentarse a lo más oscuro del ser humano, jamás podrá cubrir la nota policiaca.
—¿Alguna vez pensaste que con el periodismo te convertirías en millonario?
—No, nunca lo he pensado. Lo único que pienso es que con el periodismo estoy muy satisfecho y contento.
—¿Un periodista nace o se hace?
—Indiscutiblemente que se hace–. Se queda pensativo, recarga su mentón en el puño de la mano derecha, me observa detenidamente y expresa: —Me gusta mucho tu pregunta. Tenemos talentos intrínsecos y algunas cualidades que te permiten, pero sobre todo, en esta carrera es acercarte a la gente”.
—¿Qué es lo que no te gusta de Oscar Hernández, el periodista?
—Uf, cada pregunta que me haces que me desbalanceas. ¿Qué no me gusta de Oscar Hernández?... uf… Que de repente se tiene poca confianza…
—¿…por qué?
—Pues no sé…
—¿Confianza o miedo?
—Ándale, es el miedo a equivocarme.
—¿Eres demasiado exigente contigo mismo y no aceptas los errores?
—Sí, es que me da mucho miedo equivocarme.
—Nadie es perfecto…
—Eso lo sé muy bien…
—Si te da miedo, ¿cómo es que llegas a TV Azteca en donde se reconoce tu esfuerzo y profesionalismo?
—Llego a TV Azteca gracias a una bolsa de trabajo que abre ADN40.
—¿Alguien te recomendó?
—Mi amigo Rubén Ambrosio, de Stereo Cien, me pasó el tip que en Canal 40 estaban solicitando reporteros. Me presento de corbata y llego hasta la redacción, pregunto por José Luis Mora, quien firmaba la convocatoria.
—¿Tenías temor no pasar el examen?
—Estando frente a José Luis Mora, le digo: Señor buenos días, mi nombre es…, sin darme tiempo de nada me dice. “Luego me dices tu nombre, necesito que te consigas una ambulancia y que me hables a todo lo que se enfrenta debido a los bloqueos de Andrés Manuel López Obrador, en Paseo de la Reforma, cuando perdió la presidencia de la República en 2006”.
—¿Se te cerró el mundo?
—No, de inmediato recordé que cuando cubría la nota roja había conocido a muchos paramédicos, radio operadores, gente del ERUM y de Cruz Roja.
—Vamos, ¿se te prendió el foco?
—Pues sí, me puse muy contento porque era mi primera asignación de nota y tenía todo a la mano, le llamé a un amigo y en 30 minutos estaba lista la ambulancia. Gracias a Dios todo salió muy bien y a mi jefe le gustó mucho la nota.
—¿Ingresabas con el pie derecho?
—Pues sí, pero resulta que, al día siguiente, nuevamente, me presento de traje y con los zapatos bien boleados y me dice José Luis Mora que me fuera de inmediato a cubrir las inundaciones en la colonia Condesa. Me trepan en una moto y, cuando llegamos allá, el agua me llegaba hasta la cintura y mi traje nuevo valió madres.
—No te puedes quejar, lo estabas haciendo muy bien…
—Así me fui ganando la confianza de mi jefe que, dicho de paso, se empezó a pasar de lanza porque me cargaba la mano.
—¿De inmediato recordaste la lección de Stereo Cien?
—Ja, ja, ja, tal parece que me adivinas el pensamiento. Cada vez que realizo un trabajo, me llega a la memoria, sin eso, no hubiera llegado donde estoy ahorita.
—¿Te da envidia o coraje que en Televisa hay un periodista que también se llama Oscar Hernández?
—No, no me da envidia con mi tocayo de Televisa, hasta me permite que le haga bromas cuando le digo que, él, es un espurio porque el verdadero Oscar Hernández soy yo y nada más se ataca de risa.
—A lo mero macho, ¿jamás has utilizado palancas para lograr tus metas?
—Pues a lo mero macho te digo que no, todo ha sido a base de mucho esfuerzo, todo el tiempo están a prueba mis ganas, mi resistencia, mi tesón y temple.
—¿Te morirás siendo reportero?
—Qué pregunta tan interesante. Sí me gustaría seguir ligado al periodismo…
—¿…tan rápido piensas tirar la toalla?
—No, no es tirar la toalla, lo que sí me gustaría es ser titular de un programa de radio o televisión, pero ya no como reportero.
—¿Qué sientes ser titular de un noticiero de ADN40?
—Fabuloso, porque no me lo regalaron sino porque me gané esta honrosa oportunidad.
—¿En TV Azteca existe eso que tienes que invitar a comer, la peda o ceder a las preferencias sexuales y vicios de los jefes?
—En lo personal, no he vivido nada de eso. La única forma es chingarle al trabajo muy duro.
—¿Cuánto tiempo llevas en TV Azteca?
—Voy a cumplir 13 años. Un día iba caminaba por uno de los pasillos de TV Azteca y me encuentro a Lilly Téllez, me detiene del brazo y me dice: “oye, Oscar, me gusta mucho tu trabajo y reportajes, y soy de la idea de que quien debe cubrir a los conductores son los reporteros porque se lo han ganado a pulso, así es que ahora que me voy de vacaciones, quiero que tú seas quien me cubra…
—¿Creíste que estabas soñando despierto?
