Entre frustración y gratificación, la vida alterada por aislamiento
MORELIA, Mich., 12 de abril de 2020.- Se ha alterado la vida común, y el encierro obligado puede ser, pon un lado gratificante pero por el otro frustrante, es el caso de Yunuen Caballero, quien es promotora cultural, cuentacuentos, realiza talleres y está a cargo de un proyecto de cantautores a nivel nacional.
Es frustrante señala a Quadratín mientras prepara una sopa. Dice que tiene dos hijos, uno de 4 años y una niña de 11, "el momento en que ellos se van a clases es el que yo aprovecho para trabajar, para hacer escritos, para hacer relaciones, para hacer logísticas, y ahorita es imposible que yo me siente frente a una computadora porque todo el tiempo es demandante por ellos", dice.
Hay que estar al pendiente, dar de desayunar, comer cenar, dice, y estar pendiente de lo que mandan de la escuela a través de mensajes para que los niños hagan, que tomen sus clases, porque las llevan a través de la televisión, explica la gestora cultural. La niña toma la clase a las 9 de la mañana y el niño a las 12 del día, eso significa sentarlos al frente de la tele a ver una pantalla con una clase, indica; "podrán ver tele y tener la tele prendida todo el día sin ningún problema, pero el hecho de que sean clases, cuesta trabajo", dice, y explica que después hay que reforzar las clases que se tomaron.
"Lo único que yo vivo aquí es ser mamá todos los días", expresa sin dejar de cocinar. "Y está bien, soy su madre y hay que atenderlos, pero no me da tiempo de hacer otras cosa". Reconoce que ahora reduce su vida al quehacer, a las clases de los niños, a hacer la comida y más clases con los niños, pero también juega con ellos, algo que disfruta.
Cuenta que hicieron una despensa grande hace unos días. Dice que hubo familiares que se enteraron que no estaban pasando por una buena situación y les enviaron dinero, algo que agradece, y con eso se hizo una despensa para un mes, "que es con lo que hemos estado aquí en casa", dice.
La promotora cultural cuenta que a ella y a su marido, un músico reconocido en la ciudad, les ofrecieron despensas a buen precio, cada una costaba 50 pesos, y supuestamente duraría por lo menos una semana. Explica que no valió la pena, porque además de que estuvieron haciendo una fila muy larga y muy tardada, al revisarla se dieron cuenta que había cosas que no eran de primera necesidad y muchas de ellas ya estaban caducadas.
Aún no lo resienten en lo económico, dice Yunuén, quien ya se ha sentado y guarda la sana distancia. Explica que la entrada económica que ella aportaba a la casa, por ahora está cerrada, lo último que pudo aportar fue el dinero para la despensa del mes, una aportación de un familiar; "yo trabajo remunerado no tengo, la única entrada es la de mi esposo, quien también se las ve difícil porque las tocadas que tenía se fueron cancelando", asegura.
La cuentacuentos relata a Quadratín que además de la entrada que está generando su esposo, también algo llega por una librería que atienden donde tienen que revisar ahora cómo llevar la venta en línea y poder llevar los libros a domicilio, "ese es un gasto de gasolina, pero bueno, bajó de costo, y no es tanto gasto, entonces veremos cómo funciona la entrega a domicilio", expresa.
"Estoy en un nivel de frustración de 'me vale madre", reconoce Yunuén quien se ríe de su expresión. Después cuenta que esto es difícil porque hay que vivir al día; "trabajas en el arte, trabajas en la promoción cultural, y eso está de la chingada económicamente, pero lo haces porque es algo que te gusta, yo es algo que disfruto, que me nace, que me hace feliz ver, de saber que le puedo cambiar la perspectiva alguien, que le puedo brindar una opción, eso me reconforta pero económicamente no me deja, así que vivimos al día y pagando deudas", expresa mientras recoje la mesa.