Rueda de Molino/Jorge Hidalgo Lugo
Rueda de Molino
La vida de millones, no son, nunca han sido prioridad para López Obrador
*Está llamado a ser la gran decepción nacional del Siglo 21
Jorge Hidalgo Lugo
Nadie en su sano juicio, ni el más acérrimo de sus detractores, habría podido imaginar que en un año cuatro meses de gestión, Andrés Manuel López Obrador llevara tal cúmulo de yerros y mitos en la conducción del país, que lo tuviera contra las cuerdas como hoy acontece.
Ni el más avezado escritor de ficción política pudo concebir en julio de 2018, que ese cambio ofrecido por largos y contestatarios 18 años de opositor furibundo y detractor de cuanto presidente tuvo al alcance, quedarían sepultados por las mentiras acumuladas que hoy son el relleno sanitario que cada mañana se nutre desde Palacio Nacional.
De los lances triunfalistas que denotaban falsa conmiseración por los opositores y el linchamiento mediático a quienes, según su discurso lapidario, habían dejado en ruinas no sólo al país, sino acabado con las ilusiones de millones de mexicanos, pasamos a la triste y dura realidad donde hoy vemos a esos ilusos del 2018 doblemente traicionados y sin aparente salida, ante la ausencia de liderazgos visibles que den la cara a la frustración social que crece inexorable.
El enorme bono democrático con que, como nadie, como nunca antes, llegó al poder López Obrador, ha ido palideciendo y como cruel paradoja, no ha sido por una estrategia determinada o surgida de los cuartos de guerra de partidos opositores, mucho menos de agentes externos que pudieran estar confabulados para minar el camino del que está llamado a ser la gran decepción mexicana del Sigo 21.
Lo hemos dicho en otros despachos, lo ratificamos hoy. López Obrador sigue siendo el principal y peor enemigo de López Obrador. Y lo más grave, se ha constituido en un real y auténtico peligro para México según lo reflejan los nulos resultados que a la fecha se tienen en los rubros prioritarios del país.
Salud, seguridad, economía, desarrollo, crecimiento, finanzas, empleo, inversiones… son sólo algunas asignaturas pendientes donde no hay nada qué presumir y sí mucho por inventar excusas, salidas fáciles, recurrentes como acusar a los anteriores gobiernos de lo que acontece y hasta pretender cambiar la semántica para disfrazar con palabras populistas, los fracasos obtenidos por incapacidad, pero sobre todo, por obstinación y estar regidos a los caprichos personales de quien se siente dueño del circo, la carpa, trapecios, jaulas, animales, boleteros, vendedores de palomitas y hasta los espectadores.
Los desatinos y amenazas cotidianas con que se conduce el presidente que llegó con el mayor respaldo popular de la historia en México, son ácido corrosivo que va desgastando estructuras de poder y sociales.
No son sólo los pleitos irreconciliables con esos fantasmas o seres inanimados que suele invocar como “neoliberales”, “corruptos”, “mafiosos”, “deshonestos”, sean empresarios, medios de información, periodistas o sociedad en general.
En su visión y lo acaba de ratificar, sólo existen los “buenos” que quieren la transformación y los “malos” que prefieren los métodos de antes.
No hay matices, extintos los términos medios en su autocrática y depredadora visión, los resultados le son cada vez más adversos y ni por eso pareciera cambiar la estrategia. Su caprichoso actuar lo lleva al despeñadero sin remedio.
Hoy con los niveles de popularidad por debajo de la media y en busca desesperada de dar un golpe de timón que lo reposicione, prepara armas para el regreso de sesiones en el Congreso de la Unión, hacer sentir su peso tiránico y buscar modificar leyes a su modo.
No importa que en ello vayan incongruencias, contradicciones o escupitajos lanzados al cielo que antes aplaudieron y hoy le caen en pleno rostro con recriminaciones y maldiciones de por medio, como haber militarizado oficialmente al país.
Ello, hay que decirlo en su descargo, ante el fracaso rotundo que ha significado la Guardia Nacional creada al vapor y sin estrategia alguna, en el primer año de su accidentada y errática gestión.
Los tres golpes certeros que ha recibido en su cada vez más disminuida imagen en el plazo no mayor de dos semanas, son también motivo de especial atención.
A contabilizar figuran la reacción de opositores que aunque muertos y sepultados, o como él mismo dijo socarronamente: “moralmente derrotados”, le impidieron prosperara el periodo extraordinario para retorcer la Constitución y manejar a su entero antojo, sin contrapeso cual ninguno, el presupuesto federal para destinarlo a sus infames ocurrencias bajo el menor pretexto.
Otro. Ir por lana y salir trasquilado en su embate a las redes sociales, ya no “benditas” como en el eufórico domingo electoral de julio del 18, sino “malditas” a rabiar y con intentos de regular, extinguir, disminuir su alcance por ser instrumento de una sociedad que ahí reclama el pésimo accionar de su gobierno con lujo de sarcasmo, pero con el peso de verdades surgidas de la realidad que arrollan como locomotora sin control, la precaria imagen del falso redentor.
Y por último, los escandalosos casos de corrupción donde una vez más son protagonistas esos impresentables personajes bajo la heráldica Bartlett, quienes debieran estar en una prisión de alta seguridad en vez de formar parte de la colección de floreros que se enriquecen bajo la tutela, protección inalterable, de la dictadura de ocurrencias.
Falta ver lo que se aproxima cuando la estadística real supere a la oficial en materia de afectados por el Covid-19 y tenga que echar mano de la guillotina que desde ahora apunta a Hugo López-Gatell, con todo y el respaldo prefabricado que lo hacen figurar en este momento como el “rock star” del circo mañanero, pero que pareciera tener echada su suerte a la de millones de mexicanos que no saldrán vivos, por desgracia, de esta pandemia gracias a la pésima actuación que al respecto ha mantenido López Obrador y su grupo de estrategas.
Ello incluye desde ahora, el llamado a la “normalización” gradual e actividades, anunciado en pleno auge de la pandemia que en su inexorable caminar por territorio mexicano, deja secuelas de dolor y muerte, ante la indiferencia de López Obrador a quien le preocupa más rescatar su minado proyecto político-personal que la salud, la vida en juego de millones de mexicanos.
Nada más, pero nada menos.
Vale.