Indicador político/Carlos Ramírez
Razones del miedo de Trump a latinos
HOUSTON, Texas.- A veces el análisis se ve obnubilado por las pasiones del corto plazo. El presidente estadunidense Donald Trump se ha ganado a pulso todo tipo de insultos por su forma grosera de ejercer el poder. Sin embargo, aún no se ha explorado a fondo el apoyo social a su discurso racial y sus deformaciones racistas. ¿Por qué Trump odia tanto a los latinos y menos a los europeos, los cubanos, los africanos, los orientales?
El perfil ideológico-religioso de Trump pudiera colocarse en el pasado histórico de los puritanos: dominación religiosa conservadora que representa la base social sobre la que se fundaron las Trece Colonias y luego los Estados Unidos de América. En este pensamiento conservador se ubicó el expansionismo racial de los EE. UU. al comenzar el siglo XIX a partir de la Doctrina Monroe de 1823 de que “América (es) para los americanos”. El avance wasp –blanco, anglosajón, protestante– hacia el oeste liquidó a 10 millones de indios y le quitó a México la mitad del territorio.
A más de ciento setenta años de la conquista de Texas como la gran victoria del expansionismo territorial, los EE. UU. se enfrentan a una reorganización de su origen étnico. Los datos de The Source: a guidebook to american genealogy son contundentes: en 1790 los estadunidenses de origen inglés representaban el 47.5% del total, en tanto que en el 2000 habían bajado a 8.7%. Y en el 2000 los estadunidenses de origen mexicano –los que vivían en los territorios conquistados y los que se asentaron con o sin permisos migratorios– representan el 7.3%.
Los grupos étnicos dominantes en los EE. UU. son los de origen alemán (16%), los afroamericanos (12.9%) y los irlandeses (10.9%). Sumados los ingleses, esta base étnica suma 48.5% de la población.
Todos los orígenes étnicos se han sumado al modelo anglo-sajón protestante de mayoría dominante, excepto los mexicanos. Del total de la población hispana de alrededor de 57 millones de personas, los mexicanos suman 36 millones, y de esta población existen como 11 millones sin permisos legales migratorios.
La diferencia entre los migrantes de otras razas y los latinos-mexicanos radica en la integración a la cultura estadunidense. Y si bien todos los mexicanos se sienten estadunidenses, de todos modos han logrado imponer en los EE. UU. la cultura mexicana con sus fiestas, sobre todo su idioma y su comunidad étnica.
Aquí se puede aventurar una hipótesis histórica del repudio de Trump a los mexicanos: el modelo de conquista de Texas en 1845-1847. Sin capacidad militar, de Estado y de presencia institucional, Texas se convirtió en república independiente con el apoyo de Washington y la complacencia de México. Sólo que el gobierno estadunidense engañó al mexicano: de manera clandestina permitió la colonización de estadunidenses con la promesa de anexarlos a los EE. UU. Y así ocurrió: la guerra 1846-1847 de los EE. UU. contra México fue con el propósito de quitarle Texas.
Ahora medio en broma y medio con preocupación, la presencia mexicana en el sur estadunidense –Texas, Arizona, Nuevo México y California– vía trabajadores documentados o sin permisos y mexicanos que han comprado propiedades en esas zonas ha sido comentada como la reconquista de los territorios perdidos. No será así: los mexicanos en los EE. UU. son más estadunidenses que mexicanos, aunque en materia cultural han logrado consolidar una dominación creciente.
¿Qué ocurría si de manera legal o sin permisos migratorios loe mexicanos son mayoría en esos estados, ganan niveles de gobierno y algún día declaran su independencia o su regreso a territorio mexicano? La tercera opción se asume como imposible: los mexicanos ya americanizados de ninguna manera quisieran regresar a ser mexicanos de México. Pero, eso sí, su cultura está aplastando a la estadunidense tradicional.
Ahí es donde se asume la persecución de Trump a mexicanos sin papeles legales para permanecer o con papeles falsos que violan las leyes locales. La falta de una identidad racial de los EE. UU. ve con temor el avance de los hispanos-mexicanos y ahora los centroamericanos. De acuerdo con el Censo 2010, del 2000 al 2010 la población hispana o latina creció en 43%, en tanto que la población no hispana ni latina apenas aumentó 4.9%. El porcentaje de la población hispana o latina sobre el total pasó de 12.5% en 2000 a 16% en 2010. Y el otro dato: la población centroamericana creció 137% en esos diez años.
En el aspecto de propuestas culturales, en los EE. UU. hay dos polos dominantes: la sajona que involucra a originarios de Europa y Africa (Obama fue el primer presidente negro de los blancos y salvó al capitalismo en contra de sus promesas de defensa de los negros) y la hispana-latina con una cultura mucho más fuerte que la de los blancos.
Aquí pudiera estar –a reserva de mayores estudios antropológico-políticos– la causa del odio racial de Trump, sus puritanos y sus granjeros de la mayoría silenciosa de pureza de la raza, sobre todo si la tasa demográfica de los estadunidenses tradicionales es de 1.7% anual, frente a la migración con cifras de dos dígitos. Cálculos generales podrían mostrar que la población migrante podría ser mayoría hacia finales de siglo.
La migración está cambiando el perfil demográfico de los EE. UU. y Trump parece decidido a detener las razones migratorias sin controles legales, aunque ya en su momento Obama en sus ocho años de gobierno deportó casi 3 millones de personas sin permisos de residencia.
De ahí que los EE. UU. traten de salvar su raza.
indicadorpolitico.mx
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