De puentes peatonales a ciudades inteligentes/Karla Cruz
El 17 de agosto de 1896 se registró el primer deceso de una persona por atropellamiento, a partir de ese hecho se conmemora el Día Internacional del Peatón.
A la fecha, la Organización Mundial de la salud (OMS) reporta que los accidentes de tránsito son la principal causa de muerte entre personas de edades entre los 15 y los 29 años. La OMS reporta que los usuarios menos protegidos, son los peatones y ciclistas representando el 26% de muertes registradas en el mundo.
A su vez el reciente Informe sobre la Situación Vial, México 2017, de la Secretaria de Salud reporta que los accidentes de tránsito se encuentran entre las 10 principales causas de muerte. Este informe indica que fueron 16,185 las defunciones por esta causa, de las cuales, la mayoría, 7,137 son peatones, esto solamente en un año.
Hace unos días discutíamos con un grupo de amigos, sobre el nuevo paso peatonal de la Av. Camelinas justo frente a la clínica del IMSS. Para algunos parecía una barbarie el hecho de haberlo construido debajo de un puente peatonal y sobre una de las principales arterias de la ciudad de Morelia, detonando el congestionamiento vial de esa zona. Y aunque difiero de su ubicación (Me parece que debió haberse construido en la esquina, debajo del semáforo y justo en la entrada de la clínica) desde mi punto de vista, es un acierto en la visión de ir privilegiando las estructuras de movilidad con un enfoque hacia el ciclista y el peatón, ya que por décadas se ha desarrollado un modelo de movilidad que ha privilegiado el diseño de infraestructura que beneficia sólo el uso del automóvil, lo que trae como resultado el olvido de infraestructura urbana que garantice la seguridad y respeto de los usuarios más vulnerables de la vía, o sea los ciclistas y los peatones.
Porque, pese a que el imaginario colectivo nos lleve a pensar que los peatones son los grandes beneficiarios de la construcción de puentes peatonales, el mero sentido común nos permitiría entender que lejos de favorecer dicha condición de caminantes urbanos, se trata por el contrario, de la materialización física de una idea socialmente aceptada décadas atrás, que identifica como ciudadanos de segunda categoría a quienes se desplazan caminando, frente a quienes conducen un vehículo privado.
Hablando específicamente de este caso, ¿No es más cómodo para el peatón cruzar por un paso de cebra con semáforo, que obligarlo a caminar cinco veces más cruzando un puente peatonal? ¿Por qué quien va cómodamente sentado tiene prioridad de paso frente a quien va caminando? ¿Y si llueve?, supongo que si somos conscientes que la mayoría de los peatones que cruzan esa zona para ingresar a la clínica; son adultos mayores, personas con discapacidad y claramente con alguna enfermedad o dolencia. A mí no me importa esperar 5 minutos más a vuelta de rueda, voy sentada cómodamente en mi auto, o en el transporte público hasta con musiquita y resguardada del clima ya sea frío, lluvia o calor.
No obstante, son más comunes los reclamos ciudadanos exigiendo la construcción de puentes peatonales para sus calles, en lugar de la implantación de pasos de cebra con sus respectivos semáforos peatonales, ya que estos últimos nos hacen esperar unos segundos más en el tráfico. Éste es solo un aspecto de los tantos que revelan el estado de anestesia general en el que estamos inmersos todos los ciudadanos, los de a pie y también los automovilistas. Nos hace falta empatía por el de enfrente, ponernos en los zapatos de los demás para poder exigir soluciones inteligentes y en igualdad de condiciones para todos.
Por otro lado, es evidente la alta e inútil inversión económica que requiere la construcción de puentes peatonales, cuando con el tiempo nos percatamos de sus desventajas asociadas: inseguridad real o percibida, inaccesibilidad para discapacitados, niños y ancianos e incremento innecesario de las distancias recorridas. De acuerdo con cifras del Instituto de Geografía de la UNAM, 26.68% de los accidentes en la CDMX ocurren a menos de 300 metros del 66.45% de los puentes peatonales.
Los especialistas señalan que estas cifran demuestran la ineficiencia y poca accesibilidad de estas estructuras, coincidieron que estos accidentes viales se dan porque los automovilistas se confían a que no habrá personas en la vía, en tanto los peatones siempre utilizarán un recorrido directo, ya sea como una manifestación para evitar obstáculos y no usar infraestructuras que denotan inseguridad y que los obligan a hacer recorridos más largos e invertir más tiempo en ellos.
México se encuentra dentro de la segunda región más urbanizada del mundo, el 80% vivimos actualmente en zonas urbanas y desde mi perspectiva esta se encuentra en un punto de inflexión urgente, que aún no somos conscientes ni de ver en las mayoría de las ciudades de Latinoamérica, aunado a la alza universal en los precios de los combustibles, urgen alternativas de movilidad que brinden prioridad a los ciclistas y a los peatones. Por supuesto que todo esto genera enormes retos en la planificación y desarrollo urbano, convirtiendo a la movilidad en un eje de acción central en la agenda pública.
La realidad es que solo aquellas ciudades dispuestas a entender, aprender, tomar decisiones y actuar sobre la realidad, pueden garantizar una movilidad inteligente, que no es otra cosa que comprender las necesidades ciudadanas y urbanas para ofrecer alternativas que permitan optimizar los desplazamientos, reducir los viajes motorizados y sus externalidades. Una ciudad inteligente se mide por la capacidad de garantizar el derecho a la movilidad, tanto para el automovilista, como para los ciclistas y peatones. La inteligencia urbana se plasma en la voluntad y la decisión política para planear, gestionar e implementar de manera integral las infraestructuras y los servicios que requiere cada contexto local.
Y mientras nuestros gobiernos se ponen de acuerdo, hay que evitar linchamientos sociales y en redes sociales en contra de estas buenas practicas, que aunque mal ejecutadas (lugares incorrectos, falta de señalética y semáforos peatonales) las intenciones comienzan siendo buenas, y cambiar de visión y paradigmas siempre genera resistencia por parte de algún sector. Con estas reflexiones solo quiero invitarlo a que seamos conscientes de que todos transitamos nuestras calles, que hay niños y adultos mayores esperando el transporte público, que es muy pesado para una mujer embarazada o para una persona con discapacidad cruzar un puente peatonal, en fin, se trata de fortalecer nuestra cultura vial, respetando los espacios en común y privilegiando la seguridad de todos.