Mares procelosos
Como siempre, al final, se acaba aceptando la realidad y ante lo inevitable, Felipe Calderón anunció hace unos días que nos esperan momentos difíciles, que las aguas se han embravecido y que la economía muestra signos de complicación que nos auguran un panorama incierto para los próximos meses. En verdad, nada nuevo a pesar de los esfuerzos oficiales por negarlo, aunque esta vez Ernesto Cordero si había señalado que no se trataría de un “simple catarrito”, como en alguna ocasión lo intentara disfrazar Agustín Carstens.La travesía por estas aguas además de complicada tendrá una duración que nadie en su sano juicio se atrevería a pronosticar, lo cual traerá dificultades adicionales, pues se presenta en momentos pre-electorales, que servirán de marco para una exacerbación de los ánimos y para un intercambio profuso de acusaciones entre los partidos políticos y sus candidatos a los diversos puestos en disputa. Ya algo hemos escuchado al respecto y sobre todo, en lo relativo a las abultadas reservas de divisas que si bien no han sido mérito de este gobierno panista, hoy las han cacaraqueado para ufanarse del manejo de las finanzas públicas. La realidad es que en la administración de Ernesto Zedillo se alcanzó por primera vez en la historia, el nivel más alto en ese rubro y eso permitió al país retomar las cosas luego del conocido “error de diciembre” de 1994, que tantos daños directos y colaterales produjo.Esta vez, no obstante tener supuestamente blindada a la economía, el escenario no parece ser halagüeño y las palabras de Felipe Calderón son contundentes, lo cual amén de contradecir a sus colaboradores, deja claro que las medidas adoptadas no han surtido los efectos deseables y también –por supuesto- que estamos lejos, muy lejos, de una condición de verdadera independencia respecto a la economía norteamericana, que una vez más nos arrastra cual frágil follaje en su loca caída.Calderón Hinojosa nos llama a apretarnos aún más los cinturones. Además de agredir la inteligencia de los ciudadanos, su exhorto suena a burla. Viviendo en un país petrolero, que basa una buena parte de sus ingresos en la exportación de hidrocarburos, tenemos que pagar un elevado precio por los combustibles y lubricantes que se utilizan virtualmente para mover todo, absolutamente todo, por lo cual los incrementos periódicos a dichos insumos deben impactar el precio de prácticamente todo. Aquí es donde inexorablemente nos preguntamos ¿Qué se hace con las divisas que México recibe por la venta de petróleo? ¿Cómo se contabilizan y distribuyen esos multimillonarios ingresos? ¿Por qué se nos sigue sangrando permanentemente y por qué se siguen manejando las cosas de una forma tan discrecional? Incluso, es aún más escandaloso el asunto desde la perspectiva de que esos recursos son más elevados de lo que se había presupuestado, pues el Presupuesto de Ingresos de la Federación se aprobó considerando que el precio del petróleo en el mercado internacional estaría más debajo de lo que en realidad ha estado corriendo en los mercados.Obviamente, el anuncio de FCH no nos sorprende, pues los signos de enfermedad se han venido señalando en todo momento desde diciembre de 2006. Que no hagan caso y no quieran aceptar la realidad es otra cosa. Una sociedad que tiene elevadas tasas de desempleo es una sociedad enferma y no sólo por la parte de la falta de ingresos para sostener a las familias, sino por la frustración enorme de sus integrantes, que acaban mirando para otros lados como la migración, la delincuencia, la puerta falsa del suicidio y demás. Una sociedad que acusa elevadas tasas de robo con y sin violencia es una sociedad en proceso de descomposición. Los índices de robo de vehículos automotores subió significativamente, según cifras del sector asegurador. El número de menores que han debido incursionar en el mercado laboral y abandonar sus estudios también es muestra de la difícil situación imperante. Para quienes tienen la capacidad de invertir sus recursos en las bolsas de valores, los escenarios han sido muy complicados y en algunos casos, catastróficos. En fin, señales no han faltado y el exagerado optimismo oficial ha impedido prever el impacto y asumir las medidas para mitigarlo, toda vez que no se pudo evitar.