Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
El secuestro de la iniciativa, de la palabra y de la esperanza
La fachada de Palacio hoy se ve ruborizada. Las pintas de mujeres enfurecidas han dejado sus huellas. Las añosas puertas, que tantos sucesos han visto pasar, hoy cuentan otra historia, que irrita profundamente al habitante del lugar.
López Obrador ha tenido que enfrentar los ataques sobre feminicidios, prácticamente solo, porque su favorita para la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra, no ha asomado la nariz, ni para dar por lo menos una salida mediática al asunto.
Por primera vez en muchas semanas, el tema de la violencia había dejado de ser el asunto principal en la agenda del Presidente. Parecía que acallaría a sus opositores tras la captura de Emilio Lozoya. Pero hoy, nuevamente está confrontado con los medios de comunicación.
Mal humorado, una mañana el Mandatario decidió irse de frente, otra vez contra dos medios y un periodista: El Universal, Reforma y Carlos Loret de Mola. Inexplicablemente, se le ocurrió inculparlos por el tema de los feminicidios.
Por encima de las pavorosas cifras, el Jefe del Ejecutivo dijo que estos “han manipulado” el tema y lo han convertido en una “campaña de difamación, de distorsión e información falsa” en contra de su gobierno.
“Deformaciones de la realidad”, “mentiras”, las llamó desde Palacio Nacional, cuando le hablaron sobre el fracaso de la política de seguridad de la 4T, disfrazado con la rifa de un avión que todo mundo considera un distractor.
Al mezclar el tema de los feminicidios, la seguridad, el avión, con su arenga sobre la prensa “conservadora” “representante de intereses hegemónicos”, se derrumbó todo el discurso humanista que ha querido enarbolar. La realidad se le vino encima.
Las mujeres se han convertido en su talón de Aquiles, lo han tambaleado, porque tienen otra visión y otros datos respecto a los abusos que se han cometido desde hace décadas, generaciones, en un país de machos donde las hembras sólo tienen que obedecer.
Lo han hecho admitir que “hay una molestia”, “pero no malestar social”; “La gente está contenta. El malestar es de los grupos de poder, los grupos de intereses creados que se resisten a los cambios”, aseguró.
Enfurecidas, feministas de distinto signo, reprocharon estas declaraciones, luego de un año brutal en el que los feminicidios pasaron de 793 en el 2018, a 890 en el 2019 sin que hasta el momento el nuevo régimen tenga un protocolo especial para el tratamiento de estos casos.
Las mujeres sienten que el Mandatario no ha tomado con seriedad el tema, que lo ha minimizado por un asunto banal, insignificante, insubstancial. El fin de semana, en Guanajuato, lo recibieron así: “La vida de las mujeres vale más que una pinche rifa”.
Le exigieron que active la alerta de género, pero en todo el país, pues rechazan que las marchas de mujeres en la Ciudad de México sólo busquen opacar la multicitada rifa del avión presidencial.
Este es el ambiente que se cierne en torno a la imagen del hombre que siente que las mayorías todavía lo siguen, que por su mente no ha pasado ni por un segundo la posibilidad de que la popularidad se empiece a esfumar.
Algunos politólogos dicen que López Obrador es “un genio de la comunicación”, que lanza petardos para distraer la atención sobre temas relevantes, como lo es ahora la disputa por el control del Instituto Nacional Electoral (INE).
Otros pensamos que es un hombre convencido de un proyecto, cuyo eje rector es el combate a la corrupción, pero con un entramado pésimamente construido, porque los pilotes de apoyo están apuntalados sobre los castillos del autoritarismo y la militarización.
Al menos eso es lo que se ve actualmente en el escenario político, porque el Mandatario ha puesto sobre los hombros del Ejército la responsabilidad de los grandes proyectos, desde la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía hasta la distribución de medicinas.
No le ha dado importancia a la escalada de crímenes en México, más de 35 mil el año pasado. Sabe que en el corto plazo tendrá toda una red policiaco-militar llamada Guardia Nacional que podrá contener algo más que migrantes en un futuro cercano.
Por eso su afirmación “vamos bien”. Sabe que el factor de las Fuerzas Armadas ya está de su lado, con un poder cada día más creciente y con un sector empresarial sometido, humillado, porque Andrés Manuel también tiene en sus manos los secretos de sus pecados.
Aquellos, a los que no hace mucho llamó “La Mafia del Poder”, los “machuchones”, “los delincuentes de cuello blanco”, aparecieron en la foto de la cena, sumisos, acallados, silenciosos, sin valor para decirle: Señor Presidente, esto es una estupidez.
Lo más preocupante viene en las próximas semanas y meses, cuando inicie la disputa por el control del Instituto Nacional Electoral (INE). Es el asalto final de toda la estrategia, para aplastar de una vez por todas a los partidos políticos que pudieran ser oposición.
Morena no es lo importante, y así se puede ver claramente a la luz de la disputa que mantienen por el liderazgo del partido dos presidentes interinos. Ni Yeidckol ni Ramirez Cuellar son importantes.
Los dos serán insignificantes si el Presidente de la República logra finalmente el control del instituto electoral. Con eso y con las recientes reformas penales que convirtieron en delito grave los ilícitos electorales, tiene suficiente para tener a todo mundo bajo control.
El país está por vivir una situación extremadamente delicada. Todo el poder se concentra en una sola persona, que por mucho que diga “la venganza no es mi fuerte”, está dispuesto a meter a la cárcel a todo aquel que se le resista.
Quizá por eso Peña Nieto puede estar tranquilo. De antemano pactó para no estorbar y dar paso a este avasallamiento. Ahora lo que está en camino es una incautación: el secuestro de la iniciativa, de la esperanza, de la palabra y del anhelo de una democracia que no llegó.