El evangelio hoy/Mateo Calvillo Paz
Tiempo ord 20 Ciclo A, 4
La vida, constante teofanía
“Jesús se hace de nuestra misma sangre”, se manifiesta a sus hermanos, los purifica para que ofrezcan un sacrificio grato al Señor.
En tu vida. Los primos de Juan son hombres carnales, viven para comer y beber y darse a placeres del cuerpo y del mundo.
Su ambiente es materialista y pagano, sus ojos están velados para ver a Dios. No piensan en él ni les interesa.
Dios habla. El nacimiento de Jesús en Navidad nos transporta hasta los tiempos definitivos, a la realización plena del proyecto secreto de Dios, del designio divino de salvarnos, de darnos la vida plena y definitiva.
Realiza la salvación el unigénito de Dios, su ungido para llevar la salvación a los pecadores, para liberar de los ídolos y los bienes materiales que ciegan a los hombres que les impiden ver a Dios que se sigue manifestando a los sencillos, en la larga serie de teofanías de la Navidad.
La Carta a los Hebreos argumenta hermosamente con ideas del Antiguo Testamento, aclara la razón de la venida del Hijo de Dios en la condición humana. “Jesús quiso ser de nuestra misma sangre para destruir con su muerte al diablo… Tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo a fin de llegar a ser sumo sacerdote misericordioso… Fue probado por el sufrimiento”.
Llegó en el momento preparado por Dios, anunciado por Malaquías: “he aquí que yo envío mi mensajero…, Como la plata y el oro refinará a los hijos de Leví… Entonces agradará al señor la ofrenda…” de la asamblea de la misa.
Es el personaje central, divino de la salvación: “puertas, ábranse de par en par porque va a entrar el rey de la gloria… El Señor, Dios de los ejércitos, él es el rey de la gloria”. Jesucristo es Dios y es el rey de la gloria. Los redimidos, en la vida nueva harán de su vida una ofrenda que agrada al señor.
Estamos en el momento definitivo de la salvación, las profecías se cumplen, entra en el templo el rey de la gloria. Dos almas pertenecientes al Resto de Yahveh, lo reconocen. Es el anciano Simeón que toma en sus brazos al Mesías y exclama: “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo… Porque mis ojos han visto al Salvador… Luz que alumbra a las naciones…”
Igualmente, la anciana “Ana se acercó en aquel momento dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que guardaban la liberación de Jerusalén”.
María y José son israelitas fieles, piadosos y cumplen la ley del Señor. Una ley prescribía a los judíos consagrar a Dios a los hijos varones primogénitos y purificar a las mujeres que habían dado a luz. Realmente, esa ley no obligaba a Cristo y a su santa madre, ellos lo realizan como miembros cumplidos del pueblo de Israel.
Había un grupito del pueblo judío, el Resto de Yahveh, que tenía una gran fe y esperaba la realización de las promesas, la venida del Mesías de Dios para rescatar a los pecadores. Entre ellos estaban José y María que esperaban y cumplían fielmente las leyes de su pueblo.
Ellos son de los humildes a quienes el Padre Dios revela sus secretos y Cristo llama bienaventurados.
Entre los católicos también hay personas humildes.
Vive intensamente. ¿Eres de los creyentes fieles que tienen su corazón en Dios que cumple sus promesas?
Cristo está aquí. Hoy se cumplen las promesas, Cristo está en el templo, nos alimenta con su cuerpo y su sangre.