El voto de castigo que terminó castigando al pueblo mexicano/Karla Cruz
Para la mala fortuna de la humanidad, los procesos democráticos no son procesos racionales, por el contrario, el voto es una decisión básicamente emocional, esto por supuesto no excluye la participación de algunos factores racionales. Me explico, en primer lugar la persona siente. Eso que siente lo aproxima a determinadas ideologías, partidos o candidatos. Luego la razón argumenta, explica, amplía o justifica, pero la base es 100% emocional resultado de procesos que ocurren en el cerebro al percibir algo o en este caso alguien.
El voto de castigo hacia el sistema de partidos es algo que se da en todo el mundo, pero claramente lo vivimos en México el 1 de julio del 2019, cuando la ciudadanía se cobró la factura, tomó revancha en contra de todos los partidos políticos, y de manera totalmente irracional, millones de mexicanos volcaron sus votos de manera lineal al partido que representaba darle en la torre precisamente al estatus quo. Y repito de manera irracional, porque el partido de reciente creación Morena con un cumulo de perfiles; nuevos, viejos, con experiencia, sin experiencia, con curriculum y la mayoría claramente sin él, arrasó prácticamente en las urnas de todo el país. Así, miles de candidatas y candidatos respaldados por el proyecto de un López Obrador que llegó fortalecido a una elección, no por aciertos suyos, sino por errores de los demás, llegaron a ocupar la mayoría de los escaños en ambas cámaras, así como en la mayoría de los municipios en nuestro país, tiñiendo el mapa político administrativo de un solo color, como hacía décadas no sucedía en nuestro país, acabando con cualquier tipo de equilibrio político que pudiera garantizar un contrapeso en los poderes que conforman la república, y que favorezcan una mejor toma de decisiones para todos los mexicanos.
La falta de cultura político democrática, y el hartazgo ciudadano vinculado a temas de corrupción, orilló al mexicano a votar de manera 100% emocional, dando un voto de castigo al sistema de partidos, y un voto de confianza a lo que a primera vista parecía una mejor idea; un nuevo proyecto sin cola que le pisaran, sin experiencia para gobernar pero con ganas de hacerlo de manera honesta, encabezado por un personaje que por lo menos siempre fue reconocido como oposición firme y critica.
Lamentablemente a poco más de un año de haber sido electo Presidente, Andrés Manuel López Obrador ha dejado claro que el voto de castigo del mexicano a los partidos tradicionales, terminó por castigarnos a todos los mexicanos, y que a la hora de gobernar, no es suficiente con tener buenas intenciones. Está de más hacer un recuento de las decisiones más desafortunadas y de los errores más graves de la llamada 4ta Transformación, pero si es importante reconocer que en muy poco tiempo se ha dado revés a muchas decisiones que a nuestro país le hacían bien, que ha habido fuertes golpes a la economía, a las familias mexicanas, al ciudadano que trabaja y que tributa, a la jefa de familia trabajadora, al empresario que arriesgando su capital, invierte para generar empleos y pierde por las decisiones de un gobierno sin criterio amplio e incluyente.
Es importante no ser indiferentes ante lo que nuestro Presidente dice en cada mañanera, prestar atención a cada declaración, compartir cada error, cada broma, cada burla. Que la indiferencia no gane la batalla en un momento histórico que requiere de la participación de todos. Porque en un país como México donde impera la democracia, la ciudadanía otorga el poder temporal en las urnas, no la propiedad de un país para la eternidad.
La realidad es que por más mal que pudieran hacer las cosas, señor Presidente yo lo apoyo, este país lo último que necesita es un golpe de estado; que solo provocaría un aislamiento internacional, inestabilidad política e incertidumbre económica. No señor, o son pésimas estrategias de desvíos de atención para cambiar la conversación sobre lo acontecido en Culiacán, o son ideas que solo se encuentran en su paranoia personal. Como Gobierno están obligados a ser más tolerantes a la crítica y no confundir a la población haciéndole creer que cuestionar a un régimen democrático electo y sus decisiones, es lo mismo que hacer un llamado a su derrocamiento. La ciudadanía pone y también quita. Y en una era de muchas necesidades y poca paciencia, el voto de castigo no se hará esperar, porque así como alguna vez lo favoreció, no dudamos que en la siguiente elección, a falta de resultados, pudiera perjudicarlo. Ojalá que como mexicanos hayamos aprendido la lección, y dejemos de polarizar políticamente en una sociedad profundamente desigual con términos que nos ofenden a todos y que no suman a la unidad que siempre ha caracterizado al pueblo mexicano.