Recordando el mejor desfile/Zaid Mora
¿Qué quieres ser de grande?, recuerdo esta pregunta a lo largo de mi educación básica, la mayoría de mis compañeros decían que querían ser Maestros, Doctores, Bomberos, Veterinarios, Astronautas, Abogadas o Futbolistas, en mi caso era diferente, mi primera y única opción siempre fue el Heroico Colegio Militar, nunca pensé en otra alternativa, desde niño mi sueño era convertirme en militar. En 1988 Avelinda, mi abuela materna, se le ocurrió la maravillosa idea de rentar una habitación, la más grande del majestuoso Hotel Catedral, con tres balcones para poder apreciar el desfile del 30 de septiembre desde otra perspectiva y ¿qué creen?, a 31 años de esa gran iniciativa, seguimos año con año esperando con ansias esta fecha para disfrutarla de la misma manera que cuando éramos niños.
El “problema” de todo empezó en el preescolar, las trompetas y los tambores me ponían la piel chinita, me emocionaban los días lunes por los honores a la bandera, a corta edad dominé el tambor, la trompeta y el clarín. Cursando la primaria logré ser el sargento de la banda de guerra de primaria y secundaria, eran horas de práctica y ensayos por la mañana y por la tarde en mi querido Colegio Motolinía, estas acciones provocaban que me sintiera cada vez más cerca de ese uniforme color negro tan elegante, de los sables, las armas, los caballos y las águilas.
En aquellos tiempos, después del izamiento de la bandera, del discurso, los cañonazos en el jardín Morelos y la firma del libro en la casa natal de Morelos, “Lupita la Loca” encabezaba e iniciaba el desfile, una señora muy limpia que se arreglaba y decoraba con muchos, pero muchos moños, eran desfiles con mayor duración a los de ahora. Asistían escuelas de otros estados, escuadrones de motociclistas idénticos a los de la película; A toda máquina, pero de todo el contingente no había año que no se llevara las palmas el señor que montaba un gran toro, por su parte, los cuerudos iban muy afinados entonando “La Dragona” y que decir cuando pasaban los helicópteros y aviones acariciando catedral. Así transcurría el desfile cada año, veía escuelas, caballos, ambulancias, tanques y carros alegóricos, pero para mí era un deleite cuando le tocaba el turno al Heroico Colegio, se escuchaba a lo lejos el himno y la mejor parte cuando entonan: “tu nombre sacrosanto, colegio militar”. No cumplí mi sueño, pero sigo sintiendo cada nota de la trompeta y cada redoble del tambor en lo más hondo de mi alma, tal vez en otra vida me toque desfilar con mi águila en el brazo.
Jamás se me van a olvidar los vendedores ambulantes de los portales y los que terminando el desfile corrían para instalar su tendido e iniciar con la vendimia. Es un día para disfrutar desde temprano hasta la media noche, la pirotecnia hace lo suyo elevándose desde el atrio de catedral, el castillo dejó de encender hace unos años, pero lo que más extraño era la parte estelar; la Banda Sinfónica de la Secretaría de la Marina, sobre todo cuando los marinos bajaban del escenario a bailar con el público asistente.
Como todo consejo, es más fácil darlo que cumplirlo, pero está claro que, si quieres ser militar, debes prepararte lo mejor posible para superar las pruebas teórico-prácticas y las pruebas de aptitud psicofísica. Para conseguirlo, como en toda oposición, hace falta mucho trabajo y mucha disciplina. Como padres y madres está en nuestras manos darles a nuestros hijos las herramientas para que, además de ser Bomberos, Bailarines, Artistas, Ingenieros o Maestros, vivan vidas sin violencia, en relaciones equitativas y de respeto mutuo. Por su bien y el de las generaciones futuras. Manos a la obra no en las armas.