Mujer originaria, lealtad y pandemia/Gerardo A. Herrera Pérez
Mujer originaria, lealtad y pandemia.
Gerardo A. Herrera Pérez.
En diversas ocasiones tuve la oportunidad de contar con una traductora para mi interlocución en diferentes comunidades originarias; siempre agradecido con Sandra Simón, que me permitió aprender a su lado muchos elementos que han sido importantes en mi desarrollo cognitivo y para la atención que realizo como servidor público con población originaria.
Hoy atendí a una mujer originaria, platicamos largamente sobre cuestiones de violencia, pobreza, discriminación, también del Covid-19. Recupero de la charla/asesoría, los siguientes comentarios.
Las mujeres originarias viven todos los problemas y desventajas de las mujeres, pero existe uno adicional, la significativa lealtad a su pueblo al que pertenece, por ese mismo carácter vulnerable en el que vive la comunidad.
Las mujeres pueden salir a defender sus derechos, sus pronunciamientos serán en contra de la opresión, el patriarcado y la invisibilidad, pero la mujer originaria no puede hacerlo, porque corre el riesgo de fragmentar, dividir, lo que es más importante para la comunidad, que es la lucha por la defensa de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas.
Parafraseando al antropólogo Jaime Martínez Luna, que me toco la suerte de disertar con él en Cherán a invitación de los jóvenes; el antropólogo expreso su reflexión sobre el concepto de comunalidad, preciso como el pueblo en asamblea elige a sus autoridades, les da mandato, y estos sin sueldo deben de trabajar para la comunidad; el trabajo colectivo, el tequio, el jornal forma parte de los valores de la comunalidad; la responsabilidad de la comunidad por el bien común para todos y todas; no es un trabajo individual el de la comunidad, es comunal, de la comunalidad, que existió antes del proceso de colonización.
Y es que la mujer originaria que reclama sus derechos en el orden individual, parece amenazar la permanencia de los derechos colectivos en los cuales se asienta el derecho comunitario a la tierra y una economía de base doméstica que depende de la división del trabajo, los hombres proveedores, las mujeres en acciones de cuidado a la familia, a los adultos mayores. Dicho de otra manera, sus reivindicaciones y legitimidad de su reclamo a no ser violentada, discriminada, oprimida como derechos individuales que por definición ahora son universales, regionales, nacionales y locales pasan de largo frente a sus usos y costumbres de comunalidad.
La lealtad a la comunidad, a la comunalidad, es un ejercicio de protección y cuidado a la vida, a la sobrevivencia al resguardo de sus integrantes.
El otro asunto que comentamos fue la violencia que vive la mujer en general; nos queda claro que la violencia y la violencia sexual tiene que ver con posiciones horizontales y verticales; por un lado, se requiere de la comprensión del ejercicio asimétrico de poder denominado androcentrismo, donde el hombre somete, controla y disciplina a la mujer, y por el otro lado, la visión de la violencia desde el plano horizontal, es decir, los procesos del hombre que obedecen a sus mandatos de masculinidad deben de ser legitimados por sus pares, por otros hombres. Ir contra la violencia de mujeres y niños, niñas, es ir a la construccion de un nuevo orden de cosas, donde se continue en espiritualidad, respeto a la Madre Tierra, pero donde se inicie la construcción de un nuevo mundo, ese concepto de constructo cultural que tanto trabajo Hanna Arendt.
La violencia sexual no es la búsqueda del placer sexual, no en todos los casos cuando menos, la violencia sexual es la prueba de la potencia de un hombres de ejercer su masculinidad para la dominación del territorio, entendido como el cuerpo de la mujer, pero también para el espectáculo de dicha potencia o fuerza para que otros hombres lo legitimen como hombre.
El otro tema que abordamos fue las mujeres originarias y el Covid-19, comentamos que nuevamente son las mujeres originarias las que corren peligro por ser ellas las que realizan las labores de cuidado en la casa, pero también fuera de la casa, en ocasiones por salir a vender a las plazas cercanas diversos productos o bien a comprar bienes para el consumo, pero además de ir a proveer de leña y otros insumos al cerro, en otras ocasiones al salir a la pizca de fresa y otras frutas en los invernaderos. Ellas no podrán hacer la cuarentena, porque habrán de garantizar la cuarentena de los demás miembros de la casa, entre ellos los adultos mayores y los hijos pequeños.
El confinamiento de familias en espacios reducidos, sin salida, puede generar más oportunidades para el ejercicio de la violencia contra las mujeres y los niños y niñas.
El Covid-19 y la vulnerabilidad de las mujeres y los grupos en condiciones de riesgo, adultos mayores, personas con enfermedades crónico degenerativas o infecto contagiosas como el VIH/Sida, los invita a un llamado para su unión, para su comunalidad, para su organización, es el momento de hacerlo, están las condiciones siguen solos, sino se cuidan entre ellos, y entre ellas, nadie lo hará, por ello, hoy en los medios aparece que cierran acceso a las comunidades, es una oportunidad. Agradezco los comentarios que en este sentido me compartió la doctora Graciela Andrade, docente durante el doctorado que curse en Ecoeducación. .