A la escuela, punto y aparte/Julio Santoyo Guerrero
El ciclo escolar 2019 - 2020 se inaugura con una esperanza sobredimensionada. Luego de echar por tierra la reforma educativa del peñismo, acusada de punitiva por la vinculación de la evaluación a la permanencia laboral, se aprobó una reforma constitucional que pretende lograr una educación humanista, integral y para la vida. Se espera entonces que la reforma, impulsada por la mayoría legislativa del partido del presidente en las cámaras federales, logre una mejor educación, desde luego superior a los estándares logrados por sus precedentes.
De acuerdo con los datos proporcionados por la OCDE, organización mundial de la cual México forma parte, nuestro país está en los últimos lugares según los indicadores por ella reconocidos. Así que remontarlos, aprovechando la novedad y furor de los electores, y los maestros que exigieron y apoyaron dicha reforma, sería obligado compromiso que tendrá que echar mano de todos sus efectivos para inyectar voluntad transformadora.
De las cuestionadas reformas del peñismo la educativa era la que más aceptación tenía en la sociedad. Y siendo la educación una de las preocupaciones más sensibles que hacen resonancia diaria en los hogares de los mexicanos, es absolutamente seguro que el comportamiento que tengan los indicadores educativos nacionales, o la simple pero contundente percepción de los padres de familia frente a los resultados reales, hará que la agenda de la educación pública retorne al centro de las preocupaciones nacionales.
Si la reforma del peñismo no era buena la que se aprobó en los meses pasados tendrá que demostrar que los indicadores en lugar de estancarse o caer comenzarán a mejorar. La mayor cobertura, la mejor infraestructura, los índices de deserción, la equidad, la eficiencia terminal, la mayor y mejor oferta de la educación superior, deberán evidenciar un mejor desempeño. La integralidad, interculturalidad, inclusividad, la excelencia y el carácter democrático demandado en la constitución política de México, también deberán reflejarse ahora, máxime que como se ha dicho desde el gobierno federal, no estamos frente a una alternancia sino frente a un cambio de régimen. La permanencia en la escuela de alumnos y de maestros, condición fundamental para la educación escolarizada, deberá repuntar para estabilizarse como lo mandata la reforma constitucional recién inaugurada.
El ofrecimiento de Una Nueva Escuela Mexicana, que más allá de los alcances declarativos supone definición de contenidos y construcción de nuevas prácticas, es el propósito más ambicioso que la actual administración federal se ha echado a cuestas. ¿Quiere decir que a partir de hoy lunes 26 de agosto en que se inaugura el ciclo escolar, maestros y alumnos arrancarán sus actividades bajo una perspectiva filosófica y pedagógica nuevas, es decir, diferente a -valga la expresión- la vieja escuela, la que funcionó durante las décadas pasadas?
¿Qué aspectos filosóficos, pedagógicos, psicológicos y epistemológicos de la vieja escuela deben quedar fuera, y cuáles son los nuevos? ¿Cuáles son los planes y programas, que derivados del pensamiento de la Nueva Escuela Mexicana, se deben poner en práctica? ¿En qué consiste la nueva formación y actualización de los maestros que hará posible poner en marcha desde ahora la Nueva Escuela Mexicana? Ya se sabe que habrá civismo, artes, salud, medio ambiente, y habrá valores como honestidad, pero ¿bajo qué perspectiva? porque esos contenidos ya los había en los planes y programas de la educación básica, por ejemplo.
La Secretaría de Educación Pública deberá acotar con precisión la ingeniera de la Nueva Escuela Mexicana y el horizonte que deberá seguir en los próximos años, tal vez sería oportuno conocer las etapas de construcción y puesta en práctica, no vaya a ser que al final de cada ciclo se termine evaluando los indicadores que arroje la operación de la vieja escuela para bien o para mal y no los resultados de la nueva.
La sociedad espera, y con justa razón, un mejor desempeño del sistema educativo nacional. Eso es lo que se ha prometido cuando se tumbó la reforma peñista. No podemos esperar otros resultados que no sean mejorar los medianos indicadores hasta ahora logrados, indicadores que deberá registrar la OCDE para compararnos frente al desempeño de los sistema de otras naciones. La razón de por qué debe hacerse se supone es obvia. Al menos que con el paso de los meses México renuncie a las mediciones de este organismo por las razones ad neoliberalismo que ha aducido el presidente.
Así que el ciclo escolar que hoy se inaugura no es cualquiera, estrictamente es punto y aparte, es la sepultura del pasado educativo peñista y la apertura de la Nueva Escuela Mexicana. Ojalá sea de éxito y los padres de familia terminen aplaudiendo los resultados que a partir de ahora se comienzan a construir y la sobredimensión sea sólo realismo optimista de lo que está por venir.