Ayer campesinos, hoy payasitos, limpiaparabrisas/Luisa María Calderón
Ayer campesinos, hoy payasitos, limpiaparabrisas
Los campesinos de México desaparecen lentamente. En silencio son borrados del escenario político, del foco de atención y del presupuesto público. La Revolución mexicana los llevó por delante, y no sólo con su lema de tierra y libertad, sino en armas, con pobreza, al frente de la batalla y, cuando la revolución se coronó, aunque no había campesinos en el constituyente, sí hubo un artículo dedicado a concretar ese triunfo de la Revolución: el artículo 27 constitucional que consagra como derecho social el del acceso a la tierra y al agua que son de la nación pero que pueden darse en posesión a pequeños tenedores.
Luego vinieron los ejidatarios y a ellos se les dotó de tierra, para que la hicieran producir en grupo y para que salieran de la pobreza, y vino la tierra comunal inembargable e invendible aun ahora, para los pueblos indígenas.
Una Ley Agraria que hasta constituye un tribunal agrario para resolver los conflictos, pero antes, una gran Secretaría de la Reforma Agraria que se encargaría de culminar el reparto de tierras, y luego de registrar a sus poseedores y luego, con la procuraduría agraria, de defender a los ejidatarios y acompañarles en sus decisiones colectivas.
Para 1992, mirando que la tierra en posesión no salía adelante, se cambió la constitución y entonces permitió que los ejidatarios fueran libres de modificar el uso de sus tierras y hasta de venderlas, con la idea de que pudieran capitalizarse y salir de la pobreza… nada, los ejidatarios y comuneros siguen en la peor de las pobrezas, en la miseria algunos, peleando entre ellos, a veces a muerte, por una franja de tierra, o por el pozo, o por el
monte… nadie, o casi nadie los acompaña en resolver el conflicto. Es más, la Secretaría de la Reforma Agraria desapareció y se convirtió en la flamante Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, bajo el mando de doña Rosario, quien al final ha sido señalada por desaparecer a través de triangulaciones, miles de millones de pesos. Pero del desarrollo agrario, nada.
Es más, en un albazo legislativo, se presentó dictaminada y aprobada casi por unanimidad, en octubre de hace 3 años, una ley de Ordenamiento Territorial que dejaba fuera a los ejidatarios de la toma de decisiones de para dónde crecen las ciudades, aunque la mayoría de las veces crecen sobre sus tierra.
Pocos reclamamos: la senadora del PRI Hilaria Domínguez y una servidora; a ella la mandaron callar de su bancada, a mí, mi partido entonces no me escuchaba ya. Enmendamos luego la plana metiendo a los ejidatarios a decisiones de desarrollo en el ámbito municipal, pero siguen pobres, en la miseria, los tenedores de la tierra, y para colmo, escucho que esta semana, el ayuntamiento de Morelia contará con 300 millones de pesos para sus vialidades, y ¿de dónde vendrán? Sí del presupuesto de SEDATU, pero lo destinarán a las vialidades de la capital; por lo menos así dice la nota.
Me encantaría escuchar que estos 300 millones, provenientes del gobierno de la cuarta transformación, dijera que serán para caminos saca cosechas, ollas de agua, centros de acopio y procesadoras de alimentos. No, bueno, serán para el asfalto de la capital. Los campesinos desaparecerán y se sumarán a los cinturones de miseria, a los
limpiaparabrisas, a los payasitos de esquina, a los albañiles, en el mejor de los casos, eso sí con sus mil seiscientos, como a todos los que caerán en el padrón de votantes cautivos…