—No solamente estaba soñando, creo que hasta me hice pipí. ¿Oscar Hernández sustituir a una señora institución de TV Azteca como Lilly Téllez? Le dije que jamás había conducido y me respondió tajante: ¡Pues aprendes!, ya te dije que quiero que me cubras y voy hablar con los jefes para que esto pase. Por cierto, me capacitaron durante una semana, media hora diaria, y el lunes siguiente ¡zaz!, voy al aire.
—¿Qué sentiste la primera vez que estabas al aire como conductor?
—Estaba frío, seguramente lo hice muy cuadrado y rígido. Creo que me anclé al escritorio, aun así, fue maravilloso el conteo del floor manager 5,4,3,2…
—Qué es más sabroso: ¿hacer el amor o conducir en la televisión?
—Hacer el amor, definitivamente. Además, es íntimo y salir en televisión es público.
—¿Consideras que en México se siga haciendo televisión para jodidos?
—La televisión está obligada, por las mismas circunstancias, a utilizar nuevos contenidos, otro lenguaje y nuevas formas de llegarle a la gente.
—¿Los jóvenes son muchísimo más exigentes?
—No solamente los jóvenes, sino que los niños exigen tanto que ya no se esperan al noticiero estelar de la noche para informarse. Es más, los chavos y niños ya no ven televisión abierta, sino que buscan información en las redes sociales.
—¿Crees que las redes sociales sepulten a la televisión?
—El reto es mucho más grande porque se tienen que generar contenidos cortos e inmediatos que atrapen la atención.
—¿Se breve y triunfarás?
—Por supuesto, los mensajes tienen que ser cada vez más cortos. Hoy, la gente te escucha unos segundos, y si no la convenciste, le cambia de inmediato.
—¿Por qué no has incursionado en medios impresos?
—No se ha presentado la oportunidad. En el periódico La Razón me publicaron un par de artículos de un reportaje que hice en la tele.
—¿En la televisión se gana bien?
—Creo que no se gana mal, aunque deberíamos ganar más
—¿Aceptarías trabajar en otra televisora?
—Ya me invitaron a trabajar en la otra televisora…
—¿No te llegaron al precio?
—No sé si cobro muy caro, pero creo que mi trabajo lo vale, además en TV Azteca me están pagando lo justo.
—¿Con esa voz que tienes te gustaría hacer doblajes?
—No lo he pensado, aunque me gustaría incursionar en el canto con algo de trova y rock. Por cierto, escribí dos o tres canciones y de repente agarro mi guitarra.
—¿En qué ocupas tu tiempo libre?
—Me refugio en mi guitarra y me encanta viajar. He aprendido a disfrutar mi soledad o mi propia compañía.
—¿Es una soledad que te pesa?
—No es que me pese, sino que la disfruto, vamos, me encanta disfrutar mi espacio ahora que puedo. Hace poco hice un viaje a Marruecos, me fui solito y ha sido el mejor viaje de mi vida por el tipo de gente que conocí…
—Seguro que escribiste tu bitácora…
—Ja, ja, ja, no te digo, te adelantas a lo que estoy pensando. Escribí mi bitácora de viaje a manera de crónica. Recomiendo que la gente viaje sola porque descubres que hay un conocimiento autónomo.
—¿Cuál es tu platillo favorito?
—Me gusta mucho el pozole y todo lo que sean postres.
—¿Las chicas prefieren un madurito sabroso o un escuincle baboso?
—Órale, ¡te voy a robar la frase! No pues no cabe duda que les gusta más un madurito sabroso.
—¿Es verdad que somos mexicanos solamente cuando nos conviene?
—Uf, con tus preguntas me traes todo asoleado, y mira que te lo digo yo…
—¿Cuál es el libro que te llevas de viaje o de cabecera?
—La Insoportable ldel ser; también me gustan Morirás lejos y El cantor de tangos.
—¿Con qué frecuencia vas al cine?
—No muy seguido, voy con mi novia o llevo a mi mamá. Me gustan mucho las películas de terror.
—¿Qué es lo que le hace reír más a Oscar?
—Uta, la sencillez y lo espontáneo. Soy un güey muy simple al que le gusta reírse hasta de lo que sea.
—¿Tienes alguien que te merezca respeto?
—Uta, ¿Alguien que merezca mi respeto? Primero, mi padre, y ya en el ámbito profesional, uf, no tengo ídolos.
—En el espejo del baño, ¿qué le dices al Oscar que te está viendo?
—Rífate cabrón, y ten más confianza.
—¿Qué sientes ser cuestionado cuando eres tú quien hace las preguntas?
—Muy interesante el experimento porque normalmente soy yo quien hace las preguntas. Me gustó mucho platicar mis cosas, es como retroalimentar, es más, te estoy aprendiendo para hacer mis entrevistas, me llevaste de la mano hasta donde quisiste. Eres un gran entrevistador, te felicito.
