?Hablemos del amor?
En estos tiempos de censura política, decidí ponerme a leer un libro.El libro se llama “¡El amor!” y escribe Leo Buscaglia –editorial Diana-, experto en el arte de amar; capacidad que adquirió desde niño con el ejemplo de sus padres, excelentes amantes en toda la extensión de la palabra, su padre amaba su madre con el mismo fervor con el que su madre amaba a su padre.Llamó mi atención el hecho de que en el prefacio del libro, al introducir en el tema del amor, tocara el tema de la educación y la importancia social que tiene el educar con pasión y amorosamente a los niños (hoy, salvo honrosas excepciones, una carencia en las familias y en el modelo educativo mexicano). De estas reflexiones me permito compartir una anécdota narrada por Leo Buscaglia:“…La persona que ama aborrece el desperdicio: el desperdicio de tiempo, de capital humano ¡Como perdemos el tiempo!La Srita W fue una estudiante que soñaba con enseñar “Quiero estar con los niños, quiero estar con ellos”, decía siempre.Su primera experiencia laboral fue frustrante y enriquecedora: Cuando llegó al aula de clase revisó el programa escolar que indicaba que la primera unidad sería la T-I-E-N-D-A. Reflexionó y dijo: “Esto no es posible. Estamos en 1970 (ojo, ahora estamos en el 2012 y estamos peor en México), en Estados Unidos. Estos niños crecieron con las tiendas. Fueron arrullados en los carritos de las tiendas. Ya saben lo que es una tienda ¿Que queremos lograr al pretender estudiar la tienda? Sin embargo eso decía el programa, por lo que ella pensó: “Lo intentaré”. El primer día se presentó con los niños y preguntó: “Niños y niñas, ¿les gustaría estudiar lo que es una tienda?” Ellos contestaron: “¡Qué horror!”En la actualidad, los niños son más despiertos que antes. McLuhan demostró que la mayoría de los niños ha visto cinco mil horas de televisión antes de ingresar al jardín de niños. Han visto asesinatos y violaciones, aventuras amorosas, han escuchado música y han “estado” en París. En su aparato televisor han visto a gente real morir violentamente… Y después los llevamos a la escuela, y les enseñamos sobre tiendas. O les damos un libro que dice “Tom, dijo “oh, oh”. Abuelita dijo, “oh, oh”. Spot dijo, “oh, oh””. Bueno, ¡al diablo con esto! Ya es hora de que empecemos a darnos cuenta de que estamos educando niños y no cosas. Debemos preguntarnos, “¿quién es el nuevo niño a quien estamos educando y cuáles son sus necesidades?, ¿de qué manera podrá él sobrevivir mañana?”Pues bien, entonces la joven maestra les preguntó: “¿Qué quieren estudiar?” Uno de los niños abrió ampliamente los ojos y dijo: “Mi papá trabaja en los Laboratorios de Propulsión, y él nos puede conseguir un cohete espacial, podríamos aprender todo sobre el cohete y volar a la Luna”. Todos los demás chicos exclamaron “¡Sensacional! Al día siguiente vino el padre de aquel chico a la escuela y presentó un cohete a escala. Se sentó en la alfombra con los chicos, y les habló sobre volar a la Luna y cómo funciona un cohete espacial. ¡Había que ver lo que sucedía en esta aula! Los niños hablaban sobre ciencia, astronomía, teorías matemáticas complejas. El vocabulario no era de “oh, oh”, sino de componentes de cohetes, galaxias, el espacio; un vocabulario significativo.Entonces, un buen día llegó la supervisora y dijo, “señorita W, ¿en dónde está su tienda?”… La joven maestra se acercó a la supervisora respondiendo: “Sabe, hablamos sobre la tienda, pero los niños quisieron volar a la Luna. Vea nuestras listas de vocabulario y mire los libros que están haciendo. Después vendrá otra persona, experto en Propulsión de Jet para hacerles una demostración”. La supervisora refutó: “Sin embargo, señorita W, el programa dice que usted debe tener una tienda, y usted hará una tienda,… ¿verdad que sí, querida?”Luego de aquello la joven maestra vino a verme y me dijo: “Leo, me has estado diciendo tantas cosas sobre la creatividad en la educación, haciendo que me emocione y entusiasme; después empiezo a enseñar y tengo que ponerme a hacer plátanos de arcilla para una tienda y decir: te comiste un plátano, te resbalaste con la cáscara, te enfermaste por comer plátano, después pasaste seis semanas haciendo plátanos de arcilla para la tienda ¿Saben lo que ella hizo?, preguntó a los niños: “¿Quieren que la señorita W esté aquí el año próximo?” Ellos respondieron “¡Siií!” “Bueno, entonces tenemos que hacer una tienda”. Los chicos respondieron: “Hagámosla, pero rápido”. En dos días cubrieron una clase de seis semanas. Hicieron los odiados plátanos de arcilla, apilaron cajas y las llenaron de cosas. También les dijo la maestra que cuando llegara la supervisora, sería necesario que le demostraran que podían funcionar en una tienda. Cuando llegó la supervisora, quedó muy contenta porque ahí estaba la tienda, y los niños le preguntaban, “¿quisieras comprar plátanos hoy?” Pero tan pronto como se fue,… ellos volaron de nuevo a la Luna.”Después de leer lo narrado, me quedé pensando en: cómo eduqué a mis hijos y como fui educado yo,… y concluí que me hubiera gustado leer antes esta historia,… y me hubiera gustado tener más maestros como la Srita. W.Santiago Heyser BeltránEscritor y soñador