El Evangelio hoy/Mateo Calvillo Paz
El Evangelio Hoy
Tiempo Ordinario,
Ciclo C, domingo 30
DIOS AMA AL HUMILDE
El humilde vale porque Dios lo aprecia. Hay muchos humildes hipócritas, mañosos que se creen el centro del universo.
En tu vida. ¿Por qué el hombre está tan ciego, comete tan graves errores y no sabe lo que le hace bien?
Si no tiene a Dios, se pierde, se tiene por muy bueno, se busca a sí mismo. Dios no está contento con él.
Dios habla. Dios es el ingeniero que inventó al hombre, infinitamente más difícil y complicado que todos los inventos de los hombres.
Conoce hasta lo más secreto y pequeño de su ser, por eso lo enseña a descubrirse a sí mismo, lo va revelando a sí mismo a lo largo de la historia y de su crecimiento vital.
Lo enseña a tener una relación de amistad y armonía con él, a realizar las obras que le agradan al Creador. Cerca de Dios, los hijos ven con toda claridad lo que le agrada a Dios, es decir, lo que los lleva a su perfección y a su felicidad.
Con Dios, las personas se hacen sabias. Aprenden las virtudes que son indispensables para una vida armoniosa y pacífica. Una virtud fundamental es la humildad porque el ser humano es siempre pobre y necesitado, es polvo y está lleno de limitaciones.
Ya en los tiempos remotos del Antiguo testamento se recomienda humildad. Dios no es como los hombres, “no menosprecia a nadie por ser pobre, y escucha las súplicas del oprimido”. Qué diferente es la actitud de los gobernantes soberbios y perversos que venden al pobre por un voto y se asocian con los grandes por interés.
El humilde se hace valioso ante Dios que lo escucha. Afirma el Sirácide: la oración del humilde atraviesa las nubes y mientras él no obtiene lo que pide permanece sin descanso y no desiste hasta que el Señor lo atiende y el justo juez le hace justicia”.
El Señor hace muchos milagros portentosos en favor de los humildes. Se cumple la palabra del salmo treinta y tres: “alégrese el corazón de los que buscan al señor…”
Y el salmo responsorial canta: “el señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Salva el Señor la vida de sus servidores. No morirán quienes en él esperan”.
La humildad es verdad, no es negar lo bueno que tenemos y sentir que no valemos nada. Hay que reconocer las buenas obras realizadas por Cristo y su Evangelio.
San Pablo es humilde y, con todo, reconoce y afirma: “ he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida…”. Es el premio “de todos aquéllos que esperan su glorioso advenimiento”.
El hombre de hoy vive sin sabiduría, quiere demostrar que vale por vanidades. Le gusta la ostentación, los fraccionamientos caros, lujosos y muy “exclusivos”, son conocidos quienes los anuncian.
En el vestido le gusta deslumbrar y maquillarse y adornarse con glamour y competir con los demás. Es escandaloso el dinero que se gasta en esto y que no hace que la persona valga más.
Quieren estar en la cumbre de la pirámide social, por el poder y el dinero. Se creen ídolos superiores que desprecian al pobre, no se agachan a lavarle los pies.
Vive intensamente. ¿Quieres ser una persona que realmente vale ante Dios? No seas creído, vanidoso, no desprecies a los humildes .
Cristo está aquí. Es un modelo conmovedor de humildad. Se entrega al humilde en la comunión de su cuerpo y de su sangre.