—¿Crees que el país se le está yendo de las manos al actual presidente?
—Si seguimos otorgándole toda la responsabilidad a una figura presidencial, desde ahí, estamos en un grave error, es un tema de corresponsabilidad de todos. La política es tan importante como para dejársela solamente a los políticos.
—¿No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre?
—Uno se tiene que hacer cargo y responsable de sí mismo, de su primer vínculo social que es la familia. Respeto las posturas de la gente que quiere cambiar el país o el mundo y se vale, pero yo les preguntaría: ¿qué tanto han cambiado su casa? ¿Qué tanto han cambiado su primer círculo?, y hoy, ¿quieren convencer a las personas e incidir en su pensamiento? ¿Qué tanto han ayudado para cambiar su comunidad.
—Como decía Jesús, ¿ayúdate que yo te ayudaré?
—Exacto, cuando empecemos hacer eso, el país será otro, pero hoy queremos incidir en cosas en las que no tenemos tanta inmediatez.
—¿Candil de la calle y oscuridad de la casa?
—Si quieres corregir algo en tu país, empieza por ti mismo, después por tu casa y luego por tu comunidad.
—¿Cuántas veces te han impuesto una línea editorial para que digas lo que ellos quieren?
—Hay líneas editoriales, pero también, debemos considerar que todos los medios antes de serlo, son empresas y como empresa velan por sus intereses. Pero que me hayan dicho: “a güevo di esto”, no. Insisto, hay líneas que se respetan.
—¿Qué sientes cuando en la calle la gente te reconoce que sales en la tele?
—Siento dos cosas: cuando se me acercan porque traigo el micro con el logo de TV Azteca siento bonito, pero cuando se me acercan y me dicen que vieron mi nota de tal… uf, me hicieron el día.
—¿Qué es lo más hermoso del trabajo que desempeñas?
—Poder serle útil a alguien, saber que tu trabajo pudo ayudarle a alguien. Me gusta y apasiona mucho lo que hago
—¿A Oscar Hernández qué televisión le gustaría hacer?
—Una televisión donde haya libertad de pensamiento para todos y respeto, donde puedas incluir a todo mundo.
—¿Una televisión solo para romper madres?
—¡No!, creo que ya estamos hasta la madre de criticar a todo el mundo. Estamos en un país de inconformes eternos, y eso, no nos va llevar a nada.
—¿Sensibilizar a la población?
—Más que sensibilizar, construir. Uno no es nadie para sensibilizar, más que nada, aportar, sumar con un contenido que le deje algo a la gente.
—¿Cambiar a un México humano?
—Si, un México humano en donde, además de informarlo, aportar a la gente algo que beneficie a su comunidad. Tenemos que dejar de estar chingando al otro y apoyar a quien lo necesite.
—¿Haz el bien sin mirar a quién?
—Mira Edmundo, en lo personal, estoy cansado que todo mundo se señale con todos, si en lugar de señalar vieras algo positivo en esa persona, estaría mejor y creceríamos muchísimo más.
—¿Es verdad que salir en la tele solo marea a los pendejos?
—Cuando solamente quieres salir en la tele por salir, no tiene caso y se nota.
—¿Amor por la camiseta de ADN40?
—Tengo muy bien puesta la camiseta de ADN40 y le tengo mucho cariño porque aquí he podido ejercer, crecer y porque me han dado oportunidades.
—Oscar, muchas gracias por tu tiempo, ¿deseas agregar algo más?
—El agradecido soy yo por fijarse en quien no siempre está a cuadro, pero que le echa ganas. Me siento privilegiado por tener un trabajo que me gusta y apasiona, por tener salud y estar a nada de vencer esta contingencia para seguir trabajando. Un saludo respetuoso a tus lectores. Recibe mi reconocimiento, respeto y admiración por que eres un excelente entrevistador.
“Cuando conocí a Oscar Hernández fue en Radio Red, un joven dinámico muy trabajador y con un apetito voraz de obtener conocimiento para narrar la noticia. Desde sus inicios se veía en él un potencial importante para ser reportero. Hay quienes se forman en este oficio, pero hay otros como él, que lo llevan en la sangre. Durante varios años tuve el honor de compartir con él varias coberturas informativas, de pronto, salió de Grupo Radio Centro y luego de un tiempo, tuve la suerte de reencontrarme con el buen Oscar en TV Azteca. Es un excelente conductor y narrador de historias, sin duda alguna, una de las cartas más fuertes de ADN40”.
Isidro Corro Ramos
Reportero TV Azteca
“A Oscar Hernández lo recuerdo como un jovencito muy trabajador y honesto, con sobradas ganas de salir adelante. Me da mucho gusto que ahora se desarrolle brillantemente en ADN40. Me llena de satisfacción verlo cómo ha crecido y que haya cumplido su sueño. Su esfuerzo constante lo ha llevado a ser una de las principales figuras de ADN40. A la gente bien, siempre le va bien, y es por eso que Oscar Hernández está donde está”.
Germán Huesca
Director General
NRM Comunicaciones